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miércoles, 29 de agosto de 2012

Historia de tamim addar

EN EL NOMBRE DE ALA, EL CLEMENTE, EL MISE­RICORDIOSO.

Cuenta Ibn Abbas, Alá se apiade de él, que había en­tre los compañeros de Ma­homa, Alá le bendiga y le dé salvación, un hombre lla­mado Tamim Addar; y es­tando un día sentados con el profeta Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación, pasó Tamim Addar y lo miró Mahoma, bendígale Alá y le dé salvación, y comenzó a llorar. Y dijo Ali ibn Abi Talib, Ala se apiade de él:
-Enviado de Alá. ¿Por qué lloras?
Respondió Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación:
-Alí, a este Tamim Addar le ocurrirá un suceso muy grande, dé muchas maravillas.
Cuenta Ibn Abbas que estaba una noche Tamim Addar en su casa muy alegre, holgando con su mujer, que era muy temerosa del agua, los truenos, los relámpagos y del viento recio. Una vez que hubo holgado con su mujer, él se levantó para purificarse y le dijo su mujer en burla:
-Tomadlo, compaña de genios.
Apenas hubo dicho estas palabras cuando oyó un gran ruido y esperó un poco para ver qué era, pero no vio nada. Se levantó de la cama y entró donde estaba su marido y no lo halló, y se espantó y asustó grandemente y no durmió en toda la noche hasta que amaneció Alá con la buena mañana. Luego se fue a casa de sus parien­tes y les contó lo que le había pasado. El y ella eran hijos de hermanos, y los parientes se mara­villaron y se entristecieron por la desaparición y preguntaban por él a todos los extranjeros, pero no tuvieron ninguna nueva de él. Lo buscaron por tantos sitios y tantas veces que se cansaron y lo tuvieron por perdido, ya que había pasado mucho tiempo, tanto que al fin se despreocupa­ron de él.
Volviendo a Tamim Addar, dice Ibn Abbas que el genio y su compaña lo tomaron y lo lleva­ron a una montaña muy oscura y espesa a la orilla del mar, al pie de una sierra, y lo pusieron en una cueva muy grande y muy temible en la que se reunían todos los genios a comer y dormir. Desde su casa a la cueva habría unas cuatrocien­tas leguas, y la misma noche que lo tomaron lo llevaron a esta cueva. Estando en ella con los genios, comía y bebía de lo que ellos comían y bebían y hacía esta vida con mucho trabajo, llo­rando de sus ojos.
Y aún con todo este penar jamás dejó de nom­brar a Alá y de leer el Corán, según cuenta la his­toria, pues era un gran lector del Corán, y los genios malditos le hacían mucha burla y escar­nio y le escupían a la cara y le hacían otras inju­rias y muchos baldones, diciéndole:
-"Malo, traidor, rezador, hacedor de ablucio­nes, lector del Corán. Haces todo eso para nues­tro pesar y por injuriarnos. Ahora veremos de qué te servirá cuanto haces y has hecho, pues estás en 'nuestro poder y aquí morirás, pues muchas veces nos has maldecido en tus oracio­nes y abluciones. Debes saber que esto que ahora tienes, te lo hemos deseado muchas veces pues es hora que sepas con certeza que así como tú nos confundías e injuriabas, así has de ser entre nosotros deshonrado y menguado, y esta­rás en esta vida hasta que mueras y después de muerto, por tomar de ti mayor venganza, te lle­varemos arrastrando a la montaña de los leones para que te coman."
Estas y otras injurias mayores le hacían, y pasó en este trabajo y tribulación cuatro años, su­friendo en ellos grandes penas, pero nunca dejó de leer el Corán y hacer oración a sus horas.
