Translate

miércoles, 15 de agosto de 2012

La virgen del valle

La imagen de la Virgen del Valle es venerada en todas las provincias andinas.
El día de su festividad acuden al santuario del Valle millares de creyentes, muchos de los cuales han tenido que realizar un largo viaje para llegar allí.
La tradición ha conservado el recuerdo de sus numerosos milagros, entre los cuales figura el muy conocido de "la cadena".
La santa imagen fue sacada de la Gruta de Choja (Catamarca), por el español Manuel Salazar, en el año 1618. Nadie sabe quién la llevó hasta ese punto y la escondió en la gruta de piedra, rodeada de peñascos, donde fue hallada por los indios, a principio del siglo XVII.
Estos la festejaban a escondidas, con danzas y fogones, creyendo que Dios mismo la había colocado allí.
Un indio, sirviente de Salazar, reveló a su amo el secreto de la Virgen, y Salazar, atento a las informaciones recibidas, encontró la imagen y la sacó de su nicho de piedra, a pesar de la oposición de los indios.
El español la llevó primero a Collagasta y luego a su residencia del Valle Viejo; pero durante aquella noche desapareció la imagen, y fue encontrada al siguiente día en el interior de la gruta. Salazar la llevó nuevamente a su casa, de donde desapareció por segunda vez. Los vecinos interpretaron estas ausencias de la Santa como una manifestación de su divina voluntad: la Virgen abandonaba la vivienda particular, porque no quería ser "patrona de pocos", sino de muchos y de todos. Entonces, convencidos de este deseo, los vecinos edificaron una capilla, y allí colocaron la imagen milagrosa.

Extraída de "Antología Folklórica Argentina", del Consejo Nacional de Educación, Guillermo Kraft Ltda., 1940.  

015. anonimo (argentina)

La virgen de la ciudad del esteco

La ciudad de Esteco era, según la leyenda, la más rica y poderosa de las ciudades del norte argentino. Se levantaba en medio de un fértil y hermoso paisaje de la provincia de Salta. Sus magníficos edificios resplandecía revestidos de oro y plata.  Sus habitantes estaban orgullosas de su ciudad y de la riqueza que habián acumulado. Usaban un lujo desmedido y en todo revelaban ostentación y derroche. Eran soberbios y petulantes. Si se les caía un objeto cualquiera, aunque fuese un pañuelo o un sombrero, y aun dinero, no se inclinaban siquiera para mirarlos, muchos menos para levantarlos. Solo vivián para la vanidad, la holganza y el placer.  Eran, además, mezquinos e insolentes con los pobres, y despiadados con los esclavos.
Un día, un viejo misionero entró en la ciudad para redimirla. Pidió limosna en cada puerta, pero ninguna persona le respondía: salvo una mujer. Ella era muy pobre y viviá en las afueras de la ciudad con su hijo pequeño. Entonces, mató a la única gallina que tenia para darle de comer a aquel extraño. El misionero predicó desde el púlpito la necesidad de volver a las costumbres sencillas y puras, de practicar la caridad, de ser humildes y generosos, y todo el mundo hizo burlas de tales pretensiones. Predijo, entonces, que si la población no daba pruebas de enmienda, la ciudad sería destruida por un terremoto. La mofa fue general y la palabra, terremoto, comenzó a ser burla de todos.
El misionero se presentó en la casa de la mujer pobre y le ordenó que en la madrugada de ese día saliera de la ciudad con su hijito en brazos. Le anunció que todo se echaría a perder, que todos morirían y que ella y su hijo se salvarían por su caridad.  Eso si, le puso una condición, no debía mirar nunca hacia atrás, aunque le pareciera que se perdía el mundo.
La mujer hizo caso, durante la madrugada salió con su pequeño hijo en brazos.  
Un trueno ensordecedor anunció la catastrofe. La tierra se estremeció en un pavoroso terremoto, se abrieron grietas inmensaas y lenguas de fuego brotaban por todas partes.  La ciudad y su gente se hundieron en esos abismos ardientes. La mujer caritativa marchó un rato oyendo a sus espaldas el fragor del terremoto y los lamentos de la gente, pero no pudo más y volvió la cabeza, aterrada y curiosa. En el acto, se transformó en una mole de piedra que conserva la forma de una mujer que lleva un niño en brazos. Los campesinos la ven a distancia, y la reconocen; dicen que cada año da un paso hacia la ciudad de Salta.

015. anonimo (argentina-salta)

La tirana

Cuenta la leyenda que en el otoño de 1535, salió del Cusco, rumbo a Chile, el conquistador Diego de Almagro, con unos 500 españoles y diez mil indígenas. Entre ellos llevaba, como rehenes, a Huillac Huma, último sumo sacerdote del culto del sol, con su hermosa hija de 23 años, la Ñusta (princesa).  
La joven logró huir y se refugió con algunos seguidores en un oasis de la Pampa del Tamarugal, que dominó a sangre y fuego. Ejecutaba sin piedad a todo extranjero o indígena bautizado que cayera en sus manos. La llamaban la “Tirana del Tamarugal”.  
Pero... un día apareció un joven y apuesto minero, Vasco de Almeida. La Ñusta se enamoró perdidamente e inventó la forma de demorar su muerte.
Tal era su amor, que, en los meses que siguieron ella se convirtió al cristianismo y él la bautizó. Cuando sus seguidores descubrieron su traición, los mataron a ambos bajo una lluvia de flechas.  
Años más tarde, un evangelizador español descubrió entre las ramas de tamarugos una tosca cruz de madera. Enterado de la tragedia, levantó en el lugar una capilla.

015. anonimo (argentina)

