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miércoles, 29 de agosto de 2012

Historia del rey tabiu el-awal

EN EL NOMBRE DE ALA, EL CLEMENTE, EL MISE­RICORDIOSO.

Esta es la historia del rey Tabiu el-Awal, que hizo la ciudad de Medina, la Me­dina del profeta, Alá le ben­diga y le dé la salvación, antes de su venida.
Cuenta Abú Caid, siervo de al-Malik ibn Muhamad, que este rey Tabiu el-Awal fue con sus huestes a derribar la ciudad de la Meca, hon­rada sea por Alá. Y era muy poderoso, pues era de los primeros en grandeza y reinos; tenía muchos ministros, pero entre todos uno lla­mado Amariqa, que regía sus huestes. Armó un ejército de treinta mil hombres de a caballo y trescientos mil peones, y conforme iba ganando las tierras, de cada lugar o ciudad que conquis­taba escogía diez sabios. Cuando llegó a la Meca llevaba consigo cuatro mil sabios. Y los de la Meca en lugar de salir a recibirle, se dispusieron a defender su ciudad.
Enojóse el rey y llamó a su ministro Amariqa a quien le dijo:
-¿Qué es esto? ¿Por qué nos reciben así en esta ciudad?
Dijo el ministro:
-Señor, son árabes torpes, no os entienden; tienen una casa que llaman el santuario y guar­dan en ella muchas maravillas y adoran a todos los ídolos menos a Alá.
Dijo el rey:
-¿De verdad todo esto es así?
Respondió el ministro:
-Sí, de verdad.
Descendió el rey a la huerta de la Meca con su hueste, y pensó y se propuso derribar la casa del santuario y matar a los hombres, robar las muje­res y capturar a las criaturas.
Dice el narrador que aquella noche Alá, tan grande es su poder, le envió un dolor de cabeza y de ojos tal que le salía por las narices un agua tan maloliente que no había quién la soportase, tan fuerte era su hedor.
Dijo el rey a su ministro Amariqa:
-Junta a los sabios y médicos para que estu­dien mi mal.
Y todos fueron reunidos y ninguno de ellos encontraba solución. Y pasaron los cuatro mil sabios y ninguno de ellos pudo siquiera estar con él por el mal olor que despedía.
Dijo el rey:
-He reunido a todos mis sabios y ninguno puede curar mi mal.
Uno de ellos respondió:
-Oh, rey, nosotros curamos las cosas de la tierra, no las del cielo, y ésta es del cielo. Noso­tros no podemos remediarla.
Dicen que el rey quedó en gran pesar, y fué­ronse los sabios y el rey se iba poniendo peor. Y cuando se hizo la noche uno de los sabios fue al ministro Amariga y le dijo:
-Ministro, entre tú y yo ha de haber un secreto: y es que le digas al rey que si él me da su palabra de cumplir lo que le demande, yo le sanaré.
El ministro se alegró mucho y lo felicitó. Lo llevó ante el rey y dijo:
-Rey, este sabio dice que si le das tu palabra de cumplir lo que te demande sin celar cosa nin­guna, él te sanará.
Alegróse mucho el rey con aquellas noticias y le prometió grandes recompensas.
Dijo el sabio:
-Rey, es menester quedar en secreto los dos solos.
Y cuando estuvieron solos añadió el sabio:
-Rey, dime la verdad, ¿has tenido voluntad de hacer algún daño o mal al santuario de la Meca?
Contestó el rey:
-Sí, por Alá. Tengo voluntad de derrocarla y robar sus tesoros, sus hombres y sus mujeres. Dijo el sabio:
-Debes saber, rey, que tu mal tiene ahí su causa, porque el dueño de esta casa es un gran señor poderoso, al que nada se le escapa: sabe lo secreto y lo público, sabe tu voluntad. Pero si tú sacas de tu corazón lo que tenías pensado, estoy seguro de que apartará de ti la enfermedad y ten­drás el bien de este mundo y del otro.
El rey dijo:
-Tomo tu consejo y aparto de mi corazón todo mal pensamiento.
Dice el narrador que no había salido el sabio de donde estaba cuando el rey ya era sano como si no hubiera padecido nunca mal alguno, per­donado por el deseo de Alá. Y salió sano y salvo profesan-do la religión de Abraham, la paz sea con él. Y como presente el rey mandó colgar cada año siete paños de brocado en el santuario por amor a Alá.
Este fue el primer rey que hizo colgar paños en el santuario de la Meca hasta hoy. Y mandó que se guardasen al despedirse con su hueste de los de la casa. Y se fue en varias jornadas hasta un prado fresco que tenía una fuente que se llamaba Yazrib, y por esta fuente tuvo nombre la ciudad de Medina. No había nada edificado ni árboles por ser tierra viciosa, y el rey se asentó con su hueste en aquella fuente. Y los sabios y el que sanó al rey y el ministro Amario;a se apartaron y tomaron el parecer de no salir del prado aunque el rey lo mandase.
Al otro día el rey mandó levantar el real y jun­tos los sabios le dijeron:
-Señor, no partiremos de este lugar aunque a todos nos mandes sentenciar, y preferimos morir en esta fuente deshonrados. El día que salimos de nuestras casas fue con la voluntad de venir aquí que por nuestro saber conocimos que llegaríamos con tu hueste a este lugar de la fuente, y pues Alá, tan alto es, nos ha hecho gra­cia de conocerla, tenemos la intención, todos los sabios juntos, de aguardar aquí al bienaventu­rado Mahoma, Alá le bendiga y le dé la salvación, pues tenemos la esperanza de alcanzar su venida, si no nosotros, nuestros hijos.
Cuando el rey supo aquello, dijo a su ministro Amariqa:
-¿Qué te parece esto? ¿Te parece que pode­mos seguir sin ellos? No he de dejarlos y sino van por la fuerza que pierdan la vida.
Al momento se fue Amariça y reunió a los sabios y les contó lo que el rey decía. Contesta­ron los sabios:
-Amariça, dile al rey que la honra de esta fuente y de una ciudad que aquí se fundará es tan grande en el poder de Alá que nos obliga a morir aquí, y la causa es un profeta muy aventajado en el favor de Alá, que tendrá su morada en ella y se llamará Mahoma. Será señor del verdugo de vir­tudes, y corona de la camella y de la honra, señor del punto que señala la Meca, y del Corán y de la religión y de la creencia verdadera. Su lema será: "No hay Dios sino Alá, y Mahoma es su profeta." Nacerá en la Meca, ha de criarse en Bani Ga'ad y vendrá a vivir aquí. Bienaventurado el que lo alcance y le obedezca y crea en sus palabras, en este mundo y en el otro. Nosotros hemos de tener por esto gloria perdurable.
Cuando oyó todo esto el ministro Amariqa tuvo también deseos de quedarse con ellos en aquella fuente. Fue al rey y le dijo:
-Señor, no debes porfiar con los sabios; ni ellos ni yo partiremos de aquí hasta la muerte.
Maravillóse el rey de aquello y preguntó cuál era la causa que a tal voluntad les movía.
Entonces Amariça le contó todo lo que los sabios le habían manifestado, y cuando el rey lo supo se irritó terriblemente con los sabios por­que no se lo habían dicho antes. Determinó que­darse con ellos un año, movido por el deseo de alcanzar a Mahoma, Alá le bendiga y le dé la salvación.
Y mandó traer a muchos carpinteros y levantó en dicho lugar cuatro mil casas para los cuatro mil sabios, para cada uno la suya con todo lo necesario. Y cuando la ciudad estuvo acabada escribió una carta con letras de oro que decía así:
"Pasemos a lo principal. Te saludo Mahoma. Yo creo en Alá y en su libro que descenderá sobre ti; soy de tu religión y de tu tradición. Creo en Alá, poderoso sobre todas las cosas, y en lo que has traído de tu señor referente a los manda­mientos de la religión.
Creo todas estas cosas y si alcanzo a conocerte, buenaventura para mí; y si no, te ruego por Alá, aquel que te aventajó sobre todas las criaturas, que pidas por mí el día del juicio y no olvides que soy de tu comunidad y de los primeros que te siguieron antes de tu venida. Soy de tu religión y de tu padre Abraham."
Y selló la carta con un sello de oro y se la dio al sabio que lo sanó diciendo:
-Te mando que permanezcas aquí y guardes esta carta hasta que se la entregues a Mahoma si lo alcanzares, y si no, encomiéndasela a una per­sona fiel y se guarde de unos a otros hasta que venga Mahoma y se la den en sus manos.
Y mandó llamar a todos los sabios y les dijo:
-Amigos míos, quiero partir para mi casa; os ruego que haya concordia entre vosotros y no haya malquerencia y os mando que estéis en esta ciudad hasta que venga Mahoma y le hagáis entrega de ella en mi lugar.
Y mandó al sabio que morase en la casa que había hecho el rey para sí, que era casa de rey; y cuando viniese Mahoma mandó le aposentasen en ella y se la diesen de su parte.
Acordado todo esto, el rey con toda su hueste se despidió de los sabios con muchas lágrimas por su deseo de conocer a Mahoma. Y anduvo sus jornadas hasta llegar a la ciudad de Nifalcam, en tierras de la India, y en ella murió.
Y el día que el rey murió, fue el día del naci­miento de Mahoma, Alá le bendiga y le dé la salvación.
Y moraba en la casa que hizo el rey para Mahoma un hijo de aquel sabio que sanó al rey; y cuando Mahoma fue hombre hizo su pere-grina­ción a la ciudad. Y cuando los de la ciudad supie­ron su venida, escogieron un hombre, principal, bueno y de esclarecida razón para presentar la carta a Mahoma, que se llamaba Abú Layli, y era de los creyentes. Y salió de la ciudad con cin­cuenta hombres ancianos con sus cabalgaduras bien enjaezadas, por el camino de la Meca, haciendo sonar añafiles y atabales con mucha alegría.
A una legua de la ciudad se toparon con Mahoma y una tribu de los de Bani Sulaimán, muy honrada gente. Y conoció Mahoma a Abú Layli y le dijo:
-Abú Layli, la paz sea contigo. ¿Traes la carta del rey Tabiu el-Awal?
Dice el narrador que cuando oyó esto Abú Layli estuvo mucho tiempó maravillado, sin habla, y al fin dijo:
-¿Quién eres? ¿Eres algún hechicero?
Mahoma contestó:
-No soy hechicero, sino mensajero de Alá. Me ha hecho saber de ti el fiel Gabriel, la paz sea con él.
Al momento dijo Abú Layli:
-Oh Mahoma, mensajero de Alá, toma la carta y recíbela del rey Tabiu el-Awal que se fue con tanto deseo de verte, rogándote que no le olvides el día del juicio frente al rey verdadero.
Y la tomó Mahoma y la entregó a Abú Bakri para que la leyese. Una vez leída dijo Mahoma:
-Alegría, alegría, alegría.
Entonces mandó Abú Layli que volviesen a la ciudad e hiciesen saber que estaba muy cerca Mahoma, Alá le bendiga y le dé la salva-ción, para que saliesen chicos y grandes a recibir al lucero resplandeciente. Y cuando entró en la ciudad comenzó a decir:
-Alegría. Alegría, gentes. Que ya viene nues­tro bien. Salid a prisa, pequeños y grandes, que quien lo vea hoy no será tocado por el fuego del infierno.
Y cuando oyeron aquello dieron al mensajero gracias y albricias y salió toda la gente a recibirlo con tanta alegría que no es posible describirla. Y llegó Mahoma a la ciudad con tanto estruendo que sólo se oían glorificaciones y plegarias, y parecía que toda la cohorte de los ángeles estaba allí. Lo cual algunos sabios afirman que así fue en verdad, pues ángeles eran los que glorificaban a Alá. Y así llegó a la casa que hizo el rey para Mahoma con tanta alegría que no hay persona carnal que pueda contarlo.
Y salió el hijo del sabio que sanó al rey, que moraba en la casa que el rey hizo para Mahoma, Alá le bendiga y le dé la salvación, y le hizo entrega de ella delante de toda la compaña con mucha humildad.
Después de recibido Mahoma, sosegada la gente, mandó Abú Layli degollar vacas, carneros y camellos para Mahoma, Alá le bendiga y le dé la salvación. Se convidó a toda la ciudad y estuvie­ron en fiestas y alegrías quince días, que no hacía la gente otra cosa sino ir y venir a casa del profeta Mahoma, Alá le bendiga y le dé la salvación.
¿Quiénes vieron un placer semejante sino aquellos que Alá, tan alto es, les hizo la gracia de encontrarse en aquel recibimiento y alcanzar el galardón? Póngamos Alá por su piedad en la compaña de aquellos que alcanzaron y alcanza­rán la gloria perdurable por su piedad. Amén.
La paz sea con vosotros y la bendición de Alá.