Dice Ibn Abbas que estando Tamin Addar en aquella cueva leyen-do el Corán como era su cos­tumbre una vez cada día, rogando a Alá que se apiadase de él, cuenta que pasó por allí el mayor de los genios creyentes y oyó leer y llegó a la cueva y vio que era una persona carnal la que allí leía, y entró y halló al dicho Tamim Addar llo­roso y muy triste y le dijo:
-"Hombre, que Alá, poderoso y ensalzado sea, te socorra. Dime quién eres tú y cuéntame la causa de que estés aquí, porque me pareces cre­yente en Alá, y contándomelo tendrás algún remedio a tu necesidad, por ventura de Alá."
Dice Ibn Abbas que Tamim Addar le contó todo lo que había pasado y lo que le había acon­tecido con su mujer, y de cómo lo tomó y arre­bató un genio perverso que lo tenía allí y que le 'hacía muy grandes injurias. Y al momento dijo el genio creyente:
-"Has de saber, Tamim Addar, que yo soy el genio de los genios creyentes, y soy el mayor y el rey de ellos, y soy creyente en Alá y si quieres salir de este trabajo, te llevaré como amigo en mi compañía. Tengo dos hijos pequeños que ha­brás de enseñar a leer el Corán, y allí estarás a tu placer, que ni genio ni ningún otro te enojará ni te hará injurias."
Dice Ibn Abbas que el genio creyente, como era el rey, venía acompañado de grandes caballe­ros y muchos barraganes de los genios creyen­tes, y vino sobre aviso de que allí hallaría a aquel hombre. Y estando en esto, llegó el diablo impío, Alá le maldiga, que venía a hacer mal, y entró en su cueva y halló al genio creyente y, hablándole con mucha cortesía, le dijo:
-"Oh rey, ¿qué es lo que te place? ¿A qué has venido a mi casa? Maravillado estoy de ti. ¿Qué es lo que quieres de mí? Ya sabes que por ti haré todo lo que tu voluntad desee.
Dijo el genio creyente:
-"A bien hablar, mejor obrar. Has de saber que me han dicho con certeza cómo tenías a este hombre y por ello he venido aquí y veo que es verdad. Me dicen que es gran lector del Corán y, como ya sabes, tengo dos hijos pequeños y que­ría enseñarles a leer y este hombre los enseñará. Te ruego que me lo des pues sabes que es cre­yente como yo."
Respondió el maldito diablo:
-"Rey, demanda de mi casa cualquier otra cosa, que eso no lo haré porque este hombre me guerrea con crudas afrentas mediante la oración y la ablución y aún aquí donde lo tengo lee una vez cada día del mundo el Corán. Y tu ya sabes, oh rey, que cuando se lee el Corán me derrito como la cera en el fuego."
Al momento dijo el genio creyente:
-"No esperaba de ti otra respuesta. Has de saber que este hombre es de mi creencia y según la razón debo tenerlo yo y no tú. Y el tiempo que aquí lo has tenido me has hecho a mí un gran enojo y mayor agravio. No me iré sin él."
Y de esto tuvo Tamim Addar muy gran pla­cer y dijo:
-"Oh rey de los genios creyentes, que Alá se apiade de ti, no me dejes aquí que yo enseñaré a tus hijos."
Rápidamente respondió el genio maldito:
-"Por hacerme a mí mayor guerra, dices que enseñarás a sus hijos para acrecentar mis enemi­gos; pero antes que salgas de aquí, le costarás la vida a muchos."
Y empezó a gritar con tanta fuerza que parecía que el cielo se desplomaba sobre la tierra, y a los gritos del maldito se juntaron más de mil millo­nes de genios diabólicos; y entablóse una batalla que amenazaba con hundir el universo. No se oían sino alaridos y el movimiento de los cerros y las peñas con gran alboroto.
Duró mucho rato el matar y el herir; y al fin vencieron los genios creyentes y capturaron a muchos, entre los cuales iba el rey de los infieles. Y llevaron a Tamim Addar y al rey de los genios creyentes a otra montaña, y cuando todos los genios creyentes hubieron llegado, mandó el rey que ninguno de ellos le hiciese mal ni le dijese palabras de injuria a aquel hombre, para que supiesen que era creyente en Alá y lector del Corán, y que había de enseñar a sus hijos.