La salamanca

En la Europa posterior a la expulsión de los moros mucho se habló de las Cuevas de Salamanca, donde se decía los árabes practicaban brujerías en su interior  y luego esparcieron esta práctica condena da por la  iglesia en toda la Península. Tal fue la difusión entre los habitantes españoles que se han escrito sainetes para ridiculizar a la sociedad de la época  utilizando como tema central la Cueva de Salamanca.
Una de las sátiras es la obra de Francisco Botello de Moraes y Vasconcellos que en su obra Historia de las cuevas de Salamanca incluye un episodio donde dos  damas (la ama y su criada ) aprovechado la ausencia  del marido de la patrona se entregan a juegos  lujuriosos y comilonas con sus amantes el Sacristán y el Barbero.
SALAMANCA es una Provincia española ubicada en el centro oeste del territorio español en el antiguo reino de León, cerca de la frontera con Portugal entre los 40º15’ y 41º20’ de latitud norte y los 5º6’ y 6º56’ de longitud oeste del Meridiano de Greenwich.
También se llama Salamanca a la Diócesis de la Provincia Eclesiástica de Valladolid. Ocupa la mayor parte del territorio civil y 2 parroquias de Zamora.
En el norte argentino la Leyenda de la Salamanca tienemuchos adeptos, los que están convencidos de su existencia. Los cantores populares han recogido este  pensamiento folclórico volcándolo en canciones que hablan de su existencia y logros obtenidos por aquellos que la han visitado.
Básicamente se trata del baile de los diablos, donde asisten los condenados, los perdidos, los poseídos, es decir todos aquellos socialmente repudiados. También  entran a La Salamanca aquellos que quieren obtener ciertas destrezas para el canto, la oratoria, la jineteada, etc. que el Diablo les otorga a cambio de su alma, la que debe ser entregada en un tiempo estipulado en el contrato firmado con sangre. En la  región montañosa el pueblo la ubica en las cuevas y socavones de las laderas. Dicen escuchar música, risas estridentes y un irresistible deseo de ingresar en ella. En cambio en la llanura boscosa el paisano dice que ésta se halla en lo profundo de los montes. Junto a los diablos, las diablas y los marginales que arman  tremendo alboroto cantando y bailando, están las  brujas y brujos que van a actualizar sus conocimientos.
La literatura gauchesca ha recogido en la pampa (llanura pampeana) la historia de Santos Vega el  payador que obtuvo sus habilidades en la Salamanca y cuando Juan sin Ropa (el diablo) se presentó a buscarlo lo desafió en un contrapunto siendo vencido.
Conozco las versiones de Hilario Ascassubi y Rafael Obligado.
Fausto el héroe de una leyenda alemana, había cambiado su alma al diablo a cambio del conocimiento de lasciencias y los placeres. En la obra teatral FAUSTO éste es un viejo que se enamora de una jovencita y  para obtener sus favores pacta con Satanás.

015. anonimo (argentina)

La quena

Un joven peruano, de apellido Camporeal, hijo de un español y de una india, se enamoró de una doncella descendiente de los conquistadores.
Los padres españoles de la virgen peruana, entendieron que los amantes no podían llamarse esposos por la desigualdad de sus cunas. Alejado Camporeal de Lima, se le hizo saber que su prometida había dejado de amarle, enlazándose voluntariamente con un apuesto caballero.
Entonces el joven rechazado, abrazó la carrera del sacerdocio.
Transcurrido el tiempo, volvió a Lima, donde un día señalado en los anales del infierno, volvió encontrarse con su antigua amada: celebrando en un templo, al volverse al pueblo para decir.
-El Señor sea con vosotros, la mujer le respondió con su inteligente y atractiva mirada: 
-Tú serás conmigo.
Desde aquel momento, se despertó en el pecho de Camporeal la dormida y fiera pasión. Acudió a la tentación atraído por el amor y fue perjuro a sus votos. Nunca mayor tempestad destrozó el alma de un hombre amante de la virtud. Pero él amaba a María por sobre todo; élla significaba todo lo bello y lo bueno.
Vencidos, ambos se dejaron deslizar por el plano inclinado en que la fatalidad los colocara. Huyeron a las montañas y les pidieron asilo. Estable-cidos en una pobre e improvisada cabaña, pasaron algún tiempo gustando un amor mezclado con los remordimientos.
La mano de la desgracia señaló a la muerte el apartado lugar en que habían burlado a sus perseguidores. El alma de la infortunada peruana, al abandonar la tierra, arrastró consigo la razón del más infortunado: Camporeal y él, avaro, no quiso desprenderse de su tesoro. Aquel amante dantesco sacó del lecho el helado cuerpo de María, lo colocó en el banco de tosca piedra en que élla acostumbraba sentarse, ocupó el sitio de la derecha y formó el propósito de presenciar la lenta descomposición del cadáver. Durante las fúnebres veladas que pasó con la muerte, compuso un canto, no  imitado ni imitable. En cada estrofa consiguió la metamorfosis de una de las gracias de María operada por la disolución de la carne, que iba desprendiéndose gradualmente de los huesos. Luego de que el cadáver quedara reducido a blanco esqueleto, él formó con una de sus tibias, una flauta y con élla, después de sepultados los restos de María, evocaba el alma de su amante, en la noche callada y rumorosa. Eran tan desgarradores los sonidos del terrible instrumento, que los pastores de las cercanías, percibiendo los lamentos emanados de una región misteriosa, abandonaron sus humildes cabañas.
La música y las palabras del canto de Camporeal son conocidas en el Perú como manchai-puito, que significa canto aterrador.

015. anonimo (argentina)

La pericana

La Pericana es una mujer vieja, muy alta, de largos dientes. Lanza fuego por los ojos y dicen que tiene una cola hecha de espinas -algunas versiones aseguran que la cola es de clavos. Además, lleva un rebenque largo con el que azota a los niños que, a la hora de la siesta, están fuera de sus casas sin permiso de los  padres.
Recogimos una versión de un hombre mayor llamado Dante Montero, oriundo  de la provincia de San Juan, que nos aseguró que en su infancia se encontró con la Pericana. Dijo que él y un grupo de amigos descansaban  a la sombra de un árbol, y que de pronto, desde el  lado de los viñedos se les apareció una figura de dos  metros de alto que echaba fuego por los ojos y los amenazaba con un largo rebenque.
Uno de los temas de conversación de los niños en ese momento era la Pericana y mientras manifestaban su incredulidad acerca de la leyenda, se burlaban de ella y decían, en tono de broma, que si se les llegaba a aparecer la iban a aporrear entre todos.
 Los niños, al ver esta aparición, se quedaron tiesos e imploraron que no les hiciera daño con la firme promesa de no volver a burlarse de ella.  No obstante, la Pericana los azotó y les dijo que nunca más quería volver a verlos andar solos en sus dominios y menos a  la hora de la siesta. Asi mismo, les dijo que si  llegaba a verlos nuevamente, los llevaría a su cueva y  los obligaría a trabajar para ella por el resto de sus vidas.

015. anonimo (argentina-san juan)

La media res

Habitaba en La Pampa un pobre gaucho con su mujer y su hijo, en la peor miseria. Había sido despedido de su trabajo y, enfermo y sin recurso alguno, tuvo que mandar a los suyos a mendigar alimentos por los ranchos vecinos.
Un día, refugiados en una choza abandonada y en ruinas que apenas los defendía contra las inclemencias del tiempo, el infeliz matrimonio se lamentaba de su mala suerte. Hasta que, de golpe, oyeron los ladridos descompuestos de los perros que entraban en la casa presos de terror. El marido se asomó a la puerta y vio a un distinguido caballero vestido finamente que se apeaba de su caballo y preguntaba por él. Entonces, muy sorprendido quedó el pobre gaucho ante aquella visita. Lo hizo entrar, lamentándose de que, en su absoluta pobreza, no tenía nada para obse-quiarle. Pero  el caballero ya conocía la tristeza de su situación y venía precisamente por ello, a remediar sus necesidades ya ofrecerles una cuantiosa fortuna. Ahora podrían ser inmensamente ricos y vivir rodeados de lujo y comodidades, a cambio de una pequeña concesión.
El marido pidió que les explicara de qué se trataba:
-No os tenéis que preocupar por nada; todo os lo proporcionaré yo a cambio del alma de vuestro hijo -dijo, con un perfecto castellano.
La mujer, al oído, enseguida se dio cuenta de que se trataba de Mandinga, el Diablo, entonces se santiguó horrorizada. En el acto, el caballero desapareció y dejó la cabaña impregnada de un fuerte olor de azufre e incienso. El gaucho y su esposa se quedaron atónitos: ellos eran cristianos y por nada del mundo  venderían el alma de su querido hijo. No obstante, oferta no dejaba de ser tentadora, y en aquella miseria en la que se encontraban no había ningún dios que viniera a auxiliados.
Se quedaron discutiendo cómo se podrían complementar las dos cosas, hasta que al marido se le ocurrió una idea brillante: tomó su caballo y partió...
En las cercanías existía una capilla de la Virgen que ellos frecuentaban. Al llegar allí, se postró ante la imagen y le suplicó fervorosamente que le aclarase lo que debía hacer. La Virgen le aconsejó que no tuviera miedo de tratar con el Diablo, ni de vender el alma de  su niño, si la dejaba intervenir; que le llevase allí a su hijo y lo abandonara en sus manos, y que hiciera el pacto de presencia.
Pocas horas después, el padre había vuelto al lugar, esta vez con el niño. Invocaron al Diablo y este apareció con una bolsa llena de monedas de oro, que le entregó al hombre mientras reclamaba su pacto.
La Virgen intervino, y con voz dulce dijo que el niño era suyo. Pero el Diablo protestó insolente y juró venganza. Al momento, se vio salpicado de agua bendita que le produjo heridas terribles y calló de boca ante la reina de todos los reinos. La Virgen propuso que  cedieran los dos y se repartieran el niño, y ante las protestas diabólicas lo cortó, de arriba abajo, en dos  partes iguales. Eligió la derecha, y le dio la  izquierda al demonio, que marchó iracundo hacia el Infierno.
  El hijo recibió de la Virgen el nombre de Media­Res, y un talismán, con el que vencería siempre, que era un escapulario. Alegre, marchó a su casa, donde sus padres contemplaron apenados a su medio hijo. Pero él, animoso, les consoló y les aseguró que pronto recuperaría la otra mitad, y por ello quiso marchar en aquel momento, para conquistada.
Entre todos, realizaron con rapidez los preparativos del viaje, le proporcionaron un soberbio caballo, buenos trajes y, armado de cuchillo, lazo y una maza pesada, después de recibir la bendición paterna partió en busca de su otra mitad.
Al atravesar una extensa llanura vio acercarse hacia él a un toro bravo, de aspecto amenazador, que echaba llamas por sus fauces. El muchacho no se acobardó y con gran habilidad le echó el lazo, y cuando lo tuvo  sujeto por los cuernos le clavó su cuchillo en el cuello, hasta matado en seco, de una sola puñalada.
Entonces desmontó y se hizo del cuero, y fabricó una correa muy larga que engrasó bien con sebo de toro.
Ya en el bosque oscuro, un tigre le saltó entre la matas y le enseñó los dientes, mientras rugía con una fiereza incomparable. El muchacho esperó a que se acercara y, cuando lo tuvo a su alcance, le dio en la cabeza con la maza y lo mató en el acto. Luego, le arrancó la piel y con ella cubrió su montura.
Continuó marchando y casi llegando el anochecer se vio rodeado de un círculo de llamas que salían de la tierra; fue cuando sacó su escapulario y al instante las llamas desaparecieron. Unos metros después comprobó que el sendero estaba cortado por una sima profunda, de la que salían rugidos pavorosos. El joven, decidido, se enrolló a su cuerpo la piel tigre, ató a su caballo la correa sacada del cuerpo del toro y se deslizó por ella hasta ascender a aquella profundidad que parecía llegar al centro de la Tierra. Ya en el fondo, se encontró con una caverna, junto al toro y al tigre que él había matado y quitado la piel. A tientas, encontró una puerta y golpeó en ella. Una joven bellísima abrió la puerta, aunque vestida con harapos y con el sufrimiento reflejado en  su rostro. El muchacho dijo que él se llamaba Media-Res, y ella, asustada, le aconsejó que huyera, pues su dueño era el Diablo y lo mataría. Media-Res descubrió que la joven era nada más ni nada menos que la hija de un rey y que el Diablo la había aprisionado desde muy pequeña. Entonces le prometió su libertad. La princesa, sintiéndose atraída por él, le prometió que si eso sucedía ella se convertiría en su esposa.
El joven llegó hasta el Diablo y le ofreció sus servicios: domar potros salvajes. Al día siguiente, le mandaron domar uno muy feroz, con la crin erizada y aliento de fuego, que se encabritaba sobre el muchacho, como queriéndolo aplastar. Con gran maestría, él le echó el lazo y, cuando lo tuvo bien sujeto, lo ensilló y lo montó, lo golpeaba con su maza hasta dejarlo domado. Por la tarde tuvo que encargarse del mismo Diablo, transformado en caballo, que Media-Res montó sin saber, y castigó con saña. El animal emprendió un galope e intentaba arrojar a un lago de fuego al jinete, pero el hábil Media-Res lo golpeó con tanta fuerza que lo obligó a saltar sobre el lago, y a caer en la otra orilla. Allí, con su cuchillo, le cortó la oreja al animal, que volvió a tomar su figura de Diablo.
Mandinga, humillado y sin oreja, se largó a llorar como una pobre criatura, suplicante, le pedía a Me­dia-Res que se la devolviera. ¡Era la mayor deshonra para un demonio, presentarse en el Infierno con ese aspecto! El joven accedió con la condición de que él le diera la otra mitad del cuerpo que le había sustraído. Y el Diablo no tuvo más remedio que ceder.
Inmediatamente, Media-Res se convirtió en un bello y arrogante mancebo. Fue en busca de la princesa que, al vedo, quedó perdidamente enamorada de él. Entonces, ambos huyeron en un caballo y llegaron al palacio del rey, el padre de la princesa, que se abrazó a su hija mientras lloraba de emoción.
Al héroe lo recompensó dándole por esposa a la princesa, y lo nombró heredero de todo su reino.
Juntos, vivieron más de cien años, y ya nada falto a ninguno de la familia Media-Res.

