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domingo, 2 de septiembre de 2012

La diosa oportunidad

Hace muchísimos años, para simbolizar que el tiempo no vuelve, los sabios griegos levantaron una estatua.
Un día, un viajero se detuvo ante ella y se atrevió a intentar conversar.
Cuál fue su sorpresa cuando le preguntó su nombre y ella contestó:
Me llamo Oportunidad.
¿Por qué estás de puntillas?
Para advertir a todos que sólo me detengo un momento.
¿Por qué hay alas en tus pies?
Como señal de que paso veloz.
-¿Por qué tu pelo es tan largo por delante, en la frente?
-Para que los hombres me atrapen cuando me encuentran.
-¿Y por qué es calva tu nuca?
-Es una forma de advertir que, si no me atrapan de frente, cuando haya pasado no podrán volver la vista atrás y atraparme.
El viajero, tras escuchar cada respuesta, se detuvo mucho tiempo a contemplar la estatua ya muda. Y cuenta la historia que tuvo motivos de reflexión para el resto de su vida.

999. anonimo leyendas

La comida en el patio

Hubo una vez, en un pueblo alemán, un caballero que tenía a su servicio a un criado respetuoso y trabajador. Sin embargo, el caballero no hacía más que quejarse siempre de su servicio. Un mal día, cuando llegó a casa y se sentó a comer, empezó a quejarse de todo, como de costumbre y, con pésimo humor, tiró el plato de sopa recién hecha por la ventana. Ni corto ni perezoso, el criado tiró también el resto de la comida por la ventana...
El caballero, indignado, le preguntó por qué había hecho eso, a lo que el sirviente contestó con suma cortesía:
Disculpadme si no era éste vuestro deseo, pero al ver que vos habéis lanzado el primer plato por la ventana he pensado que os apetecía comer en el patio y por eso me he tomado la libertad de recoger el resto de la comida y hacer lo mismo.
Sin duda, el criado quería dar una lección a su señor.
Y lo consiguió, pues cuentan en el pueblo que el caballero tuvo que reconocer su falta de tacto y, por primera vez, el señor le dedicó una sonrisa y le pidió por favor y con buenos modales que le sirviera de nuevo alguno de los deliciosos platos que solía preparar con tanto arte como buen gusto.

999. anonimo leyendas

La cautiva cristiana

En tiempos de la Reconquista, unos moros que guerreaban por tierras de Oliva apresaron a una joven infanta.
El capitán del batallón pensó llevarla ante su reina, pues seguramente ésta le daría una buena recompensa. La soberana, sin embargo, apreciando las cualidades de la joven, decidió quedarse con ella pero convertirla en esclava, puesto que temía que si la dejaba en palacio como doncella, su hijo soltero acabaría prendándose de ella.
Así que la infanta fue, a partir de entonces, lavandera al servicio de la reina mora y tenía que ir al río a lavar su ropa.
Durante años, al tiempo que su vestido se raía y adquiría el aspecto del de una sirvienta, se incrementaban, su paciencia y su belleza.
Cierto día se acercó al río un caballero arrogante con una cruz sobre el pecho. La muchacha, que recordaba su origen, quiso advertirle:
-Huid de aquí, señor, porque ésta es tierra mora.
-Mi caballo tiene sed, muchacha mora -replicó él; así que me detendré aunque des aviso a tu gente...
Yo soy cristiana cautiva -le contestó ella.
En tal caso eres afortunada -continuó él, pues no voy a dejarte aquí.
Y subiéndola a lomos de su caballo, emprendieron el viaje de regreso hacia tierras cristianas.
La muchacha iba muy asustada hasta que el caballero la tranquilizó:
-Te llevo a casa de mi familia. donde se te tratará con honra y respeto.
Tras dos días de viaje, la muchacha empezó a reconocer aquellos parajes. Preguntó si aquéllos eran los campos de Oliva y, cuando el caballero contestó que sí, ella le contó que era hija de unos señores de la región.
Al instante, el hombre espoleó a su caballo y salió a galope hacia un castillo gritando que le abrieran las puertas, ya que traía la mejor de las noticias.
-¡Madre! -gritó al entrar. ¡Venid corriendo porque esta sorpresa os aliviará el corazón!
Resultó que el caballero era el hermano de joven cautiva. Por azar había encontrado a hermana y la había recuperado de manos de los moros para devolverla al hogar al que pertenecía y donde fue recibida con todo el cariño por su familia.

