Cuentan por ahí, que una
mañana, Chaac, el Señor de la
Lluvia , sintió deseos de pasear y quiso recorrer los campos
de El Mayab. Chaac salió muy contento, seguro de que encontraría los cultivos
fuertes y crecidos, pero apenas llegó a verlos, su sorpresa fue muy grande,
pues se encontró con que las plantas estaban débiles y la tierra seca y
gastada. Al darse cuenta de que las cosechas serían muy pobres, Chaac se
preocupó mucho. Luego de pensar un rato, encontró una solución: quemar todos
los cultivos, así la tierra recuperaría su riqueza y las nuevas siembras serían
buenas.
Después de tomar esa
decisión, Chaac le pidió a uno de sus sirvientes que llamara a todos los
pájaros de El Mayab. El primero en llegar fue el dziú, un pájaro con plumas de
colores y ojos cafés. Apenas se acomodaba en una rama cuando llegó a toda prisa
el toh, un pájaro negro cuyo mayor atractivo era su larga cola llena de
hermosas plumas. El toh se puso al frente, donde todos pudieran verlo.
Poco a poco se reunieron
las demás aves, entonces Chaac les dijo:
-Las mandé
llamar porque necesito hacerles un encargo tan importante, que de él depende la existencia de la vida. Muy pronto quemaré
los campos y quiero que ustedes salven las semillas de todas las plantas, ya
que esa es la única manera de sembrarlas de nuevo para que haya mejores
cosechas en el futuro. Confío en ustedes; váyanse pronto, porque el fuego está
por comenzar.
-Voy a buscar
la semilla del
maíz; yo creo que es una de las más importantes para que haya vida.
-Tengo que
salvar la semilla del
maíz, todos me van a tener envidia si la encuentro yo primero.
-Voy a
descansar un rato. Al fin que ya voy a llegar y los demás todavía han de venir
lejos.
-Ya que el
dziú hizo algo por nosotros, ahora debemos hacer algo por él. Yo propongo que a
partir de hoy, pueda poner sus huevos en el nido de cualquier pájaro y que
prometamos cuidarlos como si fueran nuestros.
En cuanto Chaac terminó de
hablar el pájaro dziú pensó:
Y mientras, el pájaro toh
se dijo:
Así, los dos pájaros iban
a salir casi al mismo tiempo, pero el toh vio al dziú y quiso adelantarse;
entonces se atravesó en su camino y lo empujó para irse él primero. Al dziú no
le importó y se fue con calma, pero muy decidido a lograr su objetivo.
El toh voló tan rápido,
que en poco tiempo ya les llevaba mucha ventaja a sus compañeros. Ya casi
llegaba a los campos, pero se sintió muy cansado y se dijo:
Entonces, el toh se acostó
en una vereda. Según él sólo iba a descansar mas se durmió sin querer, así que
ni cuenta se dio de que ya empezaba a anochecer y menos de que su cola había
quedado atravesada en el camino. El toh ya estaba bien dormido, cuando muchas
aves que no podían volar pasaron por allí y como el pájaro no se veía en la
oscuridad, le pisaron la cola.
Al sentir los pisotones,
el toh despertó, y cuál sería su sorpresa al ver que en su cola sólo quedaba
una pluma. Ni idea tenía de lo que había pasado, pero pensó en ir por la
semilla del maíz para que las aves vieran su valor y no se fijaran en su cola
pelona.
Mientras tanto, los demás
pájaros ya habían llegado a los cultivos. La mayoría tomó la semilla que le
quedaba más cerca, porque el incendio era muy intenso. Ya casi las habían
salvado todas, sólo faltaba la del maíz. El dziú volaba desesperado en busca de
los maizales, pero había tanto humo que no lograba verlos. En eso, llegó el
toh, mas cuando vio las enormes llamas, se olvidó del maíz y decidió tomar una
semilla que no ofreciera tanto peligro. Entonces, voló hasta la planta del
tomate verde, donde el fuego aún no era muy intenso y salvó las semillas.
En cambio, al dziú no le
importó que el fuego le quemara las alas; por fin halló los maizales, y con
gran valentía, fue hasta ellos y tomó en su pico unos granos de maíz.
El toh no pudo menos que
admirar la valentía del dziú y se acercó a felicitarlo. Entonces, los dos
pájaros se dieron cuenta que habían cambiado: los ojos del toh ya no eran
negros, sino verdes como el tomate que salvó, y al dziú le quedaron las alas
grises y los ojos rojos, pues se acercó demasiado al fuego.
Chaac y las aves supieron
reconocer la hazaña del dziú, por lo que se reunieron para buscar la manera de
premiarlo. Y fue precisamente el toh, avergonzado por su conducta, quien propuso
que se le diera al dziú un derecho especial:
Las aves aceptaron y desde
entonces, el dziú no se preocupa de hacer su hogar ni de cuidar a sus crías.
Sólo grita su nombre cuando elige un nido y los pájaros miran si acaso fue el
suyo el escogido, dispuestos a cumplir su promesa.
Leyendas Mayas - Autor:
S.E.P.México,
Versión escrita: Gloria Morales Veyra
069. anonimo (maya)
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