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miércoles, 29 de agosto de 2012

Cotolay

Es tradición verosímil y creíble que San Francisco de Asis visitó España allá por los años 1212 y 1213, fundan­do conventos de la Orden seráfica y yendo a venerar el sepulcro del señor Santiago.
No obstante, la historia de Cotolay, suele normalmente ser presentada como leyenda.
No podría sorprendernos, por otra parte, que fuera his­toria, pues aconteció en aquel maravilloso siglo XIII, en el cual el cielo se acercó tanto a la tierra que los que entonces vivían tuvieron la sensación de que acabarían confundién­dose uno y otra.
Cotolay no era más que un pobre carbonero que habita­ba una humilde cabaña en los alrededores de la ciudad de Compostela. Se le hubiese podido llamar en su tiempo un cabanarius; en el nuestro, un caseteiro. Muy pobre y muy resignado a su suerte.
En su romería al sepulcro del Apóstol, San Francisco, pobre y humilde también, dicen que se alojó en la Mísera cabaña de Cotolay, en cuya caridad encontró acogimiento el tiempo que allí pasó.
San Francisco deseó, como es lógico, establecer su Orden en la ciudad santa, y como hubiera despertado vocaciones entre los devo-tos que a ella concurrían de toda Galicia, de toda España y de toda la cristiandad, buscó sitio para establecer la comunidad franciscana.

Encontró un buen lugar en el sitio denominado Val de Dios, aunque se dice también que aquello habíase llamado en tiempo primitivos Val do Inferno, y fue el estableci­miento allí de los frailes Menores lo que le valió posterior­mente el nombre de Val de Dios. Lo cierto es que ambos nombres se conservan e incluso hay una vía santiaguesa que se llama el Inferniño.
Aquellos terrenos pertenecían al monasterio benedic­tino de San Payo de Antealtares. San Francisco consi­guió del Abad que se los cediese en feudo mediante el pago de un censo anual de un cesto de peces para su mesa.
Una vez hubo el santo de Asís obtenido esta concesión, le dijo a Cotolay:
-Tenemos por fin sitio para el convento. Ahora tú correrás con los gastos de la edificación.
Repuso Cotolay:
-Soy pobre, señor. ¿Cómo podré hacer eso que me pedís?
San Francisco insistió:
-Cava con fe al lado de la fuente y encontrarás con qué edificar el convento y mucho más.
Había, en efecto, en despoblado, cerca de la choza de Cotolay, una fuente. El pobre carbonero, lleno de fe en las palabras del padre, se puso a cavar una noche en el sitio indicado y al poco rato encontró un cofre pesadísimo; al abrirlo, contempló con manifiesta estupefacción que esta­ba repleto de monedas de oro, objetos y joyas de gran precio y valor.
Con aquello Cotolay construyó una casa para los Her­manos Menores, y aún los siguió ayudando mientras vivió, a pesar de lo cual se hizo rico con el sobrante. Él y su esposa hicieron muchísimas obras de caridad que le atrajeron la consideración y el cariño de los compostelanos; y el antiguo carbonero murió en olor de santidad siendo regidor del Concejo de Compos-tela.

105 anonimo (galicia)

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