117. anonimo (morisco)

Historia de tamim addar

EN EL NOMBRE DE ALA, EL CLEMENTE, EL MISE­RICORDIOSO.

Cuenta Ibn Abbas, Alá se apiade de él, que había en­tre los compañeros de Ma­homa, Alá le bendiga y le dé salvación, un hombre lla­mado Tamim Addar; y es­tando un día sentados con el profeta Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación, pasó Tamim Addar y lo miró Mahoma, bendígale Alá y le dé salvación, y comenzó a llorar. Y dijo Ali ibn Abi Talib, Ala se apiade de él:
-Enviado de Alá. ¿Por qué lloras?
Respondió Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación:
-Alí, a este Tamim Addar le ocurrirá un suceso muy grande, dé muchas maravillas.
Cuenta Ibn Abbas que estaba una noche Tamim Addar en su casa muy alegre, holgando con su mujer, que era muy temerosa del agua, los truenos, los relámpagos y del viento recio. Una vez que hubo holgado con su mujer, él se levantó para purificarse y le dijo su mujer en burla:
-Tomadlo, compaña de genios.
Apenas hubo dicho estas palabras cuando oyó un gran ruido y esperó un poco para ver qué era, pero no vio nada. Se levantó de la cama y entró donde estaba su marido y no lo halló, y se espantó y asustó grandemente y no durmió en toda la noche hasta que amaneció Alá con la buena mañana. Luego se fue a casa de sus parien­tes y les contó lo que le había pasado. El y ella eran hijos de hermanos, y los parientes se mara­villaron y se entristecieron por la desaparición y preguntaban por él a todos los extranjeros, pero no tuvieron ninguna nueva de él. Lo buscaron por tantos sitios y tantas veces que se cansaron y lo tuvieron por perdido, ya que había pasado mucho tiempo, tanto que al fin se despreocupa­ron de él.
Volviendo a Tamim Addar, dice Ibn Abbas que el genio y su compaña lo tomaron y lo lleva­ron a una montaña muy oscura y espesa a la orilla del mar, al pie de una sierra, y lo pusieron en una cueva muy grande y muy temible en la que se reunían todos los genios a comer y dormir. Desde su casa a la cueva habría unas cuatrocien­tas leguas, y la misma noche que lo tomaron lo llevaron a esta cueva. Estando en ella con los genios, comía y bebía de lo que ellos comían y bebían y hacía esta vida con mucho trabajo, llo­rando de sus ojos.
Y aún con todo este penar jamás dejó de nom­brar a Alá y de leer el Corán, según cuenta la his­toria, pues era un gran lector del Corán, y los genios malditos le hacían mucha burla y escar­nio y le escupían a la cara y le hacían otras inju­rias y muchos baldones, diciéndole:
-"Malo, traidor, rezador, hacedor de ablucio­nes, lector del Corán. Haces todo eso para nues­tro pesar y por injuriarnos. Ahora veremos de qué te servirá cuanto haces y has hecho, pues estás en 'nuestro poder y aquí morirás, pues muchas veces nos has maldecido en tus oracio­nes y abluciones. Debes saber que esto que ahora tienes, te lo hemos deseado muchas veces pues es hora que sepas con certeza que así como tú nos confundías e injuriabas, así has de ser entre nosotros deshonrado y menguado, y esta­rás en esta vida hasta que mueras y después de muerto, por tomar de ti mayor venganza, te lle­varemos arrastrando a la montaña de los leones para que te coman."
Estas y otras injurias mayores le hacían, y pasó en este trabajo y tribulación cuatro años, su­friendo en ellos grandes penas, pero nunca dejó de leer el Corán y hacer oración a sus horas.
Dice Ibn Abbas que estando Tamin Addar en aquella cueva leyen-do el Corán como era su cos­tumbre una vez cada día, rogando a Alá que se apiadase de él, cuenta que pasó por allí el mayor de los genios creyentes y oyó leer y llegó a la cueva y vio que era una persona carnal la que allí leía, y entró y halló al dicho Tamim Addar llo­roso y muy triste y le dijo:
-"Hombre, que Alá, poderoso y ensalzado sea, te socorra. Dime quién eres tú y cuéntame la causa de que estés aquí, porque me pareces cre­yente en Alá, y contándomelo tendrás algún remedio a tu necesidad, por ventura de Alá."
Dice Ibn Abbas que Tamim Addar le contó todo lo que había pasado y lo que le había acon­tecido con su mujer, y de cómo lo tomó y arre­bató un genio perverso que lo tenía allí y que le 'hacía muy grandes injurias. Y al momento dijo el genio creyente:
-"Has de saber, Tamim Addar, que yo soy el genio de los genios creyentes, y soy el mayor y el rey de ellos, y soy creyente en Alá y si quieres salir de este trabajo, te llevaré como amigo en mi compañía. Tengo dos hijos pequeños que ha­brás de enseñar a leer el Corán, y allí estarás a tu placer, que ni genio ni ningún otro te enojará ni te hará injurias."
Dice Ibn Abbas que el genio creyente, como era el rey, venía acompañado de grandes caballe­ros y muchos barraganes de los genios creyen­tes, y vino sobre aviso de que allí hallaría a aquel hombre. Y estando en esto, llegó el diablo impío, Alá le maldiga, que venía a hacer mal, y entró en su cueva y halló al genio creyente y, hablándole con mucha cortesía, le dijo:
-"Oh rey, ¿qué es lo que te place? ¿A qué has venido a mi casa? Maravillado estoy de ti. ¿Qué es lo que quieres de mí? Ya sabes que por ti haré todo lo que tu voluntad desee.
Dijo el genio creyente:
-"A bien hablar, mejor obrar. Has de saber que me han dicho con certeza cómo tenías a este hombre y por ello he venido aquí y veo que es verdad. Me dicen que es gran lector del Corán y, como ya sabes, tengo dos hijos pequeños y que­ría enseñarles a leer y este hombre los enseñará. Te ruego que me lo des pues sabes que es cre­yente como yo."
Respondió el maldito diablo:
-"Rey, demanda de mi casa cualquier otra cosa, que eso no lo haré porque este hombre me guerrea con crudas afrentas mediante la oración y la ablución y aún aquí donde lo tengo lee una vez cada día del mundo el Corán. Y tu ya sabes, oh rey, que cuando se lee el Corán me derrito como la cera en el fuego."
Al momento dijo el genio creyente:
-"No esperaba de ti otra respuesta. Has de saber que este hombre es de mi creencia y según la razón debo tenerlo yo y no tú. Y el tiempo que aquí lo has tenido me has hecho a mí un gran enojo y mayor agravio. No me iré sin él."
Y de esto tuvo Tamim Addar muy gran pla­cer y dijo:
-"Oh rey de los genios creyentes, que Alá se apiade de ti, no me dejes aquí que yo enseñaré a tus hijos."
Rápidamente respondió el genio maldito:
-"Por hacerme a mí mayor guerra, dices que enseñarás a sus hijos para acrecentar mis enemi­gos; pero antes que salgas de aquí, le costarás la vida a muchos."
Y empezó a gritar con tanta fuerza que parecía que el cielo se desplomaba sobre la tierra, y a los gritos del maldito se juntaron más de mil millo­nes de genios diabólicos; y entablóse una batalla que amenazaba con hundir el universo. No se oían sino alaridos y el movimiento de los cerros y las peñas con gran alboroto.
Duró mucho rato el matar y el herir; y al fin vencieron los genios creyentes y capturaron a muchos, entre los cuales iba el rey de los infieles. Y llevaron a Tamim Addar y al rey de los genios creyentes a otra montaña, y cuando todos los genios creyentes hubieron llegado, mandó el rey que ninguno de ellos le hiciese mal ni le dijese palabras de injuria a aquel hombre, para que supiesen que era creyente en Alá y lector del Corán, y que había de enseñar a sus hijos.
Quedó así Tamim Addar en compañía de los genios creyentes, enseñando a leer a los dos hijos del rey; y leía y hacía oración, y comía y bebía con ellos, y estaba alegre y ellos también con él, y los niños aprendían mucho y querían a Tamim Addar; de este modo pasó tres años.
Dejemos por ahora a Tamim Addar en esta vida.
Dice Ibn Abbas que cuando vio su mujer que en tanto tiempo no venía su marido ni de él sabía nueva alguna, al cabo de los siete años era ya su voluntad casarse pues había esperado mucho tiempo. Ella y sus parientes fueron a Omar ibn al-Hatab, Alá se apiade de él, y le dijeron:
-"Oh rey de los creyentes, has de saber que el marido de esta mujer se ha ausentado de ella hace ya siete años; la tenemos a nuestro cargo, dale licencia que se case y que Alá se apiade de ti."
Dijo Omar, Alá se apiade de él:
-"Tornadla con vosotros a su casa y que guarde un tiempo de espera por el fallecimiento del esposo de catorce meses.
Y así la tornaron a su casa y tuvo el dicho tiempo de espera; volvieron después a Omar y le dijeron cómo había cumplido su tiempo de espera tal como había mandado. Omar hizo pes­quisa entre los vecinos hasta saber la verdad, miró después Omar a los que estaban en su obe­diencia y dijo:
-"Gentes, ¿quién de vosotros querrá casar con esta mujer? Ella ha esperado siete años para saber de su marido, del que jamás ha tenido nue­vas; me pidió divorcio de él, y yo mandé guardar su tiem-po de espera según la religión que nos dejó Mahoma, Alá le bendiga y le dé la salvación, y ella lo ha cumplido."
En este tiempo ya habían fallecido nuestro profeta Mahoma, Alá le bendiga y le dé salva­ción, y Abú Bakri. Y eligieron a Omar como rey de los creyentes.
Una vez oído esto, se levantó uno de los de la gente, Udratu, que dijo:
-"Omar, yo me casaré con ella."
Y se fue a su casa y trajo para ella un sartal de plata y se lo dio a Omar, y Omar se lo entregó a ella y les dio permiso para casarse. Y así se fue la mujer a su casa divorciada de Tamim Addar y desposada con el Algudriyu. Y la noche que él viajó a casa de su mujer, ella tenía guisada la cena, y entró Algudriyu y ella le sacó las viandas para que comiese, y ella salió del palacio a hacer sus menesteres.
En esto descendió a ella un hombre, que le produjo mucho temor, y dijo:
-"Defiéndome contra Santanás maldito."
Y dijo él:
-"Con Alá poderoso me defiendo de ese que tu nombras."
Al momento respondió ella:
-"¿Quién eres tú y quién te metió o mandó entrar en mi casa sin licencia?" Dijo él:
-"Yo soy tu marido Tamim Addar."
Y ella lo conoció en el habla, que no en la figura, porque estaba tan distinto en su aparien­cia, con barba y cabellos largos, muy espantoso, pues en los siete años no se cortó el pelo ni la barba. Y cuando Algudriyu, el segundo marido, oyó las razones salió y dijo:
-"¿Quién eres tú?”
Respondió él:
-"Yo soy Tamim Addar, y la casa es mía y la mujer también."
Al momento preguntó Algudriyu a la mujer si conocía a aquel hombre. Ella dijo que no lo conocía.
Dijo entonces Algudriyu:
-"Ciertamente pienso que eres un ladrón, porque Tamim Addar se fue de esta tierra hace siete años y cuatro meses y diez días, que jamás tornó ni visitó a su mujer, y yo estoy casado con ella y ésta es la primera noche que con ella estoy."
Y de esto tuvo Tamim Addar muy gran pla­cer y dijo:
-"Por Alá, dices verdad, pero yo estuve ocu­pado en un hecho maravilloso, que me ha vedado el visitarla."
Ya así los dos discutieron gran rato, y llegaron a punto de matar-se. En ese momento dijo la mujer:
-"Por Alá os pido que durmáis esta noche los dos juntos sin enojo, yo dormiré en otra parte, y que mañana juzgue entre vosotros Omar, Alá se apiade de él, con el juicio verdadero que dejó Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación."
Cuenta el narrador que durmieron los dos jun­tos en una habita-ción y ella en otra, hasta que amaneció Alá con su hermosa mañana. Y fueron ellos y ella, y otros muchos de la ciudad que supieron del hecho, ante Omar, Alá se apiade de él.
Y dijo Algudriyu:
-"Oh rey de los creyentes, juzga tú entre mi mujer y este hombre, que esta noche entró en mi casa sin mi licencia y me ha vedado a mi esposa."
Al momento dijo Omar al otro:
-"Hermano, ¿quién te mandó entrar en casa de este hombre sin su licencia y vedarle la mujer a tal hora de la noche?"
Respondió Tamim Addar:
-"Rey de los creyentes, debéis creer tú y los presentes que la casa es mía y la mujer también. ¿No me conoces?"
Dijo Omar:
-"Y ¿quién eres tú, hermano? Que se apiade Alá de ti."
Respondió él:
-"Yo soy Tamim Addar."
Preguntó Omar:
"Hermano, ¿has visto a alguno ausentarse siete años, cuatro meses y diez días de su casa sin enviar noticia alguna a su mujer?"
Respondió Tamim Addar:
-"Rey de los creyentes, escucha lo que te diré: Bien te acuerdas que estando un día con­versando con el mensajero de Alá -Mahoma­Alá le bendiga y le dé salvación, dijo que cual­quiera que durmiese con su mujer, que luego se purificase y no durmiese sucio, ya que si dur­miese sin purificación podría acaecerle al­guna cosa de parte de Satanás, y su daño sería a su persona. Y yo, rey de los creyentes, siempre guardé estas palabras de Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación. Pero una noche salí de la cama para purificarme y mi mujer dijo en burla desde la cama: "Tomadlo, compaña de genios."
Y entonces, Omar, se paró delante de mí un rey de los genios con muchos vasallos, y él, muy fiero, muy grande, con muy mala figura -tenía cuernos como un buey- me tomó sobre sus espaldas y viajando por el aire me llevó a su cueva, y allí me hicieron pasar muy grandes penalidades, y cuando hacía oración, me ape­dreaban; y sufrí esto el tiempo que quisó Alá.
Y uno de aquellos días ocurrió que descendie­ron sobre mí una muchedumbre de genios cre­yentes de Alá y capturaron a muchos de los genios descreyentes, y me llevaron a mí detrás de aquellos cautivos, y me dijeron:
-"¿De dónde has venido, hijo de Adán?"
Respondí:
-"Yo soy de la compaña de Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación."
Y les hice saber toda mi historia y todo lo que me había ocurrido, y me dijeron:
-"No tengas miedo, creyente, pues nosotros somos genios que creemos en Alá y en su mensajero."
Y estuve con ellos enseñando a sus hijos el Corán, y cuando hacía oración, ellos la hacían conmigo. Y un día pensé en mi mujer y en voso­tros, y me vino el deseo de hacer oración en la mezquita del profeta Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación, y lloré por ello. Y me dijeron:
-"¿Por qué lloras, compañero de Mahoma?"
Y les conté mi añoranza, y tuvieron piedad de mí y me llevaron delante de su rey, padre de los niños a los que yo enseñaba, y le hicieron saber mi deseo. Luego mandó llamar a su gente y llega­dos junto a él, les dijo:
-"¿Cuál de vosotros llevará a este hombre a su casa?"
Al instante, Omar, se levantó un genio muy grande y dijo:
-"Yo lo llevaré si quiere Alá en un mes.''
Dijo el rey:
-"Más rápido querría que fuese."
Se levantó otro y dijo:
-"Yo lo llevaré en ocho días."
Dijo el rey:
-"Más presto querría que fuese."
Se levantó otro y dijo:
-"Yo lo llevare en un día."
Dijo el rey:
-"Más presto querría que fuese."
Y se levantó un genio monstruoso, muy grande, al que no podría describir, pero que me pareció que era el mismo que me tomó en mi casa y dijo el rey:
-"Quiero que seas tú quien lleve a su casa a este hombre.”
Respondióle:
-"Me place, pero no ha de nombrar a Alá en el camino."
Contestó el rey:
-"Enemigo de la verdad, cuando lo raptaste de su casa y lo llevas-te a tu cueva, a Ala te nom­braba. Más sea. ¡Oh Tamim Addar! cabalga sobre él y que Alá te guarde de él, porque es de los que no conocen pecado, ni demandan perdón, pero estoy contento de que esté bajo mi obediencia. Es el que te tomó en tu casa, que fue cautivo el día de nuestra guerra; él te llevará."
Y cabalgué en él, y voló conmigo en el aire hasta que llegó al primer cielo, pues se oían las glorificaciones y santificaciones de los ángeles, y yo leía: "Di: El es Alá, es único", y comenzó el Satanás a derretirse como el plomo en el fuego, y caí de encima de él hasta que llegué a la tierra como un copo de lana y quedé tendido sin sen­tido tres días.
Después Alá, poderoso y ensalzado es, me tornó en mi sentido, y me hallé en una isla muy grande y llena de vegetación, y comí de sus frutas y bebí de sus aguas; y estuve tres días y caminé por una tierra blanca que parecía alcanfor, relu­ cientes como rayos de sol; y llegué a una ciudad edificada de oro y plata y piedras preciosas; y era tan larga como ancha y sus puertas parecidas a las del paraíso. Y me maravillé mucho de su construcción y entré en ella, y vi cuatro ríos y muchas aves que cantaban cada una su lenguaje, y la mayoría de sus árboles eran datileras y men­granos repletos de frutas, y me dije: "Alabado sea Alá. Cómo me parece esta ciudad a la del paraíso, aquella que nombró Alá en su hon­rado Corán."
Y comencé a caminar y no muy lejos de allí vi unas sierras muy altas y más blancas que la leche, en ellas había ciudades y castillos de los cuales nadie sabe su historia sino Alá, tan alto es.
Después, rey de los creyentes, me fui y hallé no muy lejos de allí un alcázar muy grande, que jamás se vio otro más hermoso: era un pabellón de piedras preciosas y de joyas, bordados con oro y plata; entré en el alcázar y vi a un hombre que tenía en su mano una espada y una lanza; y hombres heridos que derramaban sangre, y ellos del mismo color que la sangre y con un olor mejor que el almiz-cle fino; y a su alrededor muchos niños chicos que parecían piedras pre­ciosas. Y dije para mí: "Válgame Alá. ¿Para quién será esta mo-rada?"
Después salí de allí y caminé no mucho y vi una sierra muy alta y grande y encima de ella hombres haciendo oración y dije para mí: "¿Quiénes serán estos hombres? Quizás están perdidos como yo?" Y me fui hacia ellos y les saludé y no me devolvieron el saludo; esperé a que acabasen de hacer oración, pero jamás para­ban de hacerla. Después que me alejé de ellos me encontré a dos caballeros que caminaban muy aprisa y en sus manos llevaban varas refulgentes; me saludaron y yo les devolví el saludo y me dijeron:
-"¿Eres tú el hombre perdido de la com­paña?"
Respondí yo:
-"Sí, efectivamente"
-"Has visto maravillas muy grandes -aña­dieron ellos- pero ve más adelante y hallarás quien te ayude si lo quiere Alá, tan alto es."
Después caminé un poco más y vi un pabellón blanco y en él un viejo blanco, vestido de blanco, con un copa blanca en su cabeza y él de pie haciendo oración; llegué junto a él y le saludé y él me hizo un seña con la cabeza; cuando hubo acabado su oración me devolvió el saludo y me dijo:
-"¿Eres tú el hombre que se ha perdido de la compaña?"
Respondí:
-"Sí".
-"Has visto maravillas muy grandes -aña­dió él.
Miré delante de mí y vi junto a él una mesa pre­parada y en ella muchas viandas. Y me dijo:
-"Ahora bien comerías."
Respondí yo:
-"Sí, por Alá que tengo buena hambre."
Me dijo:
-"Pues siéntate a la mesa y come en el nom­bre de Alá, que esta comida te bastará para todo el tiempo que estés por estas partidas."
Y me senté y comí una vianda a la que nunca hallé otro gusto sino ser de las dulzuras del paraíso.
Después de haber comido le dije:
-"Señor mío, he visto una ciudad muy gran­de que tiene trescientas setenta y dos leguas; tiene seis mil torres labradas de oro y plata y está hecha a imagen de otra que nombró Alá en su honrado Corán."
Al momento respondió:
-"Esa es la ciudad que nombró Alá en su hon­rado Corán: Iram, la de las columnas. La hizo Sadad Tab, el hijo de Adad."
Y le dije:
-"Señor mío, ¿Cuánto se tardó en construir?
Me dijo:
-Trescientos setenta años. Quiso hacerla a imagen del paraíso y cuando se acabó vino a ella con su gente y sus siervos. Mas al llegar a su pro­ximidad se le puso delante el ángel de la muerte con figura de hombre y le saludó. Sadad tornó el saludo y le dijo: "¿Quién eres tú, que tanto pavor impone tu mirada?" El le respondió: "Soy el ángel de la muerte que vengo a recibir tu alma y la de todos los tuyos." Y recibió sus almas por el juicio y orden de Alá, poderoso y ensalzado es. Y nunca llegaron a entrar en la ciudad ni la vieron. Todos los alcázares y ciudades que viste sobre las sierras eran para sus caballeros y ministros."
Le dije:
-"También he visto un alcázar muy grande que está en la parte despoblada de la región; de oro y plata."
Me dijo:
-"Tamim Addar, aquel alcázar es del paraíso y es para aquellos que mueren en la guerra Santa, y las criaturas que viste son los hijos de los que mueren en ella."
Le dije:
-"Señor mío, sobre la sierra vi unos hombres haciendo oración."
Me dijo:
-"Aquellos son los que quedaron de los após­toles que andaban conjesús, hijo de María, la paz sea con él y rogaron a Alá que les diese vida para servirlo hasta que Jesús descendiese a este mun­do. Y quedaron allá donde los viste por licencia de Alá, tan alto es."
Le dije:
-"También vi dos caballeros con mucha prisa que llevaban en sus manos lanzas reful­gentes."
Me dijo:
-"Son los ángeles Gabriel y Miguel, que los envió Alá para indicar-e el camino adecuado."
Y le dije:
-"Señor mío, ¿quién eres tú?"
Me respondió:
-"Soy el profeta Elías. Ahora mira ese mar; vete por la orilla que en ella hallarás el camino, si así lo quiere Alá, tan alto es; que con El es tu liberación."
Le di el saludo y anduve por la orilla del mar durante diez días. Vi una nave y le hice señas, y se acercaron a mí y echaron una barquilla con remos, y me pasaron a la nave con ellos y hallé, en ella gentes que no las entendía ni ellos a mí. Vi un anciano que leía las palabras de Alá, las des­cendidas de las cartas de Abraham, la paz sea con él, y me acerqué a él y lo saludé. Me entendió y le entendí. Y me dijo:
-"Amigo, ¿quién te trajo a esta tierra?"
Le conté mi historia y me dijo:
-"Has visto maravillas muy grandes. Has de saber que nosotros somos del linaje de Set, la paz sea con él. Venimos del lugar donde se pone el sol, y te oímos nombrar a Mahoma, Alá le ben­diga y le dé la salvación; y es nuestra obligación visitar a quien lo nombre."
Después que hizo saber al viejo mi historia, todos vinieron junto a mí y me daban aquello que tenían y me honraban cuanto podían.