999. anonimo leyendas


La cabellera robada

La cabellera de la esposa del dios Thor era tan hermosa que otro dios, Loki, decidió robársela y un día, mientras ella dormía, se la cortó. Cuando Thor se enteró montó en cólera y, una vez que localizó a Loki, lo agarró por el cuello y le hizo prometer que devolvería lo robado.
Loki prometió hacerlo por salvar su vida, así que viajó al lugar donde vivían los enanos y les pidió que hicieran una corona de cabellos dorados para regalársela a la esposa del dios Thor.
Al cabo de unos días le entregaron la corona junto con una espada y un barco magníficos.
Uno de los enanos, viendo los regalos, retó a Loki con tono fan-farrón:
-¡Bah! ¡Mi hermano hace cosas mejores con el hierro y el oro! ¡Ya lo verás!
El enano Brok y su hermano se pusieron manos a la obra y se presentaron ante Loki con un jabalí de oro, un anillo maravilloso y un poderoso martillo. El orgulloso dios mostró a Thor sus regalos y, para probar su poder, puso a la esposa de Thor la corona y su cabello empezó a crecer.
Cuando llegó el turno de Brok, mostró su jabalí, que podía correr por tierra, mar y aire. Sacó el anillo que producía otros anillos aún más hermosos y valiosos, y por fin puso en manos de Thor el poderoso martillo, diciéndole:
-Con esta arma siempre ganarás y volverá sola a tus manos.
-Es justo lo que deseaba tener -contestó Thor completamente satisfecho con el regalo.
Todos convinieron en que los regalos del enano eran mejores.
Como Loki y Brok se habían apostado la cabeza, el astuto Loki dijo al enano:
-Sé que he perdido, pero te daré lo que quieras si no me cortas el cuello.
A Brok sólo le interesaba la cabeza de su rival. Viéndose perdido, Loki huyó a gran velocidad, pero no contaba con el poder de Thor, que aún seguía seriamente enfadado con el envidioso y tramposo dios Loki.
De nuevo Thor le persiguió y le dijo:
-En mi reino, los que pierden una apuesta, sea cual sea, deben pagarla, así que ya puedes ir presentándonos tu cabeza...
-De acuerdo -repuso Loki al tiempo que se le ocurría una última solución-. Brok puede cortarme la cabeza, pero sin tocarme el cuello, porque de eso no hemos hablado.
Brok, que no sabía cómo hacer para separarle la cabeza sin tocarle el cuello, tuvo que dejarlo vivir. De ese modo, la esposa de Thor recobró la cabellera y con ella su esplendor.
Ganó también otros regalos y Thor obtuvo el gran martillo que le haría famoso. Loki, por su parte, conservó su cabeza sobre los hombros y se libró de Brok, haciendo pasar un rato divertido a todos.