 015. anonimo (argentina-pampa)

La madre del agua

La leyenda de la Yacupamama, Mayumaman o Madre del Agua, es una de las más antiguas.
Se trata de una mujer, hermosa, de largo cabello rubio que los lugareños dicen ver en los espejos de agua. Enalgunos casos, aparece sobre una roca, en otros, simplemente está posada sobre el agua.
Se ve solamente de día. Primero es una nube de luz dorada y poco a poco adquiere forma de mujer. De la cintura para abajo, parece un pez, lo que permite asimilada a la conocida leyenda de la Sirena.
Se peina sus cabellos dorados con un costillar de pez.
En algunos pueblos, dicen que este procedimiento lo lleva a cabo con un peine de oro.
Se comenta que trae suerte a quien puede veda, siempre y cuando, el afortunado no cuente a nadie la experiencia. Por ello, hasta aquí, los datos obtenidos son coincidentes, pero según el lugar de donde provenga, la leyenda tiene sus peculiaridades. Se la ha encontrado en la confluencia de dos ríos, en la orilla de un río después de una creciente, en un lago o en una laguna.
En algunos casos, dicen que protege un tesoro escondido en el fondo del río y que allí tiene su casa.
Sale a la superficie para atraer a los jóvenes hacia ella y de sucumbir a esa tentación, los seducidos muchachos, desaparecen para siempre y son condenados a formar parte del ejército que la Madre del Agua tiene para cuidar su tesoro.
Otros, más incrédulos, opinan que la leyenda fue inventada para que los niños que vivían en las cercanías de un espejo de agua, no se aventuraran a nadar en el mismo, por el peligro que eso conlleva yque la historia fue concebida para infundirles temor, para protegerlos. Sin embargo, hay quienes juran que vieron a la mujer de cabellos dorados o que referencias de ella, de parte de personas serias y creíbles.
Más allá de los matices propios de cada lugar, la idea general es que la Madre del Agua es un augurio de buena fortuna, en tanto y en cuanto se la mire de lejos y que, por el contrario, para aquellos que pretenden acercársele se convierte en una trampa mortal.

Historia I

Unos arrieros acamparon una noche en una quebrada y mientras dormían se les escaparon tres mulas y se fueron a la orilla de una laguna. Después de varios días de búsqueda, el joven peón al que habían llevado  para cuidarlas, llegó a la laguna y allí se encontró con una sirena. Fascinado y sorprendido el joven permaneció durante varias horas mirándola. Finalmente, la Madre del Agua le habló y le dijo que no preocupara por las mulas porque las tenía ella y le indicó cómo debía hacer para recuperarlas.
Además, si hacía lo que ella decía, iba a obtener como recompensa la admiración y el respeto de su patrón y sus compañeros. Si acataba las indicaciones, ella se le aparecería convertida en una vaca mala en el lugar donde acampaban, y lo atacaría. El joven debería  enfrentada, tomada por las astas y hacerla huir.
Luego, tendría que perseguida, solo, para mostrar su audacia y valor.
Se encontrarían en la orilla de la laguna, donde la sirena le restituiría las mulas y además le regalaría una vaca igual que la otra, pero mansa, para que los demás hombres pensaran que él la había domado.
 El joven volvió al campamento y se durmió esperando la mañana siguiente, que era cuando debía suceder lo que la Madre del Agua le había dicho. Sin embargo, al verse atacado por la vaca mala, se atemorizó y huyó.
Lo encontraron desmayado y durante ese día y el siguiente estuvo enfermo. Al tercero caminó solo hasta la laguna, con el propósito de encontrar otra vez a la sirena.
Pero no halló ni siquiera la laguna, porque había desaparecido y en su lugar encontró una sierra desconocida y tres columnas de piedra negra que, en realidad, eran las mulas petrificadas por la ira de la sirena. Entonces, el muchacho enloqueció, y en sus delirios hablaba constantemente de esta historia...
Con el tiempo se fue debilitando, hasta que murió.
                         
 Historia II

Tres jóvenes que habían oído historias acerca de la Madre del Agua iniciaron un viaje en búsqueda de la laguna donde ella habitaba, con el propósito de pedirle que le concediera a cada uno, un deseo.
Uno de ellos, quería obtener el amor de una mujer que lo había rechazado; otro, estaba interesado en conseguir parte de los tesoros custodiados por la sirena, y el último, deseaba curarse de una enfermedad que lo aquejaba desde hacía mucho tiempo.
Encontraron la laguna y allí acamparon, todo el tiempo se turnaban para avistar desde la orilla la posible y ansiada aparición de la Mayumaman.
Permanecieron allí durante varios días hasta que, una mañana de cielo claro vieron una luz dorada en medio del agua. Poco a poco, fue tomando forma de mujer que, desde lejos, los miraba y se alisaba los largos cabellos con un peine de oro. De pronto empezó a nadar hacia la orilla y se acercó lo suficiente como para poder observar a cada uno, directamente a los ojos.
El que estaba enfermo fue el primero en ser mirado por la sirena y, al cabo de unos segundos, empezó a sentir
un calor intenso en el estómago -que era la parte de su cuerpo afectada-, y el dolor que sentía fue atenuándose hasta desaparecer. Feliz, el joven se emocionó y les dijo a sus compañeros que se había curado.
Cuando le tocó el turno al segundo sintió, al ser mirado por la sirena, una sensación de paz que lo invadió. Extasiado por lo que sentía, permaneció estático, disfrutando del contacto de esa mirada.
Escuchó una voz hermosa en sus oídos:
-Cuando vuelvas, ella te estará esperando.
La sirena, lentamente empezó a alejar su mirada, pero la sensación de paz y felicidad permanecieron en él.
Les contó la experiencia a sus compañeros y ellos compartieron su emoción.
La sirena, entonces, se alejó nadando y luego se sumergió en la laguna.
El tercer muchacho empezó a llamarla, pero ella no respondió. Entonces, desesperado porque no había sido concedido su deseo, entró en la laguna y empezó a nadar. Sus compañeros lo llamaban con desesperación y le pedían por favor que volviese, pero él desoyó todas las advertencias y cegado por su ambición se internó cada vez más en el agua. De pronto, hubo un remolino, las aguas se agitaron y el joven desapareció.
Sus compañeros estaban desesperados, pero como eran amigos y hombres de bien, decidieron internarse en la laguna para ir a socorrerlo. Los dos des­aparecieron.
No hubo noticias de los tres muchachos, la gente del pueblo empezó a alarmarse y decidieron salir a buscados. Se dirigieron hacia el paraje donde se decía que estaba la laguna, pero solo hallaron un lugar árido y tres altas columnas de piedra.
Una de esas columnas al darle el Sol de la tarde, parece cambiar de color y tiene reflejos dorados.
La ambición y el atrevimiento del joven habían provocado la ira de la sirena.
Todas las leyendas de la Madre del Agua coinciden en: la belleza de la mujer, los cabellos dorados, la cola de pez, su magia para conceder deseos y el peligro que implica querer acercarse a ella con malas intenciones.