Y estuve con ellos en aquella nave seis meses. Estando así, vi que se despedían unos de otros y lloraban. Y le dije al viejo:
-"¿Por qué hacen esto estas criaturas?"
Me respondió:
-"Mira adelante."
Miré y vi una sierra muy alta, negra, en medio de la mar y redon-da; parecía cortada con sierra.
Y me dijo:
-"¿Ves aquella sierra?"
Dije yo:
-"Sí."
Me dijo:
-"Lloran porque jamás llegó aquí nadie que no se perdiese."
Y en esto llegó la nave a la sierra y se hizo peda­zos, y se ahoga-ron todos, ya que no vi a ninguno escaparse, y me quedé solo.
¡Oh, Omar!, salí en una tabla que quedó a mer­ced de las olas y estuve así diez días durante los cuales bien quise morir.
Me echaron las olas en una isla mayor que la primera, y perma-necí desmayado tres días hasta que Alá me devolvió el sentido. Me levanté y erré por la isla y no hallé en seis días criatura ninguna. Un día hallé un pabellón verde y en él un man­cebo vestido de verde, con una toca verde, y hacía oración de pie. Me acerqué a él y le saludé. Acabada su oración me tornó el saludo y me dijo:
-"¿Eres tú el hombre perdido de la com­paña?"
Respondí yo:
-"Sí."
Me dijo:
-"Has visto maravillas muy grandes. Ahora ve a aquellas sierras que ves delante de ti y en ellas verás otras que jamás vio nadie antes de ti."
Y me fui a ellas y vi una cueva muy grande y en ella una perra que ladraba con la fuerza de mil como ella. Cuando la vi, tuve miedo.
Y una voz desde el cielo dijo:
-"No tengas miedo, entra en la cueva y verás maravillas."
Y entré y vi, Omar, una cama de piedras y en ella un viejo dormido, y me sintió y se sentó encima de la cama y me dijo:
-"¿Quién eres tú? ¿De dónde vienes? ¿Qué criatura eres?"
Yo le respondí:
-"Soy de la congregación de Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación."
Omar, cuando oyó nombrar a Mahoma, se empezó a hinchar hasta que no cabía dentro de la cueva y me dijo:
-"¿Se acerca la llegada de Mahoma, o ha venido ya?"
Le dije:
-"Sí, Mahoma ya ha venido, que Alá lo mandó de mensajero y para pagar el diezmo y todo lo demás que le fue encomendado, lo cum­plió, y recibió Alá su alma para sí, y lo descendió a la casa de la honra."
Me dijo:
-"Cuando te separaste de él, ¿cómo dejaste los mandamientos de la religión?"
Respondí:
-"Los dejé como mandó Alá."
Me dijo:
-"¿Practican la usura? ¿Publícanlo en las plazas?"
Dije yo:
-"No."
Me dijo:
-"¿Obran las maldades?"
Dije yo:
-"No."
Me dijo:
-"¿Ayunan en el mes de Ramadán?"
Dije yo:
-"Sí."
Me dijo:
-"¿Hacen oración?"
Le dije:
"Sí."
Me dijo:
-"¿Dicen: No hay Dios sino Alá y Mahoma es el enviado de Alá?"
Dije yo:
-"Sí, no hay chico ni grande que no lo diga."
¡Oh, rey de los creyentes! en esto él se derritio como la cera en el fuego y me salí de allí y hallé un pozo muy grande, y vi en lo profundó del pozo dos personas colgadas de sus pestañas y el fuego debajo de ellos, y vi no muy lejos de allí muchas mezquitas y en ellas muchas criaturas, vestidas con ropas verdes, haciendo oración, y me volví a la mezquita primera, saludé al man­cebo y le hice saber lo que había visto. Me dijo:
-"Amigo, en la cueva viste al viejo de un ojo, al maldito Almacid Adajal y la perra negra que viste es la bestia en la que cabalga, la cual atrave­sará el mundo en un día, porque su paso es tan amplio como todo lo que podría ver un hombre en tierra llana, y no saldrá hasta el fin del mundo, y cuando tenga que salir habrá señales y serán éstas: se acabarán las oraciones, y se prohibirán los diezmos; será mucha la usura y no honrará el chico al grande; no se apiadará el rico del pobre, no se prohibirá el mal aunque lo hagan en público; se someterán los reyes. Cuando pase esto serán los creyentes humillados, los malos muy honrados; serán muchas las maldades cuan­do salga este malvado. En cuanto al pozo en que hallaste a dos hombres colgados de las pestañas y el fuego debajo de ellos, son Haruta y Maruta, que escogieron la pena de este mundo sobre la pena del otro mundo, y los hombres que viste haciendo oración en las mezquitas son los que quedaron de los compañeros de Jesús, la paz sea con él, y sirven a Alá hasta el día del juicio.
Y le dije:
-"Señor mío, ¿que hay detrás de esta sierra que se llama Kaf, que rodea todo el mundo como cerca el adarve una ciudad, y que es de piedra preciosa?"
Añadí:
-"Señor mío, ¿qué hay detrás de esta tie­rra?
Me dijo:
-"Cuarenta islas, cada una de ellas cuarenta veces mayor que el mundo, y todas ellas llenas de ángeles cuyo número sólo lo sabe Alá, poderoso y ensalzado sea."
En esto vino una nube negra, y en ella venían los Angeles de la Pena con truenos y relámpagos fuertes, y dijeron al joven:
-"El saludo de Alá sea sobre ti. Dinos si nece­sitas algo."
Dijo él:
-¿A dónde vas, nube?
Le dijo:
-"Voy sobre las gentes que se nutren de Alá y sirven a otro señor que no es él. Me envía Alá con la pena y la saña para destruirlos."
Le contestó:
-"Vete con la bendición de Alá."
Estando en esto vino otra nube blanca y en ella los Angeles de la Piedad. Y llegó junto a noso­tros y le dijo el mancebo:
-"La salvación de Alá sea sobre ti, amigo de Alá. Di si necesitas algo."
Respondió:
-"¿Adónde vas, nube?
Dijo ella:
-"Voy a las gentes que son creyentes de Alá a darles aguas bue-nas, que se empapen sus tierras y que nazcan hierbas para su gana-do. Mira si necesitas algo."
Dijo él:
-"Nube, querría que llevases a este hombre a la Medina del profeta Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación."
Dijo la nube:
-"Oigo y obedezco a Alá el piadoso."
Y me dijo:
-"Sube y cabalga en ella."
Y me dio Alá, poderoso y ensalzado es, sueño y no desperté hasta que me vi en mi casa. Esto es lo que me ha acaecido e impedido en este tiempo venir a mi casa, ¡oh, rey de los creyentes!
Después de esto dijo Omar:
-Alá es grande. Con esto nos despidió Ma­homa, Alá le bendiga y le dé salvación, antes de su muerte.
Dijo Alí ibn Abi Talib, Alá se apiade de él: 
-Que venga un barbero.
Y vino e hizo afeitar a Tamim Addar y devol­verlo a la forma y estado en que andaban los compañeros de Mahoma. Hecho esto, dijo:
-Yo juzgo y digo lo siguiente: "que si Tamim Addar se hubiera ausentado por su propia volun­tad y fuera libre para poder venir y no viniera, que el casamiento fuera lícito y el divorcio dic­tado por Omar fuera bueno. Pero él no tuvo libertad para venir; el casamiento creo que no sería lícito, pero lo mejor y más justo es que diga la esposa a cuál de ellos quiere."
Dijo ella:
-Por aquel que envió a Mahoma con la ver­dad, jamás vi, ni descubrí mi persona sino a Tamim Addar el cual es mi marido, y no lo descu­briré salvo a él.
Dijo Alí, Alá se apiade de él:
-Yo mando que devolváis a Algudriyu lo que gastó, y ella que vaya con Tamim Addar.
Y fuéronse todos contentos y pagados con este juicio.
Esto es lo que nos llegó del apartamiento de Tamim Addar con la bendición de Alá. Alabanza a Alá, Señor de los mundos. No hay Dios sino Alá, y Mahoma es su profeta. Y no hay fuerza ni poder sino en Alá, excelso y grande. Perdone Alá a su escritor y a su lector y a su escuchador y a toda la congregación de Mahoma, Ala le bendiga y le dé la salvación. Amén, Amén

