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miércoles, 29 de agosto de 2012

La reina loba

En Galicia se habla mucho de la Reina Loba.
Pero nadie sabe exactamente quién fue.
Ni exacta ni aproximadamente.
Sólo se sabe que vivió hace muchísimo tiempo.
Se habla de ella acá y allá, un poco en todas partes, y la historia que se cuenta es más o menos la misma.
El pueblo de Galicia, cuya estructura y temperamento feudal se manifiesta en múltiples detalles apreciables para todos aquellos que posean un riguroso y exacto sentido histórico, no por eso se ha doblegado siempre a los abusos señoriales.
Existió desde un principio la tendencia innata a revelar­se contra los malos usos y contra las serventías de todo punto injustificadas.
La que se ha dado en llamar revolución comunal duró allí más que en ninguna otra parte, y los gallegos sostuvie­ron con sus señores largos e interminables pleitos, guerras y golpes de mano.
Una historia de éstas es la de la Reina Loba.
En el pueblo de Figueirós, no muy distante de Orense, dominaban las turbas de la Reina Loba. Era ésta una mujer siniestra, de retorcidos sentimientos, brutal y terrible, carente de compasión y enemiga acérrima dé la piedad. Vivía en su castillo, huraña y solitaria -excepto, claro, los desaprensivos que la servían-, altanera y soberbia, y era muy difícil, por no decir prácticamente imposible, llegar hasta ella.
Para su manutención y la de su corte de desalmados y sinvergüenzas, los súbditos fueron obligados a entregarle cada, día una vaca y un carnero. Los vasallos se turnaban en este injusto servicio, correspondiendo hoy a una casa o fuego -hogar o familia- propor-cionar las reses, y maña­na a otra.
Tal tributo era considerado como indebido y odiado por todos los súbditos de la Reina Loba, porque los rebajaba a la condición de pecheros. Mas pasaron muchos años pagándole sin resistencia ni protesta; se limitaban a la murmuración en voz baja y a tragarse su ira, por temor a la Reina que infundía en todos gran pavor, porque sus seve ras y crueles órdenes se cumplían siempre a rajatabla, de forma inexorable, sin que sirviesen de nada las súplicas, las alegaciones ni la fuga. Las turbas de la Reina Loba per­seguían a los vasallos caídos en desgracia con un celo y un ensañamiento sin igual. De aquí el pánico que la Reina infundia.
Por fin le tocó el turno para empezar a contribuir a la mesa de la Reina al pueblo de Figueirós. Pero los vecinos de esta localidad eran gente altiva y cuidadosa de sus dere­chos, que no estaba dispuesta a cónsentir en pagar como pecheros lo que no les correspondía. Por ello se pusieron de acuerdo y determinaron negarse al pago del tributo. Mas su resolución no era suficiente, pues la Reina Loba enviaría a sus hombres de armas, a sus sayones y sicarios, y las casas serían saqueadas; el pueblo, incendiado; los rebeldes, perseguidos a muerte; las mujeres y los niños serían pasados a cuchillo y los hombres tendrían que defenderse en el bosque y acabar por ser muertos uno a uno, o rendidos por hambre, para sufrir suplicio infamante. Era preciso precaverse contra tal terrible suerte, y lo mejor era adelantarse, tomar la iniciativa, la ofensiva, ir enseguida contra la Reina, lo más pronto posible, para poder cogerla desprevenida.
En efecto, se armaron lo mejor que pudieron y marcha­ron contra el castillo de la Reina Loba.
Fiada en el terror que inspiraba, la cruel soberana no estaba realmente preparada para defenderse. Los de Figueirós eran los primeros en atreverse con ella y la Rei­na nunca pensó que tal cosa fuera a suceder.
El combate fue breve.
Los de Figueirós asaltaron el castillo, se apoderaron de la persona de la Reina Loba, le dieron muerte y arrojaron el cadáver desde lo alto de la muralla ante la multitud de gentes de otros pueblos que se habían agolpado al rumor de la hazaña.
Así terminó para siempre el odioso tributo y los pue­blos quedaron libres de la tiranía de aquella Reina mal­vada.
Los vasallos de la Reina Loba, agradecidos, compusie­ron esta copla que todavía se repite en toda la comarca:



Mataste a Reina Loba,
Pueblo de Figueirós,
Mataste a Reina Loba,
Fidalgo quedaste vos.

105 anonimo (galicia)








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