En tierras de Valdeorras se refieren infinidad de
leyendas y consejas. Es allí donde parecen pervivir mejor la memoria de las
hazañas realizadas en Galicia y, en toda España por el gran emperador Carlomagno
y por sus compañeros, los doce Pares de Francia, cuyas gestas refiere el
Arzobispo Turpín en un libro que muchos suponen escrito en Galicia.
Pero de los Doce Pares de Francia, los que gozan de
más favor desde luego, son Oliveros y Roldán, especialmente éste que ha
recibido por singular respeto no sólo el castellano «don» sino el más elevado
«san». Como paladín de la cristiandad, el esforzado Roldán, es una especie de
santo. En la historia que vamos a referir se le llama San Roldán.
Pues bien, San Roldán corrió toda la tierra de Valdeorras
combatiendo a los infieles que temblaban ante la aproximación de su victoriosa
espada; logró así expulsarlos de todo aquel país y los persiguió sin descanso
en su retirada.
En una de sus cabalgadas los moros huyeron subiendo la
sierra de la Encina
de la Lastra y
San Roldán los perseguía montado en su caballo. Las últimas en escapar, a pie
y descalzas, eran dos musulmanas ante cuya belleza quedó deslumbrado San
Roldán, tanto que, codicioso por alcanzarlas, picó espuelas al bridón y las
persiguió a rienda suelta; pero por más que galopaba no lograba darles alcance.
Entonces San Roldán les gritó que no corriesen más,
que no les haría ningún mal si querían esperarle. Pero sus exhortaciones no
causaron el menor efecto en las moriscas, antes bien, al escuchar sus palabras
que el viento transportaba, más aprisa escapaban ellas.
Iban subiendo una empinada cuesta en lo alto dewla
cual el camino se perdía de vista oculto en la ladera opuesta de la montaña.
Las dos árabes estaban llegando al lugar en que se escondía el sendero, y él
caballo de San Roldán cubierto de sudor, no podía ya alcanzarlas.
Entonces San Roldán les echó una maldición.
En el acto las dos moras quedaron convertidas en dos
enormes piedras de seixo blanco, esto es, cuarzo o pedernal, que aún se
ven a uno y otro lado del camino en el lugar en que, desde la cuesta, va a dar
la vuelta para esconderse en la ladera opuesta.
Y los siglos pasaron, pero las dos piedras
blanquísimas, como sin duda era la piel de las dos hermosas y desconsideradas
sarracenas, allí están como testigos de la hazaña de San Roldán y del mucho
poder que tenía con Dios como defensor de la verdadera fe cristiana.
105 anonimo (galicia)
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