Quedó así Tamim Addar en compañía de los genios creyentes, enseñando a leer a los dos hijos del rey; y leía y hacía oración, y comía y bebía con ellos, y estaba alegre y ellos también con él, y los niños aprendían mucho y querían a Tamim Addar; de este modo pasó tres años.
Dejemos por ahora a Tamim Addar en esta vida.
Dice Ibn Abbas que cuando vio su mujer que en tanto tiempo no venía su marido ni de él sabía nueva alguna, al cabo de los siete años era ya su voluntad casarse pues había esperado mucho tiempo. Ella y sus parientes fueron a Omar ibn al-Hatab, Alá se apiade de él, y le dijeron:
-"Oh rey de los creyentes, has de saber que el marido de esta mujer se ha ausentado de ella hace ya siete años; la tenemos a nuestro cargo, dale licencia que se case y que Alá se apiade de ti."
Dijo Omar, Alá se apiade de él:
-"Tornadla con vosotros a su casa y que guarde un tiempo de espera por el fallecimiento del esposo de catorce meses.
Y así la tornaron a su casa y tuvo el dicho tiempo de espera; volvieron después a Omar y le dijeron cómo había cumplido su tiempo de espera tal como había mandado. Omar hizo pes­quisa entre los vecinos hasta saber la verdad, miró después Omar a los que estaban en su obe­diencia y dijo:
-"Gentes, ¿quién de vosotros querrá casar con esta mujer? Ella ha esperado siete años para saber de su marido, del que jamás ha tenido nue­vas; me pidió divorcio de él, y yo mandé guardar su tiem-po de espera según la religión que nos dejó Mahoma, Alá le bendiga y le dé la salvación, y ella lo ha cumplido."
En este tiempo ya habían fallecido nuestro profeta Mahoma, Alá le bendiga y le dé salva­ción, y Abú Bakri. Y eligieron a Omar como rey de los creyentes.
Una vez oído esto, se levantó uno de los de la gente, Udratu, que dijo:
-"Omar, yo me casaré con ella."
Y se fue a su casa y trajo para ella un sartal de plata y se lo dio a Omar, y Omar se lo entregó a ella y les dio permiso para casarse. Y así se fue la mujer a su casa divorciada de Tamim Addar y desposada con el Algudriyu. Y la noche que él viajó a casa de su mujer, ella tenía guisada la cena, y entró Algudriyu y ella le sacó las viandas para que comiese, y ella salió del palacio a hacer sus menesteres.
En esto descendió a ella un hombre, que le produjo mucho temor, y dijo:
-"Defiéndome contra Santanás maldito."
Y dijo él:
-"Con Alá poderoso me defiendo de ese que tu nombras."
Al momento respondió ella:
-"¿Quién eres tú y quién te metió o mandó entrar en mi casa sin licencia?" Dijo él:
-"Yo soy tu marido Tamim Addar."
Y ella lo conoció en el habla, que no en la figura, porque estaba tan distinto en su aparien­cia, con barba y cabellos largos, muy espantoso, pues en los siete años no se cortó el pelo ni la barba. Y cuando Algudriyu, el segundo marido, oyó las razones salió y dijo:
-"¿Quién eres tú?”
Respondió él:
-"Yo soy Tamim Addar, y la casa es mía y la mujer también."
Al momento preguntó Algudriyu a la mujer si conocía a aquel hombre. Ella dijo que no lo conocía.
Dijo entonces Algudriyu:
-"Ciertamente pienso que eres un ladrón, porque Tamim Addar se fue de esta tierra hace siete años y cuatro meses y diez días, que jamás tornó ni visitó a su mujer, y yo estoy casado con ella y ésta es la primera noche que con ella estoy."