999. anonimo leyendas

La bola verde de la tierra

Hoang, el padre de todos los dioses, había organizado su imperio celeste. Sentado en su trono, tenía a la derecha la Estrella del Sur y a la izquierda la Estrella Polar y, viendo su creación, decidió darse una vueltecita por la Tierra en compañía del Genio del Sol.
Durante el paseo, el Genio le dijo a Hoang que la Tierra le parecía fea, tan amarillenta, que debería hacer algo para embellecerla.
Éste, admitiendo que el Genio tenía razón, llamó a su ayudante Kim, y le ordenó que arrojase un haz de hierbas sobre los valles, brizna a brizna, y dos granos de arroz que se multiplicarían por mil veces mil. Después, é se encargaría de poblar la Tierra con hombres y animales. Kim, galopando sobre el arco iris, arrojó torpemente las hierbas, todas de una vez, y la Tierra se convirtió en una inmensa bola verde. Luego arrojó uno de los granos de arroz y se comió el otro. Hoang, que todo lo ve, advirtió lo mal que Kim ho había hecho...
-Has estropeado mi mejor y más hermosa obra, Kim. Ahora la Tierra es una bola de hierba y difícilmente podran encontrar en ella alimento los hombres y los animales.
Por tanto, crearé un nuevo animal, el búfalo: a él le otorgaré tu rostro y estará animado por tu espíritu vago. Y a ti, por tu desinterés, te condeno a comer la hierba de la Tierra hasta que la liberes de ella.
Kim quiso contestar, pero en ese momento empezó a mugir y se puso a cuatro patas: era el primer búfalo.
El padre de los dioses, satisfecho una vez más con su obra, aún le indicó al animal:
-Si quieres reparar tu culpa hacia el hombre, tendrás que trabajar la Tierra para obtener de ella su alimento, seréis tú y tus hijos quienes arrastréis sus carros para ganaros el sustento.
Estas fueron las palabras del padre de los dioses y el motivo de la existencia de los búfalos. Desde aquella remota época, estos anima-les rumian hierba y pisan los arrozales tirando de los carros.

