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miércoles, 29 de agosto de 2012

Historia de santa ana y de la virgen maría

Camilo Morgade era un cestero de la Limia, de los que todavía llevaban chaleco encarnado de paño de casa con mangas y ribetes de trencilla negra.
Su oficio de construir y remendar cestos de vergas le permitía tener continuas conversaciones al tiempo que cumplía con sus labores. Si no tenía quien le escuchase hablaba solo, refiriéndose a sí mismo historias que por sabidas casi había olvidado.
Dice la leyenda que una mañana soleada, mientras fabricaba un costoso y elaborado cesto, Camilo Morgade contó la siguiente historia a quien quiso escucharla:
-Nuestro Señor Jesucristo -hablaba el cestero- tuvo madre y no tuvo padre. Pero Santa Ana tuvo padre y no tuvo madre.
¿Que cómo fue?
Pues Santa Ana era hija de un hortelano, el cual, cuan­do la tuvo, ya era Santo. Aquel hortelano tenía un jardín, y en el jardín un man-zano. Y un día, paseando por el jardín, cogió una de las manzanas que allí había y la comió. Y la navaja con que la cortó, después de usarla, la limpió pasando la hoja por uno de sus muslos.
De allí a poco, notó que en el muslo, en el sitio por don­de había pasado la navaja, se le formaba un pequeño tumor. Primero anduvo en él con los dedos a ver si podía reducirlo. Pero en lugar de reducirse, le crecía más.
Y tuvo aquel extraño y sorprendente tumor durante doscientos setenta días, y al término de ellos, desapareció.
Pero después vio que andaba por el jardín una niñita preciosa y fue hacia ella; pero la niña echó a correr y el Santo corrió detrás de ella, y cuanto más corría el Santo, más corría la niña, y cuando le parecía que iba a alcanzar­la se esfumaba de entre sus dedos como por arte de magia.
Aquella noche el santo hortelano oyó en sueños una voz que le decía:
-Cuando veas la niña no corras que la espantas. Llá­mala diciendo: «Hija mía, ven aquí», y la niña vendrá, porque es hija tuya, y como hija tuya la has de criar y tener.
Así lo hizo y aquella niña fue Santa Ana.
De mayor, Santa Ana se casó y vivió muy feliz con su marido; pero pasaron los años y ya les estaba llegando él tiempo de separarse, porque había la ley de que un matrimonio que llevara tantos años sin tener hijos debía separarse. Mas Santa Ana y su esposo se amaban tanto, que de ninguna manera se querían separar: Entonces determinaron huir de aquel país y marcharse a otro don­de no hubiera ley semejante; y, en efecto, emprendieron viaje.
En el camino se les apareció el Arcángel San Gabriel, el cual les dijo que no siguiesen adelante; antes bien, que se volviesen a su casa, pues no tendrían que separarse, ya que Santa Ana daría pronto a luz una niña.
Y así fue, y aquella niña resultó ser la Virgen María.
Siendo la Virgen aún pequeña, sus padres, por temor a los herejes, la pusieron en una casa de campo solitaria en el reino de Litaría, provincia de Bévora, casa muy humil­de, para que, los herejes no pudieran sospechar que se encontraba allí tan gran Señora.
Allí fue a donde vino el Arcángel San Gabriel y le dijo:
-Dios te salve, María. Llena eres de gracia. Tendrás un hijo y le pondrás Jesús.
Ella repuso:
-¿Cómo puede ser eso si yo no he de usar de varón...?
Y San Gabriel, añadió:
-No temas, María, que el Verbo Divino se hacerá hombre y habita-rá entre nosotros.
Aquí termina el breve Evangelio apócrifo del cestero de la Limia.
Cuando la fe está viva en un país, forja bellas historias que aunque sean inciertas, no dejan por eso de tener algo de santas.

105 anonimo (galicia)

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