Y de esto tuvo Tamim Addar muy gran pla­cer y dijo:
-"Por Alá, dices verdad, pero yo estuve ocu­pado en un hecho maravilloso, que me ha vedado el visitarla."
Ya así los dos discutieron gran rato, y llegaron a punto de matar-se. En ese momento dijo la mujer:
-"Por Alá os pido que durmáis esta noche los dos juntos sin enojo, yo dormiré en otra parte, y que mañana juzgue entre vosotros Omar, Alá se apiade de él, con el juicio verdadero que dejó Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación."
Cuenta el narrador que durmieron los dos jun­tos en una habita-ción y ella en otra, hasta que amaneció Alá con su hermosa mañana. Y fueron ellos y ella, y otros muchos de la ciudad que supieron del hecho, ante Omar, Alá se apiade de él.
Y dijo Algudriyu:
-"Oh rey de los creyentes, juzga tú entre mi mujer y este hombre, que esta noche entró en mi casa sin mi licencia y me ha vedado a mi esposa."
Al momento dijo Omar al otro:
-"Hermano, ¿quién te mandó entrar en casa de este hombre sin su licencia y vedarle la mujer a tal hora de la noche?"
Respondió Tamim Addar:
-"Rey de los creyentes, debéis creer tú y los presentes que la casa es mía y la mujer también. ¿No me conoces?"
Dijo Omar:
-"Y ¿quién eres tú, hermano? Que se apiade Alá de ti."
Respondió él:
-"Yo soy Tamim Addar."
Preguntó Omar:
"Hermano, ¿has visto a alguno ausentarse siete años, cuatro meses y diez días de su casa sin enviar noticia alguna a su mujer?"
Respondió Tamim Addar:
-"Rey de los creyentes, escucha lo que te diré: Bien te acuerdas que estando un día con­versando con el mensajero de Alá -Mahoma­Alá le bendiga y le dé salvación, dijo que cual­quiera que durmiese con su mujer, que luego se purificase y no durmiese sucio, ya que si dur­miese sin purificación podría acaecerle al­guna cosa de parte de Satanás, y su daño sería a su persona. Y yo, rey de los creyentes, siempre guardé estas palabras de Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación. Pero una noche salí de la cama para purificarme y mi mujer dijo en burla desde la cama: "Tomadlo, compaña de genios."
Y entonces, Omar, se paró delante de mí un rey de los genios con muchos vasallos, y él, muy fiero, muy grande, con muy mala figura -tenía cuernos como un buey- me tomó sobre sus espaldas y viajando por el aire me llevó a su cueva, y allí me hicieron pasar muy grandes penalidades, y cuando hacía oración, me ape­dreaban; y sufrí esto el tiempo que quisó Alá.
Y uno de aquellos días ocurrió que descendie­ron sobre mí una muchedumbre de genios cre­yentes de Alá y capturaron a muchos de los genios descreyentes, y me llevaron a mí detrás de aquellos cautivos, y me dijeron:
-"¿De dónde has venido, hijo de Adán?"
Respondí:
-"Yo soy de la compaña de Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación."
Y les hice saber toda mi historia y todo lo que me había ocurrido, y me dijeron:
-"No tengas miedo, creyente, pues nosotros somos genios que creemos en Alá y en su mensajero."
Y estuve con ellos enseñando a sus hijos el Corán, y cuando hacía oración, ellos la hacían conmigo. Y un día pensé en mi mujer y en voso­tros, y me vino el deseo de hacer oración en la mezquita del profeta Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación, y lloré por ello. Y me dijeron:
-"¿Por qué lloras, compañero de Mahoma?"
Y les conté mi añoranza, y tuvieron piedad de mí y me llevaron delante de su rey, padre de los niños a los que yo enseñaba, y le hicieron saber mi deseo. Luego mandó llamar a su gente y llega­dos junto a él, les dijo:
-"¿Cuál de vosotros llevará a este hombre a su casa?"
Al instante, Omar, se levantó un genio muy grande y dijo:
-"Yo lo llevaré si quiere Alá en un mes.''