999. anonimo leyendas

La avecilla del ermitaño

Cuenta la leyenda de Monserrat que una avecilla quiso ganarse el afecto del ermitaño de San Jerónimo. Pensó en cantar ante su ventana para avisarle si había tormenta, pero no lo consiguió porque el hombre la cerraba cuando se levantaba viento. Pensó en cantar para avisarle de la hora que era, pero no lo consiguió porque las campanas del monasterio sonaban más poderosas que sus trinos... Sin desanimarse, pensó en advertir al hombre cuando llegaran visitantes por el camino y para ello se instaló en la copa de un pino frente a su ventana.
Un día vio venir a un desconocido que se detuvo ante la puerta. La avecilla cantó con un trinar agudo y continuo para advertir al ermitaño de ese modo particular, porque para avisarle de la visita de otro hermano o conocido había decidido cantar con un trino grave e intermitente.
Parecía que el buen hombre no comprendía sus trinos y cierto día sus temores se confirmaron, porque a pesar de cantar distinton según quién viniese, oyó que el ermitaño le decía a un amigo que había ido a visitarle:
-Esta avecilla que canta es mi predilecta: cuando alguien viene se pone a cantar.
Aunque oír aquello debería haber agradado al ave, en realidad la entristeció, porque se daba cuenta de que seguía sin ser útil al ermitaño de San Jerónimo. Hasta que llegó, por fin, un día feliz para la tenaz y paciente avecilla. Era ya invierno y el ermitaño recibió la visita de su amigo:
-¿Ha podido su pajarillo sobrevivir a las heladas de enero? -le preguntó al ermitaño.
-Sí, gracias a Dios -contestó éste-. Y ahora sé el significado de sus trinos: trata de anunciarme la presencia de las visitas.
Llegó la primavera y la avecilla era feliz porque el ermitaño ya comprendía sus cantos.
Cierto día, el amigo preguntó al hermano si la avecilla que cantaba en el pino era siempre la misma.
-¡Vaya si lo es! -repuso él. Además, su afecto es tan grande como su sabiduría: antes de que alguien asome, ya sé por ella si viene un amigo o un desconocido.
Le contó el ermitaño a su amigo que había notado que, para la llegada de forasteros, el paj arillo no dejaba de trinar, mientras que si venía un conocido, sus silbidos eran cortados.
La avecilla de Monserrat por fin se sentía satisfecha de ser útil a aquel hombre cuando cierto día vio cómo el ermitaño, con lágrimas en los ojos, cerraba su vivienda. El animalito no alcanzaba a entender que allá abajo, en el llano, los hombres se perseguían y mataban, quemaban los campos y talaban los árboles. ¡No sabía que había estallado una guerra que obligó al monje a abandonar el lugar!
Lo cierto es que la avecilla se quedó sola y allí pasó el invierno y la primavera.
Cierta noche de tormenta la ermita de San Jerónimo fue alcanzada por un rayo que la redujo a ruinas. Al día siguiente, varios monjes de Monserrat fueron a contemplar aquella desolación y, entre ellos, la avecilla reconoció a su querido ermitaño.
«¡Es él! -se dijo el pajarito-. ¡He hecho bien esperándole aquí!»
Y decidió que se marcharía con él.
Los monjes se dirigieron a la ermita de San Dimas, donde ahora vivían a causa de la guerra. La avecilla pensó que en aquel lugar podría serle útil a su amigo, e incluso a los amigos de su amigo. Seguro que el viejo monje la reconocería y les explicaría a sus compañeros de fe el significado de cada uno de los trinos con que el pajarito avisaba de las visitas. ¿Acaso no iban a recibir tantas o más que antes de su traslado?
Dicho y hecho, en cuanto llegó, la avecilla buscó un sitio donde esta-blecerse.
El ermitaño, efectivamente, reconoció a su querido pajarito y, sin saber si podría comprenderle, le dedicó estas palabras:
-¡Pobrecilla, mi fiel compañera! Has estado esperándome y ahora que me has encontrado, decides venir a vivir conmigo. ¡Cuánta fidelidad la tuya!
Aquellas palabras ya eran un regalo; pero la avecilla aún recibió más elogios cariñosos:
-Eres mi más fiel compañera, tanto en San Jerónimo como aquí. Mucho me costó comprenderte y ahora no sabría prescindir de ti. Ya sé por qué cantas ahora; quieres decirme que me acompañarás hasta el final.
Un mes después, el ermitaño bajó la larga cuesta que unía su ermita con el monasterio.
Antes de alejarse, se dirigió al pajarito:
-Adiós, querida amiga. Tal vez no volvamos a vernos jamás...
Y así fue, porque el buen ermitaño no regresó a la ermita que, meses después, fue habitada por otro ermitaño.
La avecilla, viendo que no regresaba el hombre al que era fiel, recorrió todas las ermitas, pero su esfuerzo no dio frutos. Y cuando la primavera floreció de nuevo, el pajarito murió de pesadumbre.
De no haber muerto en ese instante, habría oído tañir las campanas en honor del padre Berenguer, el ermitaño de San Jerónimo, que aquel mismo día había fallecido a causa de la vejez y la enfermedad.
Sin duda, las almas del ermitaño y la avecilla se encontraron de camino al cielo.

999. anonimo leyendas

La araña mizquir

Hace cientos de años llegó un verano tan caluroso que trajo consigo una plaga de moscas y mosquitos que picaban sin piedad.
Por fortuna, vivía entonces la valiente Mizquir, una araña infatigable que llenó los caminos fue apresada por la tela de Mizguir y cuando ésta iba a ahogarla, ella suplicó:
-¡No me mates! ¡Mis hijos morirán si les falto y aún molestarán más a las gentes!
Mizguir, compadecida y pensando que aquello que decía la mosca tenía sentido, la dejó en libertad y le ayudó a salir de su tela.
Pero cuando la mosca se vio libre, voló hacia donde estaban las demás moscas para advertirles de que se escondieran bajo el tronco del chopo, porque ella había caído en la tela de Mizguir y, aunque se había salvado, sabía lo poderosa que era tal araña y no pararía hasta dar muerte a la mayoría de las moscas y mosquitos que molestaban a todo bicho viviente.
Haciendo caso del aviso, los insectos se escondieron debajo del tronco del chopo.
Al notar que habían desaparecido sus presas, Mizguir se quedó sorprendida y llamó al grillo, a la cigarra y al escarabajo.
-Tú, grillo, toca tu corneta; tú, cigarra, bate tu tambor; y tú, escarabajo, asómate debajo del chopo y anuncia que la valiente Mizguir, la araña tejedora, ha muerto. A ver si así moscas y mosquitos salen de su escondite.
Dicho y hecho, los tres amigos de la araña obedecieron y, al tiempo que el grillo tocaba su corneta y la cigarra el tambor, el escarabajo se metió bajo el tronco del chopo y anunció:
-¿Por qué estáis aquí escondidos?
¡Ya no vive la valerosa Mizguir!
La noticia, que se veía corroborada por los sones de los otros animales, causó gran alegría entre las moscas y los mosquitos. Todos abandonaron su refugio y echaron a volar con tal aturdimiento que no tardaron en caer en las redes de Mizguir, que entretanto se había afanado en sembrar el entorno con sus telas pegajosas. Después, al zamparse cada insecto, no dejaba de decir con cierto retintín:
-Tenéis que visitarme más a menudo y no sólo para servirme de alimento.
Creo que debería enseñaros a ser más listos...