015. anonimo (argentina-sgto. del estero)

La leyenda del sol y la luna

Antes de que hubiera día en el mundo, se reunieron los dioses en Teotihuacan.
-¿Quién alumbrará al mundo? -preguntaron.
Un dios arrogante que se llamaba Tecuciztécatl, dijo:
-Yo me encargaré de alumbrar al mundo.
Después los dioses preguntaron:
-¿Y quién más?
-Se miraron unos a otros, y ninguno se atrevía a ofrecerse para aquel oficio.
-Sé tú el otro que alumbre -le dijeron a Nanahuatzin, que era un dios feo, humilde y callado. y él obedeció de buena voluntad.
Luego los dos comenzaron a hacer penitencia para llegar puros al sacrificio. Después de cuatro días, los dioses se reunieron alrededor del fuego.
Iban a presenciar el sacrificio de Tecuciztécatl y Nanahuatzin. entonces dijeron:
-¡Ea pues, Tecuciztécatl! ¡Entra tú en el fuego! y Él hizo el intento de echarse, pero le dio miedo y no se atrevió.
Cuatro veces probó, pero no pudo arrojarse
Luego los dioses dijeron:
-¡Ea pues Nanahuatzin! ¡Ahora prueba tú!
-Y este dios, cerrando los ojos, se arrojó al fuego.
Cuando Tecuciztécatl vio que Nanahuatzin se había echado al fuego, se avergonzó de su cobardía y también se aventó.
Después los dioses miraron hacia el Este y dijeron:
-Por ahí aparecerá Nanahuatzin Hecho Sol.
Y fue cierto.
Nadie lo podía mirar porque lastimaba los ojos. Resplandecía y derramaba rayos por dondequiera. Después apareció Tecuciztécatl hecho Luna.
En el mismo orden en que entraron en el fuego, los dioses aparecieron por el cielo hechos Sol y Luna.
Desde entonces hay día y noche en el mundo.

015. anonimo (argentina)

La leyenda de la piedra movediza de tandil

Era el principio de los tiempos. El Sol y la Luna eran marido y mujer: dos dioses gigantes, tan buenos y generosos como enormes eran.
El Sol era el dueño de todo el calor y la fuerza del mundo; tanto era su poder que de sólo extender los brazos la tierra se inundaba de luz y de sus dedos prodigiosos brotaba el calor a raudales.
Era el dueño absoluto de la vida y de la muerte.
Ella, la Luna, era blanca y hermosa.
Dueña de la sabiduría y el silencio; de la paz y la dulzura. Ante su presencia todo se aquietaba. Andando por la tierra crearon la llanura: una inmensa extensión que cubrieron de pastos y de flores para hacerla más bella. Y la llanura era una lisa alfombra verde por donde los dioses paseaban con blandos pasos. Luego crearon las lagunas donde el Sol y la Luna se bañaban después de sus largos paseos. 
Pero los dioses se cansaron de estar solos: y poblaron de peces las aguas y de otros animales la tierra.¡Qué felices se sentían de verlos saltar y correr por sus dominios! Satisfechos de su obra decidieron regresar al cielo. Entonces fue cuando pensaron que alguien debía cuidar esos preciosos campos: y crearon a sus hijos, los hombres. Ahora ya podían regresar. Muy tristes se pusieron los hombres cuando supieron que sus amados padres los dejarían. Entonces el Sol les dijo:
-Nada debéis temer; ésta es vuestra tierra. Yo enviaré mi luz hasta vosotros, todos los días. Y también mi calor para que la vida no acabe.
Y dijo la Luna:
-Nada debéis temer; yo iluminaré levemente las sombras de la noche y velaré vuestro descanso. 
Así pasó el tiempo. Los días y las noches. Era el tiempo feliz. Los indios se sentían protegidos por sus dioses y les bastaba mirar al cielo para saber que ellos estaban siempre allí enviándoles sus maravillosos dones. Adoraban al Sol y la Luna y les ofrecían sus cantos y sus danzas. 
Un día vieron que el Sol empezaba a palidecer, cada vez más y más y más... ¿qué pasaba?, ¿qué cosa tan extraña hacía que su sonriente rostro dejara de reír? Algo terrible, pero que no podían explicarse, estaba suce-diendo.
Pronto se dieron cuenta que un gigantesco puma alado acosaba por la inmensidad de los cielos al bondadoso Sol.
Y el Dios se debatía entre los zarpazos del terrible animal que quería destruirlo. Los indios no lo pensaron más y se prepararon para defenderlo. Los más valientes y hábiles guerreros se reunieron y empezaron a arrojar sus flechas al intruso que se atrevía a molestar al Sol.
Una, dos, miles y miles de flechas fueron arrojadas, pero no lograban destruir al puma, que, por el contrario, cada vez se ponía más furioso. Por fin uno dio en el blanco y el animal cayó atravesado por la flecha que entraba por el vientre y salía por el lomo. Sí, cayó, pero no muerto. Y allí estaba, extendido y rugiendo; estremeciendo la tierra con sus rugidos. Tan enorme era que nadie se atrevía a acercarse y lo miraban, asustados, desde lejos. En tanto el Sol se fue ocultando poco a poco; había recobrado su aspecto risueño. Los indios le miraban complacidos y él les acariciaba los rostros con la punta de sus tibios dedos. El cielo se tiñó de rojo... se fue poniendo violeta..., violeta... y poco a poco llegaron las sombras.
Entonces salió la Luna. Vio al puma allá abajo, tendido y rugiendo. Compadecida quiso acabar con su agonía.
Y empezó a arrojarle piedras para ultimarlo. Tantas y tan enormes que se fueron amontonando sobre el cuerpo hasta cubrirlo totalmente.
Tantas y tan enormes que formaron sobre la llanura una sierra: la Sierra de Tandil. La última piedra que arrojó cayó sobre la punta de la flecha que todavía asomaba y allí se quedó clavada.
Allí quedó enterrado, también, para siempre, el espíritu del mal, que según los indios no podía salir.
Pero cuando el Sol paseaba por los cielos, se estremecía de rabia siempre con el deseo de atacarlo otra vez.
Y al moverse hacía oscilar la piedra suspendida en la punta de la sierra.

Leyendas argentinas, de Neli Garrido de Rodríguez, editorial Plus Ultra.

