EN EL
NOMBRE DE ALA, EL CLEMENTE, EL MISERICORDIOSO.
Cuentan
que Omar ibn Alhatab, Alá esté satisfecho de él, rogó que Alá le permitiese
ver las almas de los muertos en sus sueños, y Alá llevó su alma a un cementerio,
y vio a los muertos sentados en corro de cara al punto que en sus tumbas señala
la Meca.
Y Omar
les saludó y no le devolvieron el saludo.
Y Omar
dijo:
-¡Oh
compaña! ¿Qué os prohibe devolverme el saludo?
Respondieron:
-Omar,
devolver el saludo es ganar buenas obras y nosotros estamos muertos. Ni
podemos hacer buenas obras ni cometer pecado. Bienaventurado seas, Omar, eres
honrado y amado por Alá. Escuchamos tu voz; pediste a Alá que te dejase vernos
en tu dormir y escuchamos tu voz como en la tierra se oye un trueno fuerte.
Dijo
Omar:
-Y
vosotros ¿Veis mi cara?
Dijéronle:
-Omar,
nos sentamos en corro unos con otros en los pasos que hay entre nuestras tumbas,
y allí recordamos a los del mundo, del mismo modo que nos recordáis vosotros. Y
los días viernes, a la hora del mediodía, cuando vais a las mezquitas, desde
aquí os miramos hasta que volvéis de la oración, y cuando muere alguno nos
llegamos a él para pedir nuevas de los que hemos dejado en el mundo igual que
preguntáis al que viene de lejanas tierras, y cuando preguntamos por uno y el
que viene dice que ya murió, sabemos al momento que no ha ido por buen camino.
Esto
es lo que nos queda del razonamiento de Omar ibn Alhatab, Alá esté satisfecho
de él:
No hay
fuerza ni poder sino en Alá, él Excelso, el Grande.
117. anonimo (morisco)
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