999. anonimo leyendas

La amada imposible

Hace mucho tiempo vivía en el puerto chileno de Matanzas una mujer muy bella.
Tanto, que todos se enamoraban de ella, pero por más que la obsequiaban, ninguno conseguía de ella ni una sonrisa: no era mujer que se dejara engatusar por el lujo o las joyas.
Esperaba pacientemente a que llegara a su corazón el amor verdadero.
Cierto día arribó al puerto un curtido capitán. Enseguida se prendó de la joven y ella también notó que aquel caballero era diferente. Pronto se enamoraron.
Pero cuando el resto de la población se enteró de que se iban a casar, un grupo de celosos fueron a ver a una bruja para pedir un encantamiento que anulase la boda. ¡Tal era la envidia que sentían que, si aquella mujer no era para ellos, no consentirían que fuese para ningún otro!
Dicho y hecho: la bruja consiguió que cada uno de los hombres ricos y despechados le diera parte de su fortuna y a cambio obró el maleficio. La malvada hechicera convirtió a la novia en una roca que, dicen, reproduce sus bellas líneas de mujer.
Hoy, llaman a esta roca «la sirena». Mira siempre hacia el hori-zonte, de cara al mar, como esperando la llegada del único capitán que supo entender el valor de su amor; el único que la mereció y al cual espera por los siglos de los siglos. Tal vez un día venga a desencantarla...

