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miércoles, 29 de agosto de 2012

Los contrabandistas

Junto a la torre de Hércules hay una playa en al cual las olas han ido socavando la base de alguno de sus parajes rocosos y formando como cuevas naturales que se creían viviendas de las brujas de la torre. Se tenía por cierto qué celebraban en ellas sus aquelarres y que desde allí domi­naban toda la comarca.
Ciertos hombres del pueblo aseguraban, que en las noches sombrías se las vlíá saltar por entre los peñascos con teas de resina encendidas y que se escondían en las cuevas. Todo el pueblo creyó a estos hombres, que no eran más que contrabandistas deseosos de que aquellos lugares estuvieran solitarios, para ellos poder trabajar con absoluta tranquilidad en sus empresas ilegales y clandes­tinas. Los contrabandistas se pusieron de acuerdo con un clérigo de mala conducta y junto con él decidieron explo­tar la credulidad de algunos infelices. Varios de estos indi­viduos confiados les acompañaron una noche a las cuevas con la esperanza de poder contemplar un aquelarre de brujas y al demonio en persona iniciando estas lúgubres fiestas.
Aun cuando el espíritu del mal no acudía al llamamien­to, no por eso las gentes se desanimaron. Iban, noche tras noche, fiados del cura, esperando poder verlo cara a cara alguna vez.

Para que acudiese el diablo era necesario degollar una gallina negra, cuya sangre iba cayendo gota a gota sobre una hoguera, y agitar en el aire una vara de ciprés cortada del árbol por una mucha-cha soltera que no pasase de quin­ce años.
Una noche en que todas estas crédulas gentes se halla­ban en las cuevas esperando al demonio y a su cortejo de brujas, los contrabandistas de acuerdo con el cura, caye­ron sobre ellos, y fue tal la lluvia de estacazos, que queda­ron medio muertos y fueron desposeídos de todo lo que llevaban.
Desde aquel día, las gentes de La Coruña, según dice la leyenda, han dejado de creer en brujas y menos aún que la torre de Hércules sea el centro de todas las endemonia­das de España.

105 anonimo (galicia)

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