Entre los peregrinos que constantemente se dirigen a
Santiago para dar gracias y pedir mercedes al Apóstol, marchaba en cierta
ocasión una mujer bellísima y de gran virtud. En el camino se encontró a un
conde, acostumbrado a seducir doncellas y a no conceder demasiada -por no
decir ninguna- importancia a las cuestiones del amor. No nos cuenta la leyenda
de qué engaños se valdría aquel caballero, pero lo cierto es que la peregrina
quedó deshonrada por él. Dolorida ante tal afrenta, decidió pedir justicia al
rey y marchó en su busca escoltada por un viejo soldado, devoto y bondadoso.
Cuando llegó a Palacio expuso al monarca lo ocurrido
con la mayor fidelidad que le fue posible, y éste, encontrando justas sus
quejas, mandó llamar al conde para hacerle saber que debía elegir entre tomar
en matrimonio a la peregrina, para lavar su mancha, o morir en el cadalso.
El conde, tan inmoral como altanero, afirmó que prefería
mil veces morir degollado antes que casarse con aquella mujer a la que ahora
odiaba por su delatora actitud.
Ya estaba el rey conforme con la decisión, cuando el
soldado que había acompañado a la peregrina tomó cartas en el asunto para
protestar contra aquella sentencia y afirmando que lo verdaderamente justo
sería que el conde lavase el pecado y a deshonra cometida en aquella mujer
casándose con ella y luego purgase con sangre su falta.
Tan convencido quedó el rey ante estas juiciosas palabras,
que ordenó que fueran dispuestas las bodas y acontinuación el cadalso. El
soldado, que no era Otro que el apóstol Santiago aparecido.para hacér justicia,
se convirtió en Obispo con el fin de bendecir aquel matrimonio. Después, de
celebrados los esponsales, el conde se dispuso a recibir la sentencia; pero
cuando se dirigía al cadalso, cayó en tierra como fulminado por un rayo
invisible, muerto de repente, y así recibió, sin bochorno ni deshonor, su justo
y merecido castigo.
105 anonimo (galicia)
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