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Juan petirrojo

En la aldea de Guirek sobrevivía tristemente una viuda con su hija Rosette y una vaca flaca y vieja como única posesión.
La pequeña Rosette crecía fuerte y nunca dejaba de cuidar de la vaca.
Cierto día, mientras el animal pastaba libre en los campos, la niña se entretuvo escuchando el canto de un petirrojo que parecía querer contarle algo con sus trinos. La verdad es que se quedó tan extasiada escuchando al pajarillo que no se dio cuenta de que su querida vaca se internaba en el bosque, donde había muchos peligros.
Cuando el petirrojo desapareció, la vaca había sido atacada por los lobos y yacía muerta a la entrada del bosque. La niña rompió a llorar cayendo sobre unos matojos de hierba dorada.
Cuenta la leyenda que, cuando un humano cae sobre este tipo de hierba, comprende el lenguaje de los animales y así debe de ser pues, al poco tiempo, regresó el petirrojo y Rosette consiguió entender lo que decía:
-No desesperes. Soy tu amigo, me llamo Juan Petirrojo y tengo el poder de hacer feliz a alguien una vez al año. Y te he elegido a ti.
Lo que más deseaba la niña era tener una crucecita de plata a la que rezar y unos zuecos que cubrieran sus pies.
-Tendrás eso y más si sigues mis indicaciones -aseguró el pajarillo.
Y la niña, prometiendo cumplirlo, vio cómo aparecían ante ella los zuecos y la cruz. El pajarillo le pidió que caminara sobre las aguas del río porque en la otra orilla había una hermosa vaca para su madre. La niña lo hizo y pudo llevarse la vaca a su morada.
La vaca daba tanta leche que todo el mundo en la región quería comprarla.
La mujer aceptó venderla y un hacendado se llevó el animal a cambio de ciertas riquezas pero, a la mañana siguiente, la vaca y regreso.
No puedo quedarme con ese hacendado avariento -advirtió la vaca, así que me convertiré en caballo para que no pueda reclamarme. Asombradas, la mujer y la niña no tuvieron más remedio que aceptar la voluntad de aquel animal.
Nadie había olvidado la historia de la vaca cuando, cierta mañana en que Rosette cargaba el caballo con sacos de trigo, comprobó que, a medida que iba sumando sacos a la carga, el lomo del animal se iba alargando, sin que pareciera que el peso le estorbara.
Tan maravilloso suceso también fue de inmediato conocido por todos, puesto que la niña y su caballo cargado tuvieron que cruzar la aldea camino del molino.
De inmediato recibió la oferta del propio molinero para quedarse con el animal y fue tanto lo que ofreció, que tras consultarlo con su madre decidió aceptar.
Así, la viuda y la niña obtuvieron el molino y todos los cerdos y tierras del molinero. Ya no eran pobres y todo gracias a aquel petirrojo.
Pero el asombro no terminó ahí: al día siguiente también el caballo regresó y no se pudo evitar.
-He escapado -dijo el rocín porque no quiero ser el caballo de un hombre que no me aprecia y sólo me quiere para trabajar, así que me convertiré en carnero.
Ante las mujeres apareció el carnero que más lana daba del mundo. De nuevo apareció otro hombre avaricioso que deseaba tener aquel animal prodigioso, así que tras negociar con la viuda, le ofreció una gran fortuna a cambio.
Cuando por fin la mujer y la niña recibieron todo lo que el hombre les había prometido y vieron colmada su felicidad, el carnero mágico desapareció del pueblo como por encanto: había terminado su cometido.
Sin embargo, aquella mujer bondadosa y su hija no olvidaron nunca que sus vecinos, de alguna manera, las habían ayudado.
Por eso repartieron cuanto tuvieron con ellos y con todos los que lo necesitaron.

999. anonimo leyendas

Juan linterna

Había una vez un herrero aficionado al aguardiente. Un día se presentó en su taller un hombre al que apodaban el Malo, que venía a llevárselo. Pero tanto suplicó el herrero que el Malo cedió: volvería a buscarlo al año siguiente y, además, le concedía dos dones que le permitirían algunas ventajas. Primero hechizó una silla, para que quien se sentara no pudiera levantarse hasta que el herrero le diera permiso, y después hechizó su martillo, para que quien lo tomara no pudiera dejar de golpear hasta que el herrero lo consintiera.
Pasó el año y volvió el Malo. El herrero fingió hallarse ocupado y le rogó:
-Por favor, siéntese hasta que termine, que es urgente y no quiero dejar nada pendiente.
El Malo, sin darse cuenta de la trampa, tomó asiento en la silla encantada y no pudo levantarse de ella hasta que le prometió al herrero que se ausentaría un año más.
Al cabo de aquel tiempo regresó el Malo a cumplir con su propósito de llevarse al herrero. Otra vez fingió el herrero estar muy ocupado y, en esta ocasión, cambió de táctica y le pidió al visitante que, por favor, le ayudase para terminar con su trabajo antes de marcharse.
El Malo, que era bastante simplón y no poco tonto, empuñó el martillo hechizado y tuvo que estar golpeando hasta que el herrero le libró de la tarea, tras hacerle prometer que esperaría un año más para llevárselo
Sin duda, el herrero había aprendido bien cómo retrasar el momento...
Pero pasado el tercer año, volvió el Malo a por el herrero. Éste suplicó y lloró de nuevo, pero no le sirvió de nada y el Malo lo metió en un saco y se lo llevó. De camino, el Malo se detuvo a comer y, al sentarse a la mesa, metió el saco debajo, ocasión que aprovechó el herrero para escaparse y poner a un animal en su lugar.
Después de comer, el Malo siguió con su saco.
Cuando llegó a su hogar, al abrir el saco, en lugar de salir el herrero salió un enorme perro que le dio un gran susto.
El día que murió el herrero y se presentó en el cielo, no le dejaron entrar. Bajó entonces al infierno y, en la puerta, se encontró con el Malo que le dijo:
-Aquí no entras, pues te burlarías de mí -y dicho esto, le cerró la puerta.
Desde entonces, el herrero vaga del cielo al infierno y viceversa. En su viaje, se le ve brillar y por eso le llaman Juan Linterna.

999. anonimo leyendas

Helver y los genios

Cierto día, al caserío de Helver llegó un cazador de osos con un gran oso blanco amaestrado pidiendo cobijo para pasar la noche.
-Quédate cuanto quieras -le ofreció Helver, pero esta noche recibiremos la visita de los genios del bosque y no me hago responsable de que pongan nervioso al oso.
A pesar de la advertencia, el viajero se quedó con su oso dormitando cerca del fuego y los genios llegaron a medianoche.
Los genios, peludos y feos, jamás habían visto un oso blanco y, creyendo que era un gato enorme, se atrevieron a pellizcarle el hocico. El oso se despertó y lanzó tal gruñido que los genios huyeron de la casa a la carrera.
Ni siquiera les quedaron ganas de preguntarle a Helver de quién era y qué hacía allí un animal tan antipático.
Lo cierto es que Helver había visto la escena desde su cuarto y, como la visita de los genios no le gustaba, ideó un plan para alejarlos de su casa para siempre.
Fue a visitarlos al bosque y les dijo:
¿Os acordáis del gran gato blanco que os asustó en mi casa? -habló con tono inocente. ¡Pues era hembra y ha tenido gatitos!
¡Os lo advierto porque si la madre resultó fiera, no sabéis lo que son sus crías!
Y resultó: los genios jamás volvieron.

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Helga la embustera

El rey de Suecia estaba triste porque, aunque su hija era muy hermosa, también era una gran mentirosa. Harto de su defecto, el rey organizó un concurso que consistía en contarle a la joven la mentira más grande y desproporcionada, prometiendo como premio para el ganador la mano de la princesa Helga. Se presentaron cientos de candidatos, pero las mentiras de la joven eran insuperables.
Un día acudieron tres hermanos ricos dispuestos a probar fortuna.
Los dos hermanos mayores tuvieron la misma suerte que otros concursantes anteriores: fueron vencidos por las mentiras de la princesa. Ambos intentaron convencer a su hermano menor, Olav, de que no merecía la pena ni intentarlo, cuando el joven les informó de que tenía un plan.
Cuando por la mañana Olav volvió al palacio, con la primera persona que se topó fue con Helga y ambos iniciaron una conversacion:
¿Sabéis? -dijo ella. Aquí hay un buey tan grande que, si se sientan en sus cuernos dos pastores, no llegan a tocarse las manos.
-¡Eso no es nada! -repuso Olav. Si dos pastores se sientan en los cuernos de nuestro buey más grande y tocan la flauta, no alcanzan a oírse el uno al otro.
-Pues nosotros recogemos siete tinajas de leche de una sola vaca -mintió Helga.
Y nosotros echamos la leche de cada vaca en odres tan grandes como palacios...
Y así siguieron ambos, contándose las mentiras más desproporcionadas durante siete días y siete noches.
Si la imaginación de la princesa era desbordante, al joven Olav siempre se le ocurría algo más en lo que exagerar, porque siempre hablaba después que la princesa.
Al cabo de ese tiempo, agotados ambos, la princesa cedió y reconoció que Olav la había vencido. Cumpliendo con el deseo y la palabra de su padre, accedió a casarse con el joven que había sido un digno rival y que, también, desde entonces, fue un buen marido... ¡nada aburrido, por cierto!

999. anonimo leyendas