En Galicia se habla mucho de la Reina Loba.
Pero nadie sabe exactamente quién fue.
Ni exacta ni aproximadamente.
Sólo se sabe que vivió hace muchísimo tiempo.
Se habla de ella acá y allá, un poco en todas partes,
y la historia que se cuenta es más o menos la misma.
El pueblo de Galicia, cuya estructura y temperamento
feudal se manifiesta en múltiples detalles apreciables para todos aquellos que
posean un riguroso y exacto sentido histórico, no por eso se ha doblegado
siempre a los abusos señoriales.
Existió desde un principio la tendencia innata a
revelarse contra los malos usos y contra las serventías de todo punto
injustificadas.
La que se ha dado en llamar revolución comunal duró
allí más que en ninguna otra parte, y los gallegos sostuvieron con sus señores
largos e interminables pleitos, guerras y golpes de mano.
Una historia de éstas es la de la Reina Loba.
En el pueblo de Figueirós, no muy distante de Orense,
dominaban las turbas de la
Reina Loba. Era ésta una mujer siniestra, de retorcidos
sentimientos, brutal y terrible, carente de compasión y enemiga acérrima dé la
piedad. Vivía en su castillo, huraña y solitaria -excepto, claro, los
desaprensivos que la servían-, altanera y soberbia, y era muy difícil, por no
decir prácticamente imposible, llegar hasta ella.
Para su manutención y la de su corte de desalmados y
sinvergüenzas, los súbditos fueron obligados a entregarle cada, día una vaca y
un carnero. Los vasallos se turnaban en este injusto servicio, correspondiendo
hoy a una casa o fuego -hogar o familia- propor-cionar las reses, y mañana a
otra.
Tal tributo era considerado como indebido y odiado por
todos los súbditos de la
Reina Loba , porque los rebajaba a la condición de pecheros.
Mas pasaron muchos años pagándole sin resistencia ni protesta; se limitaban a
la murmuración en voz baja y a tragarse su ira, por temor a la Reina que infundía en todos
gran pavor, porque sus seve ras y crueles órdenes se cumplían siempre a
rajatabla, de forma inexorable, sin que sirviesen de nada las súplicas, las
alegaciones ni la fuga. Las turbas de la Reina Loba perseguían a los vasallos caídos en
desgracia con un celo y un ensañamiento sin igual. De aquí el pánico que la Reina infundia.
Por fin le tocó el turno para empezar a contribuir a
la mesa de la Reina
al pueblo de Figueirós. Pero los vecinos de esta localidad eran gente altiva y
cuidadosa de sus derechos, que no estaba dispuesta a cónsentir en pagar como
pecheros lo que no les correspondía. Por ello se pusieron de acuerdo y
determinaron negarse al pago del tributo. Mas su resolución no era suficiente,
pues la Reina Loba
enviaría a sus hombres de armas, a sus sayones y sicarios, y las casas serían
saqueadas; el pueblo, incendiado; los rebeldes, perseguidos a muerte; las
mujeres y los niños serían pasados a cuchillo y los hombres tendrían que
defenderse en el bosque y acabar por ser muertos uno a uno, o rendidos por
hambre, para sufrir suplicio infamante. Era preciso precaverse contra tal
terrible suerte, y lo mejor era adelantarse, tomar la iniciativa, la ofensiva,
ir enseguida contra la Reina ,
lo más pronto posible, para poder cogerla desprevenida.
En efecto, se armaron lo mejor que pudieron y marcharon
contra el castillo de la
Reina Loba.
Fiada en el terror que inspiraba, la cruel soberana no
estaba realmente preparada para defenderse. Los de Figueirós eran los primeros
en atreverse con ella y la Rei na
nunca pensó que tal cosa fuera a suceder.
El combate fue breve.
Los de Figueirós asaltaron el castillo, se apoderaron
de la persona de la Reina
Loba , le dieron muerte y arrojaron el cadáver desde lo alto
de la muralla ante la multitud de gentes de otros pueblos que se habían
agolpado al rumor de la hazaña.
Así terminó para siempre el odioso tributo y los pueblos
quedaron libres de la tiranía de aquella Reina malvada.
Los vasallos de la Reina Loba ,
agradecidos, compusieron esta copla que todavía se repite en toda la comarca:
Mataste
a Reina Loba,
Pueblo
de Figueirós,
Mataste
a Reina Loba,
Fidalgo
quedaste vos.
105 anonimo (galicia)
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