015. anonimo (argentina)

La laguna

Conocida hoy como laguna de General Acha o laguna del Valle Argentino, este espejo de agua está situado en un paraje denominado Ketré Witrú, donde se fundara el pueblo de General Acha el 12 de agosto de 1862, en que por entonces era la Gobernación de La Pampa.
En el texto de esta leyenda se menciona una cadena de médanos que hoy se encuentra arborizada. Según los historiadores, esto fue llevado a cabo por Acha.Historia
La tribu del cacique Tranahué, lanzada en malón, cruzaba los campos arenosos. Montados en pelo, los guerreros iban adelante y el resto de la tribu los seguía. Era proverbial, según los historiadores, la destreza y habilidad de estos indios en el manejo de sus cabalgaduras. Como dijimos antes, montaban en peloy los animales no llevaban cabestro ni frenos de hierro. La destreza en el arte de domar a los potros hacía que estos se mostraran dóciles y respondieran a las órdenes de su jinete. Las riendas pasaban por la boca y esto resultaba suficiente para que el animal frenara.
Con solo talonearlos, corrían veloces y parecían, hombre y bestia, formar un todo indivisible.
Estos indios también eran conocidos por la fiereza que mostraban en el combate.
Al conocer estas características, los habitantes de los poblados vecinos temían comprensiblemente a los malones y aún cuando se prepararan para defenderse de los ataques, les resultaba muy difícil repelerlos.
Tranahué y sus hombres galopaban en los campos polvorientos camino a un pueblo cercano. El propósito era invadido y saqueado. Organizados como un ejército devastador, los indios entraron allí. Los hombres más jóvenes y aptos para el combate se trabaron en contra los lugareños y los vencieron. Luego, el resto de la tribu, integrado por mujeres, ancianos y niños, entraron a las viviendas y se llevaron las  pertenencias de los pobladores. Finalmente incendiaron las casas. Una vez consumado este acto, la tribu emprendió el regreso.
En el camino fueron sorprendidos por otro malón. La tribu del temido cacique Cho-Chá levantaba una densa polvareda en el horizonte.
Al advertidos, Tranahué dispuso una estrategia de defensa pero sus huestes eran superadas en número y fueron derrotadas por la tribu enemiga. Hubo muertos y heridos por doquier desparramados en el arenal. La tribu de Cho-Chá los despojó de todo lo que habían robado. Los guerreros morían sin solución de continuidad, por las heridas recibidas en el combate o por sed.
Peuñén -la esposa del cacique- ordenó a los guerreros detenerse para invocar al Gran Espíritu.
Con las pocas fuerzas que les quedaban llevaron a cabo la ceremonia dirigida por el sacerdote indígena Ngen-pin: danzaron para invocar la ayuda que necesitaban y elevaron sus ruegos. La ceremonia se prolongó hasta el amanecer...
Cuando el Sol iluminó los arenosos campos, los indios vieron en el horizonte lo que parecía ser una esperanza. El elevamiento de terreno que observaron hacia Oriente era una cadena de médanos, lo cual significaba que en las cercanías habría algún espejode agua dulce.
Después de una penosa marcha, llegaron y pudieron observar, con pesar, que no había agua. Solamente un enorme y añoso caldén entre los médanos. El ketréwitrú -tal era el nombre indígena de ese árbol- les dio una última esperanza. Porque dicha especie tiene la particularidad de almacenar agua de lluvia, con su propio sistema de riego, como si la naturaleza hubiese actuado en su favor para permitirle vivir en esos parajes tan áridos.
Uno de los guerreros, con un golpe de su caña tacuara, abrió un tajo en el tronco del árbol. Desde allí, empezó a manar abundante agua para salvación de la tribu. Entonces descansaron durante lo que quedaba del día debajo de la generosa sombra del caldén, y se quedaron dormidos.                          
Por la mañana, el guerrero Uzi, recuperado de la fiebre que lo había acometido en la jornada anterior, fue el primero que se despertó. Un enorme espejo de plata en el que el Sol se reflejaba lo cegó. El caldén había seguido dando agua durante toda la noche y se  había formado la laguna.
Uzi gritó: iketré witrú lafquén! (ila laguna del caldén solitario!). El agua que el árbol había guardado durante tanto tiempo había inundado los campos. Tranahué curó de sus heridas y recuperó la salud. Se realizó una ceremonia de agradecimiento al Gran Espíritu y el cacique decidió iniciar la marchapara volver al campamento.
Los jefes más importantes de la tribu se reunieron y resolvieron pedirle permiso al cacique para hacer un nuevo campamento e instalarse en ese lugar. Tranahué, al ver que esa era la voluntad de su pueblo y considerando que esa debía ser la voluntad de sus dioses, accedió al pedido.

N.A.: este es, según los araucanos de La Pampa, el origen de la laguna y de los pueblos que se fundaron en sus cercanías. Si nos remitimos al principio del relato, seguramente nos indignaremos ante los actos de barbarie provocados por la tribu y nos resultará extraño que luego, en el curso de la narración, el cacique Tranahué aparezca como un hombre generoso y reflexivo. Asimismo, el hecho de que toda la tribu participara del malón y que cada uno tuviese asignada una tarea resulta sorprendente y hasta indignante.
Es difícil sustraerse al impulso de hacer un juicio moral acerca de esta conducta. De hecho, aun cuando no nos corresponde, lo estamos haciendo en este último párrafo.
Nos detendremos aquí con este comentario y trataremos de indagar con más profundidad en las circunstancias de este pueblo, en su historia, sus necesidades, sus pesares y sus pautas culturales. Quizá podamos, entonces, comprender algunas acciones que, con ligereza, nos parecen aberrantes.

015. anonimo (argentina-pampa)


La flor de lirolay

Este era un rey ciego que tenía tres hijos. Una enfermedad desconocida le había quitado la vista y ningún remedio de cuantos le aplicaron pudo curarlo. Inútilmente habían sido consultados sabios más famosos.  
Un día llegó al palacio, desde un país remoto, un viejo mago conocedor de la desventura del soberano. Le observó, y dijo que sólo la flor del lirolay, aplicada a sus ojos, obraría el milagro. La flor del lirolay se abría en tierras muy lejanas y eran tantas y tales las dificultades del viaje y de la búsqueda que resultaba casi imposible conseguirla.  
Los tres hijos del rey se ofrecieron para realizar la hazaña. El padre prometió legar la corona del reino al que conquistara la flor del lirolay.
Los tres hermanos partieron juntos. Llegaron a un lugar en el que se abrían tres caminos y se separaron, tomando cada cual por el suyo. Se marcharon con el compromiso de reunirse allí mismo el día en que se cumpliera un año, cualquiera fuese el resultado de la empresa.
Los tres llegaron a las puertas de las tierras de la flor del lirolay, que daban sobre rumbos distintos, y los tres se sometieron, como correspondía a normas idénticas.
Fueron tantas y tan terribles las pruebas exigidas, que ninguno de los dos hermanos mayores la resistió, y regresaron sin haber conseguido la flor.
El menor, que era mucho más valeroso que ellos, y amaba entrañablemente a su padre, mediante continuos sacrificios y con grande riesgo de la vida, consiguió apoderarse de la flor extraordinaria, casi al término del año estipulado.
El día de la cita, los tres hermanos se reunieron en la encrucijada de los tres caminos.
Cuando los hermanos mayores vieron llegar al menor con la flor de lirolay, se sintieron humillados. La conquista no sólo daría al joven fama de héroe, sino que también le aseguraría la corona. La envidia les mordió el corazón y se pusieron de acuerdo para quitarlo de en medio.
Poco antes de llegar al palacio, se apartaron del camino y cavaron un pozo profundo. Allí arrojaron al hermano menor, después de quitarle la flor milagrosa, y lo cubrieron con tierra.
Llegaron los impostores alardeando de su proeza ante el padre ciego, quien recuperó la vista así que pasó por los ojos la flor de lirolay. Pero, su alegría se transformó en nueva pena al saber que su hijo había muerto por su causa en aquella aventura.
De la cabellera del príncipe enterrado brotó un lozano cañaveral.
Al pasar por allí un pastor con su rebaño, le pareció espléndida ocasión para hacerse una flauta y cortó una caña.  
 
Cuando el pastor probó modular en el flamante instrumento un aire de la tierra, la flauta dijo estas palabras:

No me toques, pastorcito,
ni me dejes tocar;
mis hermanos me mataron
por la flor de lirolay.  
 
La fama de la flauta mágica llegó a oídos del Rey que la quiso probar por sí mismo; sopló en la flauta, y oyó estas palabras:

No me toques, padre mío,
ni me dejes tocar;
mis hermanos me mataron
por la flor de lirolay.

Mandó entonces a sus hijos que tocaran la flauta, y esta vez el canto fue así:

No me toquen, hermanitos,
ni me dejen tocar;
porque ustedes me mataron
por la flor de lirolay.  
 
Llevando el pastor al lugar donde había cortado la caña de su flauta, mostró el lozano cañaveral. Cavaron al pie y el príncipe vivió aún, salió desprendién-dose de las raíces.
Descubierta toda la verdad, el Rey condenó a muerte a sus hijos mayores.
El joven príncipe, no sólo los perdonó sino que, con sus ruegos, consiguió que el Rey también los perdonara.
El conquistador de la flor de lirolay fue rey, y su familia y su reino vivieron largos años de paz y de abundancia.  
 
Este cuento es conocido en la región norteña, en la región andina y en la región central. En Salta se lo llama "la flor lirolay"; en Jujuy "La flor del ilolay"; en Tucumán "La flor dl lirolá y también "del lilolá" y en Córdoba, La Rioja y San Luis "La flor de la Deidad".
 Se consultaron las versiones recogidas por los siguientes maestros: Sra. Carmen A. Prado de Carrillo, Carmen de Canarraze, de Jujuy; Srta. Angélica D´Errico, de Salta; Sra. Elena S. de Aguirre y Sr. Adrián Cancela, Srtas. María Isabel Chiggia, Esther López Güemes y Sra. Elena S. de Aguirre, de Tucumán; Srta. Tránsita Caneón, de La Rioja y Srta. María E. O. González Elizalde, de Córdoba; Srta. Dolores Sosa ("La flor de lilolay"), Sra. Emma Pallejá, de Entre Ríos; Sra. María Luisa C. de Rivero, Alda C. de Suárez, de San Luis; Srtas. Urbana E. Romero, Aldea A. Nuñez e Irma Carbaux, de Santa Fe.
El tema ha sido puesto en verso por Juan Carlos Dávalos.
Extraída de "Antología Folklórica Argentina", del Consejo Nacional de Educación, Guillermo Kraft Ltda., 1940

015. anonimo (argentina)

La cruz de los milagros

Hay en la Iglesia del Milagro, en Corrientes, una rústica cruz que es venerada con el nombre de "Cruz de los Milagros". Una curiosa leyenda justifica ese nombre.
Cuenta la tradición que los españoles, cuando fundaron San Juan de Vera de las Siete Corrientes, llamado hoy Corrientes, después de elegir el lugar y antes de levantar el fuerte, decidieron erigir una gran cruz, símbolo de su fe cristiana.
La construyeron con una rama seca del bosque vecino, la plantaron luego, y a su alrededor edificaron el fuerte, con ramas y troncos de la selva.
Construido el fuerte y encerrados en él, los españoles se defendían de los asaltos que, desde el día siguiente, les llevaban sin cesar las tribus de los guaraníes, a los cuales derrotaban diariamente, con tanta astucia como denuedo. Los indios, de un natural impresionable, atribuían sus desastres a la cruz, por lo que decidieron quemarla, para destruir su maleficio. Se retiraron a sus selvas, en espera de una ocasión favorable, la cual se les presentó un día en que los españoles, por exceso de confianza, dejaron el fuerte casi abandonado.
La indiada, en gran número, rodeó la población, en tanto que huían los pocos españoles de la guardia, escondiéndose entre los matorrales.
Con ramas de quebracho hicieron los indios una gran hoguera, al pie de la cruz que se levantaba en medio del fuerte. las llamas lamían la madera sin quemarla; un indio tomó una rama encendida y la acercó a los brazos del madero; entonces, en el cielo límpido, fue vista de pronto una nube, de la cual partió un rayo que dio muerte al salvaje.
Cuando los otros guaraníes lo vieron caer fulminado a los pies de la cruz, huyeron despavoridos a sus selvas, convencidos de que el mismo cielo protegía a los hombres blancos. Los españoles, que escondidos entre la maleza presenciaban tan asombrosa escena, divulgaron luego este suceso, que no cayó, por cierto en el olvido. En la Iglesia del Milagro, en Corrientes, se encuentra hoy la Cruz de los Milagros: se la guarda en una caja de cristal de roca, donada por la colectividad española.

Extraída de "Antología Folklórica Argentina", del Consejo Nacional de Educación, Guillermo Kraft Ltda., 1940. 

015. anonimo (argentina)

La ciudad del esteco

La ciudad de Esteco era, según la leyenda, la más rica y poderosa de las ciudades del norte argentino. Se levantaba en medio de un fértil y hermoso paisaje de la provincia de Salta. Sus magníficos edificios resplandecían revestidos de oro y plata.
Los habitantes de Esteco estaban orgullosos de su ciudad y de la riqueza que habían acumulado. Usaban un lujo desmedido y en todo revelaban ostentación y derroche. Eran soberbios y petulantes. Si se les caía un objeto cualquiera, aunque fuese un pañuelo o un sombrero, y aun dinero, no se inclinaban siquiera para mirarlos, mucho menos para levantarlos. Sólo vivían para la vanidad, la holganza y el placer. Eran, además, mezquinos e insolentes con los pobres, y despiadados con los esclavos.
Un día un viejo misionero entró en la ciudad para redimirla. Pidió limosna de puerta en puerta y nadie lo socorrió. Sólo una mujer muy pobre que vivía en las afueras de la ciudad con un hijo pequeño, mató la única gallinita que tenía para dar de comer al peregrino.
El misionero predicó desde el púlpito la necesidad de volver a las costumbres sencillas y puras, de practicar la caridad, de ser humildes y generosos, y todo el mundo hizo burlas de tales pretensiones. Predijo, entonces, que si la población no daba pruebas de enmienda, la ciudad sería destruida por un terremoto. La mofa fue general y la palabra terremoto se mezcló a los chistes más atrevidos. Pedían, por ej., en las tiendas, cintas de color terremoto.
El misionero se presento en la casa de la mujer pobre y le ordenó que en la madrugada de ese día saliera de la ciudad con su hijito en brazos. Le anunció que la ciudad se perdería, que ella sería salvada por su caridad, pero que debía acatar una condición: no volver la cabeza para mirar hacia atrás aunque le pareciera que se perdía el mundo; si no lograba dominarse, también le alcanzaría un castigo.
La mujer obedeció al misionero. A la madrugada salió con su hijito en brazos. Un trueno ensordecedor anunció la catástrofe. La tierra se estremeció en un pavoroso terremoto, se abrieron grietas inmensas ylenguas de fuego brotaban por todas partes. La ciudad y sus gentes se hundieron en esos abismos ardientes.
La mujer caritativa marchó un rato oyendo a sus espaldas el fragor del terremoto y los lamentos de las gentes, pero no pudo más y volvió la cabeza, aterrada y curiosa. En el acto se transformó en una mole de piedra que conserva la forma de una mujer que lleva un niño en brazos. Los campesinos la ven a distancia, y la reconocen; dicen que cada año da un paso hacia la ciudad de Salta.
                        
De:
Cuentos y leyendas populares de la Argentina.
Selección e Berta E. Vidal de Battini. Bs.As., Consejo Nacional de Educación, 1960.

Vagos indicios recuerdan, en el campo asolado, el asiento de la opulenta ciudad de Esteco tragada por la tierra en castigo de sus soberbios habitantes.
La primitiva ciudad de Esteco estuvo situada en la margen izquierda del río Pasaje, ocho leguas al sur de El Quebrachal, en el departamento de Anta, Salta.
Cuando Alonso de Rivera en 1609 fundó la ciudad de Talavera de Madrid, los antiguos pobladores de Esteco -que en parte vivían en la población próxima que la reemplazó, Nueva Madrid de las Juntas- vinieron a ella y comenzaron a llamarla la Esteco Nueva, nombre que se impuso sobre el oficial. Pronto se enriqueció por ser un centro de intenso comercio. Según el famoso padre Bárzana. El P. Techo dice que fue destruida por un gran terremoto en 1692. Sobrevive su nombre en un topónimo, la Estación de Esteco, en la comarca en que existió la ciudad antigua.
La leyenda popular mantiene vivo, al cabo de siglos, el recuerdo de la ciudad de Esteco, una, entre otras, de las ciudades fundadas por los españo-les que por causas diversas desaparecieron en la época de la colonización.
Probablemente fue destruida por los indios y sus habitantes buscaron un nuevo emplazamiento: Esteco la Nueva, a la que según Juan Alfonso Carrizo, en su "Cancionero de Salta", se refiere la leyenda, ya que tuvo un rápido enriquecimiento, y algunas crónicas y tradiciones mencionan la posibilidad de fuertes movimientos sísmicos en el lugar, Ricardo Molinari y Manuel Castilla han dedicado sendas elegías a laciudad de Esteco. La copla admonitoria recuerda a los que perseveran en el mal: "No sigas ese camino / no seas orgulloso y terco / no te vayas a perder / como la ciudad de Esteco."
                         
No sigas ese camino
No sigas ese camino
no seas orgulloso y terco
no te vayas a perder
como la ciudad de Esteco
¿Dónde están, ciudad maldita,
tu orgullo y tu vanidad,
tu soberbia y ceguedad,
tu lujo que a Dios irrita?
¿Dónde está, que no hallo escrita
la historia de tu destino?
Sólo sé de un peregrino
que te decía a tus puertas:
- ¡Despierta, ciudad, despierta,
no sigas ese camino!
Y orgullosa, envanecida,
en los placeres pensando,
en las riquezas nadando
y en el pecado sumida,
a Dios no diste cabida
dentro de tu duro pecho
pero en tus puertas un eco
noche y día resonaba,
que suplicándote estaba:
-no seas orgulloso y terco.
Y nada quisiste oir,
nada quisiste escuchar,
y el plazo te iba a llegar,
la hora se iba a cumplir
en que debías morir
en el lecho del placer,
sin que puedas merecer
el santo perdón de Dios,
pues nadie escuchó la voz:
-¡No te vayas a perder!
La tierra se conmovió
y aquel pueblo libertino,
que no creyó en el divino
y santo poder de Dios,
en polvo se convirtió.
Cumplióse el alto decreto,
y se reveló el secreto
que Dios tuvo en sus arcano.
¡No viváis, pueblos cristianos,
Como la ciudad de Esteco!
                          
Horacio Jorge Becco, Cancionero tradicional argentino. Buenos Aires, Hachette, 1960.

En su Romancero Criollo, León Benarós nos describe también muy fiel y amenamente esta antigua leyenda:
                             
Esteco se esta perdiendo
Salta, saltará, San Miguel florecerá y Esteco se
hundirá.
Profecía popular de la época
                          
Lo que suceder debía,
cabalmente sucedió:
Esteco se está perdiendo,
Esteco ya se perdió.

"Ciudad orgullosa y terca
 -te decía un peregrino-,
no te vayas a perder,
no sigas ese camino".

Ay, ese día entre todos,
ese trece de septiembre.
Quién quedará por memoria,
quién que sobre ruinas siembre.
Ay, año de mil seiscientos
noventa y dos, enlutado.
Quién quedará que entre escombros
no esté muerto y sepultado.

Torres, cúpulas doradas
y techos de pedrería.
Altares de la soberbia:
todo a los suelos venía.

Cien chorros de aguas hirvientes
de la tierra brotan luego.
Desde lo profundo suben
unos hálitos de fuego.

¿Qué quieren los algarrobos,
que buscan las verdes breas,
librando sobre las ruinas
sus combates y peleas?

Si ya nada queda en pie,
si el duelo todo lo ha envuelto.
Si apenas cantando, triste,
se mira un pájaro suelto.

Allí fueron los tapices.
Allí la gran platería.
Allí las almas en pena
se lamentan todavía.

Allí Esteco a su castigo
rindió duro vasallaje,
donde el río de Las Piedras
se junta con el Pasaje.

Nada queda de esos muros
en que el vicio alzó su templo.
Hagan memoria, señores,
para que sirva de ejemplo.


Morotí y Pitá se amaban entrañablemente. Él era fuerte y valiente y élla dulce y hermosa.
Un día, mientras paseaban por la orilla del Paraná, Morotí arrojó al agua su brazalete para que Pitá lo rescatara. Así el indio se lanzó al agua pero nunca emergió. Impulsada por el hechicero de la tribu, Morotí también se sumergió buscando el cuerpo de su amado.
Luego de varias horas ninguno de los dos apareció, pero al amanecer vieron los indios flotar sobre las aguas una flor extraña, en la que el hechicero reconoció a la bella Morotí en los pétalos blancos y al intrépido Pitá en los rojos.

Bibliografía
Adolfo Colombres: Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina,  Edic. Del Sol, Bs. As., 1999.

 015. anonimo (argentina-salta)