En Galicia dejó perpetua memoria el tributo de las
cien doncellas.
El famoso rey Mauregato había convenido con el Califa
de Córdoba entregarle cada año cien doncellas cristianas, de las más nobles y
honradas familias de sus reinos de Galicia y Asturias, para su harén y los de
los grandes señores de Al-Andalus. Los gallegos, lo mismo infanzones que
villanos, estaban poseídos de indignada rabia por pacto tan vergonzoso. Se
negaban a entregar a sus hijas y hermanas, las defendían de las gentes del rey
y de los sarracenos, y las doncellas, al ser conducidas, iban deshechas en
llanto, mesándose los cabellos, arañándose sus bellos rostros, desfigurándose
para aparecer feas a los ojos de los enemigos de su tierra.
Las gentes del rey conseguían siempre, por la fuerza,
sacarlas de sus casas y conducirlas a una torre solitaria, que por ello recibió
el nombre de Peito Burdelo, a la cual venían a buscarlas los enviados del
Califa acompañados de muchos infieles armados hasta los dientes. Las doncellas,
conforme iban siendo conducidas, esperaban allí hasta que llegasen los moros.
Aconteció en una ocasión que cinco hermanos gallegos,
infanzones pobres, se hallaban en un campo al pie de la torre donde se guardaban
las doncellas, en el cual crecían numerosas higueras. Había en la torre siete
doncellas y una numerosa tropa de moros que las estaba custodiando.
Conmovidos los cinco hermanos al oír los lamentos de
las deses-peradas doncellas, ardían en deseos de libertarlas; pero corno no
tenían armas, no se atrevían a acometer.
Mas habiendo llegado al límite de su paciencia ante el
vergonzoso y doloroso espectáculo, el mayor de los hermanos propuso que,
puesto que no tenían otro medio, se armasen con ramas de higueras y con ellas
hiciesen frente a los guardadores de aquellas pobres desdichadas.
Así lo hicieron. Arrancando ramas de higuera, los cinco
hermanos se arrojaron sobre los moros y combatieron con tanto valor y denuedo,
que hicieron en ellos gran matanza,, siendo muy pocos los mahombtanos que pudieron
escapar, derrotados y maltrechos.
Los arriesgados vencedores, después de poner en libertad
a las doncellas, celebraron su triunfo entonando un canto heroico que se hizo
célebre:
No figueiral, figuereido,
no figueiral entrei;
sete doncelas topara,
sete doncelas topei;
chorando as achara,
chorando as achei...
En memoria del hecho, los infanzones escogieron por
armas CINCO HOJAS DE HIGUERA PUESTAS EN SOTUER, y desde entonces fueron
conocidos por el sobrenombre de Figueroa, y tal fue su apellido e
ilustre el linaje que en adelante lo llevó.
105 anonimo (galicia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario