Es tradición verosímil y creíble que San Francisco de
Asis visitó España allá por los años 1212 y 1213, fundando conventos de la Orden seráfica y yendo a
venerar el sepulcro del señor Santiago.
No obstante, la historia de Cotolay, suele normalmente
ser presentada como leyenda.
No podría sorprendernos, por otra parte, que fuera historia,
pues aconteció en aquel maravilloso siglo XIII, en el cual el cielo se acercó
tanto a la tierra que los que entonces vivían tuvieron la sensación de que
acabarían confundiéndose uno y otra.
Cotolay no era más que un pobre carbonero que habitaba
una humilde cabaña en los alrededores de la ciudad de Compostela. Se le hubiese
podido llamar en su tiempo un cabanarius; en el nuestro, un caseteiro.
Muy pobre y muy resignado a su suerte.
En su romería al sepulcro del Apóstol, San Francisco,
pobre y humilde también, dicen que se alojó en la Mísera cabaña de Cotolay,
en cuya caridad encontró acogimiento el tiempo que allí pasó.
San Francisco deseó, como es lógico, establecer su
Orden en la ciudad santa, y como hubiera despertado vocaciones entre los devo-tos
que a ella concurrían de toda Galicia, de toda España y de toda la cristiandad,
buscó sitio para establecer la comunidad franciscana.
Encontró un buen lugar en el sitio denominado Val
de Dios, aunque se dice también que aquello habíase llamado en tiempo
primitivos Val do Inferno, y fue el establecimiento allí de los frailes
Menores lo que le valió posteriormente el nombre de Val de Dios. Lo cierto
es que ambos nombres se conservan e incluso hay una vía santiaguesa que se
llama el Inferniño.
Aquellos terrenos pertenecían al monasterio benedictino
de San Payo de Antealtares. San Francisco consiguió del Abad que se los
cediese en feudo mediante el pago de un censo anual de un cesto de peces para
su mesa.
Una vez hubo el santo de Asís obtenido esta concesión,
le dijo a Cotolay:
-Tenemos por fin sitio para el convento. Ahora tú
correrás con los gastos de la edificación.
Repuso Cotolay:
-Soy pobre, señor. ¿Cómo podré hacer eso que me pedís?
San Francisco insistió:
-Cava con fe al lado de la fuente y encontrarás con
qué edificar el convento y mucho más.
Había, en efecto, en despoblado, cerca de la choza de
Cotolay, una fuente. El pobre carbonero, lleno de fe en las palabras del padre,
se puso a cavar una noche en el sitio indicado y al poco rato encontró un cofre
pesadísimo; al abrirlo, contempló con manifiesta estupefacción que estaba
repleto de monedas de oro, objetos y joyas de gran precio y valor.
Con aquello Cotolay construyó una casa para los Hermanos
Menores, y aún los siguió ayudando mientras vivió, a pesar de lo cual se hizo
rico con el sobrante. Él y su esposa hicieron muchísimas
obras de caridad que le atrajeron la consideración
y el cariño de los compostelanos; y el antiguo carbonero murió en olor de
santidad siendo regidor del Concejo de Compos-tela.
105 anonimo (galicia)
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