117. anonimo (morisco)

Historia de omar ibn alhatab cuando alá le concedió ver las almas de los difuntos

EN EL NOMBRE DE ALA, EL CLEMENTE, EL MISE­RICORDIOSO.

Cuentan que Omar ibn Alhatab, Alá esté satisfecho de él, rogó que Alá le permi­tiese ver las almas de los muertos en sus sueños, y Alá llevó su alma a un ce­menterio, y vio a los muertos sentados en corro de cara al punto que en sus tumbas señala la Meca.
Y Omar les saludó y no le devolvieron el saludo.
Y Omar dijo:
-¡Oh compaña! ¿Qué os prohibe devolverme el saludo?
Respondieron:
-Omar, devolver el saludo es ganar buenas obras y nosotros estamos muertos. Ni podemos hacer buenas obras ni cometer pecado. Biena­venturado seas, Omar, eres honrado y amado por Alá. Escuchamos tu voz; pediste a Alá que te dejase vernos en tu dormir y escuchamos tu voz como en la tierra se oye un trueno fuerte.
Dijo Omar:
-Y vosotros ¿Veis mi cara?
Dijéronle:
-Omar, nos sentamos en corro unos con otros en los pasos que hay entre nuestras tum­bas, y allí recordamos a los del mundo, del mismo modo que nos recordáis vosotros. Y los días viernes, a la hora del mediodía, cuando vais a las mezquitas, desde aquí os miramos hasta que volvéis de la oración, y cuando muere alguno nos llegamos a él para pedir nuevas de los que hemos dejado en el mundo igual que preguntáis al que viene de lejanas tierras, y cuando pregun­tamos por uno y el que viene dice que ya murió, sabemos al momento que no ha ido por buen camino.
Esto es lo que nos queda del razonamiento de Omar ibn Alhatab, Alá esté satisfecho de él:
No hay fuerza ni poder sino en Alá, él Excelso, el Grande.

117. anonimo (morisco)

Historia de la conversión de omar

EN EL NOMBRE DE ALA, EL CLEMENTE, EL MISE­RICORDIOSO.

Esta es la historia de Omar al-Hatab, Alá esté satisfecho de él y del pro­feta Mahoma, Alá le ben­diga y le dé salvación.
Cuentan Ahmed ibn Sa­lih y ibn Abaç, Alá esté satisfecho de él, que se le reveló a Mahoma, Alá le bendiga y le dé salva­ción, un versículo del Corán que dice: "Voso­tros, los que adoráis a otro señor menos po­deroso que Alá, seréis destinados al infierno y allí seréis llevados."
Dice Ibn Abaç que cuando Abu Jahli, maldí­galo Alá, supo cómo había descendido del cielo aquel versículo a Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación, y cómo condenaba a los suyos, a sus padres y abuelos, se levantó un día el maldito AbuJahli en el santuario de las ídolas y comenzó a arengar a sus seguidores y dijo:
-Oh tribu de Curayssi, este hombre que se llama Mahoma, ha insultado a nuestros dioses y dice que todos nuestros antepasados, nuestros padres y abuelos, son fuego del infierno. Por esto digo que a quien mate a Mahoma le daré cien camellas coloradas y cien negras, y mil onzas de plata blanca y mil de oro bermejo.
Al momento se levantó Omar ibn al-Hatab, que por entonces vivía en la fe de Abu Jahli, y dijo:
-¿Harás verdaderamente lo que dices?
Respondió Abu Jahli:
-Sí. Pagaré al momento una vez muerto Mahoma.
Lo tomó Abu Jahli de la mano y entraron en el santuario de las ídolas donde le hizo jurar ante ellas que cumpliría lo prometido. Y ésa era la costumbre de los idólatras que no hacían sino pedir consejo y licencia a las ídolas.
Hecho el juramento, salió Omar con su es­pada y su ballesta para ir a matar a Mahoma, y se encontró con uno de los Bani Zuhayra, que le preguntó:
-¿A dónde vas?
Respondió:
-A matar a Mahoma.
Contestó el otro:
-Ten cuidado, te hará musulmán con sus manos, y además, ¿cómo estás seguro de que los de Abdu al-Mutalib y los de Bani Hassim te deja­rán darle muerte y no te matarán antes a ti?
Dijo Omar:
-Y ¿No será que tú estás en la religión de Mahoma? Si lo supiese con seguridad, pagarías también como él.
Respondió el otro:
-Yo estoy en la religión de Ibrahim y de Ismael; para que veas lo apartado que estoy de él.
Llegando Omar a la huerta de la ciudad de la Meca, hónrela Ala, halló una tribu que degollaba un becerro para comer su carne. Y según llegó Omar soltó Alá el habla al becerro que, con len­gua suelta y clara, dijo:
-Vosotros, los que me degolláis, sabed que ha llegado el que revelará todas las verdades. Su lema es: "No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta."
Dice Ibn Abbas que así como lo oyeron salieron huyendo y quedó Omar muy espantado, maravi­llándose de aquellas palabras, diciendo:
-Esto es un gran hecho, si no mato a Mahoma antes de que se extienda más su fama, todos sere­mos puestos en duda.
Y se fue derecho a la ciudad de la Meca, hón­rela Alá, a la casa del consejo donde estaban los mayores de los Curayssi, y les contó lo que había oído al becerro.
Dijeron los de Curayssi:
-Si otro lo dijese que no fueses tú, no lo cree­ríamos; no obstante no se lo digas a nadie.
Dijo Omar:
-Juro por Alá no encubrir cosa alguna, sea verdad o mentira, que yo haya oído.
Y se marchó y a todo el que encontraba se lo contaba. Y llegó a una plaza y halló a un grupo que iba ante la ídola a que les librase un pleito. Y Omar fue con ellos, y cuando estuvieron delante de la ídola Habal, habló dentro de ella un cla­mante que decía:
-Gentes que tenéis entendimiento, no sir­váis a las ídolas que no tienen poder ni valor para juzgar un pleito, ni bien ni mal. Servid a Alá, que no tiene otro señor sino él; en su poder están las llaves del saber; seguid a su profeta Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación:
Cuenta Ibn Abbas que cuando oyeron aque­llas palabras, salieron todos huyendo espan­tados, maravillándose de aquello.
Y se fue Omar, siempre con voluntad de matar a Mahoma y encontróse con uno de los de Abbu al-Mutalib que le dijo:
-¿Dónde vas Omar?
Contestó:
-A matar a Mahoma.
Dijo el otro:
-Piénsalo bien, pues hay entre nosotros quien podría acabar contigo.
Respondió Omar:
-Te juró por mi ley que tu pagarías por él si no fueras mi amigo.
Añadió el otro:
-Y ¿Crees que por miedo a ti dejaré de decir la verdad? Por Alá, te diré una cosa que habrá de maravillarte.
Preguntó Omar:
-¿Y cuál es?
Respondió el otro:
-Sabrás que tu hermana y tu cuñado se han convertido a la religión de Alá.
Dijo Omar:
-No puede ser. ¿Cómo sabré que es verdad lo que me dices?
Contestó el otro:
-Te diré cómo lo sabrás. Cuando vayas a su casa no comerán de tu carne, ni harán mención de ti como solían.
Y se fue Omar a casa de su hermana muy irri­tado. Y era la hora del capítulo de Ta-Ha y su her­mana estaba leyéndolo. Omar se detuvo a la puerta de la casa a escuchar y oyó lo que leían. Llamó a la puerta y su hermana escondió el libro. Y entró Omar y dijo:
-¿Qué nuevas son éstas?
Dijo su hermana:
-Palabras con las cuales nos alegramos.
Y él no quiso saber más y pidió un carnero. Cuando se lo trajeron lo degolló y se lo dio a su hermana para que lo guisase, y cuando estuvo guisado dijo Omar:
-Sentaos y comed conmigo.
Respondió la hermana:
-Come hermano, que nosotros no comere­mos porque hemos prometido no comer de tu guisado.
Dijo Omar:
-Por Alá, es verdad lo que me dijeron.
Y levantándose, hirió gravemente a su her­mana ensangrentándole la cabeza.
Y ella comenzó a gritar diciendo:
-Traidor manifiesto, negador de la verdad. Soy testigo de que no hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta.
Y quedó Omar muy turbado y entristecido, y cuando vino la noche se escondió Omar en algún lugar de la casa, y su hermana y su mari-do en su cama; y cuando pasó la media noche se levantó su hermana y despertó a su marido diciéndole:
-Said, levántate y leeremos nuestro capítulo del Corán, porque hemos dormido ya mucho esta noche.
Y levantáronse y tomaron ablución y pusié­ronse a leer diciendo:
-En nombre de Alá, el Clemente, el Miseri­cordioso. Ta Ha. No te hemos hecho descender el Corán para que padezcas, sino como recuerdo para quien es temeroso. Lo ha hecho descender quien creó la tierra y los altísimos cielos, el Cle­mente, que está instalado en el trono; a él perte­nece lo que está en los cielos y lo que está en la tierra.
Cuando Omar oyó leer estas palabras, levantó la cabeza y dijo:
-Hermana, ¿tu señor es ese que dice el ver­sículo del Corán que es el señor de los cielos y de la tierra y de lo que hay en ellos?
Respondió ella:
-Sí, lo juro por Alá, hermano, y más aún de lo que dice el ver-sículo.
Dijo Omar:
-Por Alá te juro hermana que tenemos noso­tros en nuestra villa mil quinientas ídolas que todas ellas juntas no señorean ni un palmo de tierra ni en la Meca ni en toda su tierra. Dame hermana ese libro que lo quiero ver.
Respondió ella:
-Tengo miedo, lo quemarás.
Contestó Omar:
-Dámelo hermana, que yo te juro por la honra de nuestro padre al-Hatab devolvértelo sano y salvo.
Se lo dio al momento, y comenzó a mirarlo y recitó con su propia voz el versículo y Alá le dio a pensar aquello en su corazón y le puso el deseo de la religión de Mahoma, y dijo a grandes voces:
-Señor, yo doy testimonio de que no hay otro dios sino Alá y de que Mahoma es su mensa­jero.
Y así pasaron toda la noche leyendo y Omar decía:
-Señor Alá, ¿cuándo llegará el alba para ir a casa de Mahoma y poder verlo?
Entraba y salía a menudo para ver si era ya de día, y no pudo descansar, tanto era el deseo que tenía, hasta que amaneció Alá. Cuando fue de día entró uno que se llamaba Habazir al-Azar y le dijo:
-Omar, has de saber que Mahoma, Alá le ben­diga y le dé salvación, ha rogado a Alá toda esta noche para que esfuerce su religión contigo y espera que Alá le haya oído; por eso mira lo que te cumple.
Dijo Omar:
-Llévame donde está Mahoma.
Dijo el otro:
-Omar, lo hallarás en casa de su tío Hamza.
Y salió Omar de casa de su hermana para ir a casa de Hamza y hacerse musulmán en las manos de Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación, habiendo venido para matarlo.
Yendo por el camino topó con un grupo que iba a la ídola mayor con un pleito, y le di­jeron:
-Omar, ¿quieres venir con nosotros?
Respondió:
-Sí.
Y cuando estuvieron delante de la ídola que había de juzgar el pleito, vieron un clamante que decía:
-Dejad el servicio de la ídola llamada Azza­mar y servid a Alá, que es uno y poderoso, y seguid a su profeta Mahoma que ha heredado la profecía de los mensajeros, que todo lo de­más es vanidad.
Dicen que se maravilló mucho la gente y dijo Omar:
-Yo digo que en los cielos hay un señor sabe­dor de todo, lo secreto y lo público: No hay señor sino él, sin compañero; suyos son los hom­bres buenos.
Y salió Omar diciendo estas palabras, y creció su fe en Alá que llegó a casa de Hamza con la espada colgada al cuello.
Y le dijo Hamza:
-¿A dónde vas, Omar? ¿Buscas a Mahoma para matarlo como has dicho? ¿Para qué lo quie­res? ¿No sabes que los de Abdu al-Mutalib somos muchos y que hay entre nosotros quien no te tendrá ningún temor?
Dice Ibn Abbas que cuando lo oyó Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación, salió muy aprisa y acercándose dijo:
-Omar, conviértete en musulmán, si no te ocurrirá como a Alwalid ibn Magabirati.
Dice Ibn Abbas: Al acabar de hablar Mahoma comenzaron a temblarle a Omar las piernas y a doblarse sus rodillas; cayósele la espada, bajó la cabeza con temor y vergüenza ante el mensajero de Alá, Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación, y dijo con mucha vergüenza:
-Mahoma, doy testimonio de que no hay otro señor sino Alá, sin compañero, y que tú eres Mahoma, su siervo y su mensajero.
Y recibiéronle muy honradamente y se hizo con Omar todo el rito musulmán de las manos de Mahoma. Estando así todos con gran placer en casa de Hamza dijo Omar:
-¿Cuántos musulmanes somos, mensajero de Alá?
Respondió Mahoma:
-Treinta y nueve y contigo cuarenta.
Dijo Omar:
-Mahoma, a la ídola Alata w-Al'uzza sirven públicamente los de Curayssi más allá de los montes y a la ley de Alá purificada y verdadera, secretamente; a Alá no se le servirá de hoy en adelante sino públicamente, mensajero de Alá.
Cuando amaneció Alá otro día, muy tem­prano, dijo Omar:
-Mensajero de Alá, vayamos todos a la Meca donde están los incrédulos.
Y se fue Mahoma, Alá le bendiga y le dé salva­ción, y Omar y Abu Bakrí a su derecha, y su tío Hamza a la izquierda con todos los demás cua­renta musulmanes hasta llegar al santuario de la Meca, casa del consejo de los Kurayssi y cuando vieron a Mahoma y a Omar, con ellos dijeron:
-Bienvenido Omar, ni en el cielo ni en la tie­rra ha nacido otro como tú, ya trae cautivos a Mahoma y a sus seguidores.
Dijo Omar:
-Enemigos de Alá y de su mensajero Maho­ma, sabed que soy musulmán y creo en la reli­gión de la verdad y no hay señor sino Alá solo, sin compañero. Y Mahoma es su siervo y su mensa­jero. Y hoy, en este día serán quebradas vuestras ídolas y vuestra vanidad.
Dice Ibn Abbas: Cuando oyeron estas palabras se espantaron y maravillaron, diciendo:
-Hemos enviado a Omar a matar a Mahoma y le vemos con ellos en su religión. Este es un hecho grande y señalado que ha descen-dido sobre nosotros.
Y arremetieron contra él y contra todos ellos hasta que los sacaron de la casa. Aquel día Omar mató más de setenta hombres de los infieles; y vino Mahoma y abrazándolo dijo:
-Esforzado es el Islam con Omar.
Y tomaron ablución toda la compañía de Mahoma e hicieron las dos inclinaciones del alba en la casa; y cuando acabaron su oración dijo Omar a Mahoma:
-¿Quieres entrar en el Templo Antiguo, al recinto de la ka'aba?
Dijo Mahoma:
-Sí, que gran deseo tengo de hacerlo.
Tomó Omar la delantera y cogiendo la mano de Mahoma, Alá le bendiga y le dé la salvación, decía cantando en verso:
-Ha venido la verdad y ha fundido la mentira. Gentes, éste es Ahmad quien confunde la men­tira y publica la verdad; éste es Mahoma, mensa­jero del Alá verdadero. Testimoniad con él y rogará por vosotros ante Alá.
Y entrando por la puerta de la ka'aba en la Meca decía:
-Idolas, humillaos y postraos ante Mahoma, Alá le bendiga y le dé la salvación.
Dice Ibn Abbas: Al decir Omar estas palabras cayeron todas las ídolas al suelo hechas añicos. Y hecho esto descendió un versículo enviado por Alá que decía: "Oh profeta, Alá te guarde y a todos los creyentes que te sigan."
Por Alá, no pasó mucho tiempo sin que vinie­ran mil hombres a hacerse musulmanes y todo por el esfuerzo de Omar ibn al-Hatab. Esto es lo que sabemos de su historia.
Alabado sea Alá, señor de los mundos. Amén. Que Alá perdone a toda la congregación de Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación.
NO HAY FUERZA NI PODER SINO CON ALA, EL EXCELSO, EL GRANDE.

117. anonimo (morisco)