En la ciudad de Tynty
vivía en tiempos remotos un Málik, ante el cual se presentó un día Chámyts,
retándole, jactancioso, con estas palabras:
-¡Aquí estamos nosotros,
los nartas, y ya sabes que donde nosotros nos hallamos, a los demás les toca
obedecer!
-¡Traed aquí a quien
tiene la osadía de medirse conmigo! -ordenó el Málik a su gente.
Pero por más que le mandó
sus mejores paladines, Chámyts los venció a todos, quedando siempre por
campeón. Y, por último, le hizo saber que le daba una semana de plazo para que,
al término de ella, se presentase en el campo de los kabardinas, a luchar con
él en singular combate.
Tres días antes de que
expirase el plazo, empezó el Málik a sentir ciertos escrúpulos y a pensarlo
mejor y a decirse: «No cabe duda: ese Chámyts es hombre temible por su
fortaleza; mejor será que vaya a ver a una agorera, que acaso pueda aconsejarme
algo contra él».
Se fue, y halló la
agorera, que le dijo:
-Has de saber que el
caballo de Chámyts es un engendro infernal; pero yo sé de un medio que lo
desconcierta y ahuyenta. Toma una piel de lobo y átala al cuello de tu caballo,
y verás cómo el de Chámyts no se enfrenta con él.
El Málik siguió el
consejo al pie de la letra, y a la hora convenida salió al encuentro de Chámyts
en el lugar del combate. Entonces el caballo de éste empezó a roncear y a
piafar, negándose a avanzar, hasta que, volviendo grupas, emprendió un galope
desesperado, sin que Chámyts pudiese contenerlo en su huida.
El Málik, entonces, lo alcanzó
por la espalda, y así, a traición, lo abatió y cargó, y ató su cadáver al
caballo, y éste regresó con él a casa, parándose a la puerta del patio y
anunciando su presencia con sonoros relinchos.
-Ya está ahí nuestro
caballo -dijeron los de Chámyts, oyéndole relinchar; pero es extraño que venga
tan pronto.
Todos salieron a ver qué
pasaba, y se hallaron con la trágica sorpresa del cadáver del paladín atado a
la silla.
-¡Que las divinidades del
averno te sean propicias, si has caído herido por la espalda! Mas, si te hirieron
de frente, sean contigo las furias -clamaron los suyos. Y luego añadieron: Pero
no; no había nadie tan fuerte como tú, nadie que pudiese vencerte de frente. A
traición han tenido que atacarte.
Este convencimiento
resolvió a los nartas a salir en guerra contra el Malik de Tynty; pero, cuando
iban a hacerlo, vieron que Batrás no estaba con ellos, sino que se hallaba con
Kurdálágon.
Reuniendo entonces sus
hordas, mandaron al viento de la noche que avisase al viento de la mañana que había
de ir a Batrás y decirle:
-El Málik ha matado a tu
padre, y ahora nosotros vamos a atacar a Týnty. Si te hallases sentado,
levántate y ven; si estás de pie, no te sientes, ven en el acto.
Cuando Batrás supo por el
viento matinal que su padre había caído, se levantó y fue a ponerse su armadura,
y hallando que su amada se la había escondido junto a su lecho, se precipitó
en la estancia, haciendo saltar la puerta, y cogió todas sus armas y su espada
y su escudo. Cuando descendió de lo Alto, venía ardiendo, como un ascua viva, y
entonces, de un tajo, descabezó un ventis-quero y se lo puso en la cabeza, a
guisa de yelmo.
-¿Para qué me llamáis?
-preguntó a los nartas. ¿Vais a hacerme creer que hay algún hombre más fuerte
que Chámyts, y que lo ha vencido?
-Pues piensa lo que
quieras -repusieron los nartas; pero a tu padre lo ha matado el Málik de Týnty.
Y Batrás, convencido ya,
se dispuso a vengar a su padre.
062. anonimo (rusia)
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