Dijo el rey:
-"Más rápido querría que fuese."
Se levantó otro y dijo:
-"Yo lo llevaré en ocho días."
Dijo el rey:
-"Más presto querría que fuese."
Se levantó otro y dijo:
-"Yo lo llevare en un día."
Dijo el rey:
-"Más presto querría que fuese."
Y se levantó un genio monstruoso, muy grande, al que no podría describir, pero que me pareció que era el mismo que me tomó en mi casa y dijo el rey:
-"Quiero que seas tú quien lleve a su casa a este hombre.”
Respondióle:
-"Me place, pero no ha de nombrar a Alá en el camino."
Contestó el rey:
-"Enemigo de la verdad, cuando lo raptaste de su casa y lo llevas-te a tu cueva, a Ala te nom­braba. Más sea. ¡Oh Tamim Addar! cabalga sobre él y que Alá te guarde de él, porque es de los que no conocen pecado, ni demandan perdón, pero estoy contento de que esté bajo mi obediencia. Es el que te tomó en tu casa, que fue cautivo el día de nuestra guerra; él te llevará."
Y cabalgué en él, y voló conmigo en el aire hasta que llegó al primer cielo, pues se oían las glorificaciones y santificaciones de los ángeles, y yo leía: "Di: El es Alá, es único", y comenzó el Satanás a derretirse como el plomo en el fuego, y caí de encima de él hasta que llegué a la tierra como un copo de lana y quedé tendido sin sen­tido tres días.
Después Alá, poderoso y ensalzado es, me tornó en mi sentido, y me hallé en una isla muy grande y llena de vegetación, y comí de sus frutas y bebí de sus aguas; y estuve tres días y caminé por una tierra blanca que parecía alcanfor, relu­ cientes como rayos de sol; y llegué a una ciudad edificada de oro y plata y piedras preciosas; y era tan larga como ancha y sus puertas parecidas a las del paraíso. Y me maravillé mucho de su construcción y entré en ella, y vi cuatro ríos y muchas aves que cantaban cada una su lenguaje, y la mayoría de sus árboles eran datileras y men­granos repletos de frutas, y me dije: "Alabado sea Alá. Cómo me parece esta ciudad a la del paraíso, aquella que nombró Alá en su hon­rado Corán."
Y comencé a caminar y no muy lejos de allí vi unas sierras muy altas y más blancas que la leche, en ellas había ciudades y castillos de los cuales nadie sabe su historia sino Alá, tan alto es.
Después, rey de los creyentes, me fui y hallé no muy lejos de allí un alcázar muy grande, que jamás se vio otro más hermoso: era un pabellón de piedras preciosas y de joyas, bordados con oro y plata; entré en el alcázar y vi a un hombre que tenía en su mano una espada y una lanza; y hombres heridos que derramaban sangre, y ellos del mismo color que la sangre y con un olor mejor que el almiz-cle fino; y a su alrededor muchos niños chicos que parecían piedras pre­ciosas. Y dije para mí: "Válgame Alá. ¿Para quién será esta mo-rada?"
Después salí de allí y caminé no mucho y vi una sierra muy alta y grande y encima de ella hombres haciendo oración y dije para mí: "¿Quiénes serán estos hombres? Quizás están perdidos como yo?" Y me fui hacia ellos y les saludé y no me devolvieron el saludo; esperé a que acabasen de hacer oración, pero jamás para­ban de hacerla. Después que me alejé de ellos me encontré a dos caballeros que caminaban muy aprisa y en sus manos llevaban varas refulgentes; me saludaron y yo les devolví el saludo y me dijeron:
-"¿Eres tú el hombre perdido de la com­paña?"
Respondí yo:
-"Sí, efectivamente"
-"Has visto maravillas muy grandes -aña­dieron ellos- pero ve más adelante y hallarás quien te ayude si lo quiere Alá, tan alto es."
Después caminé un poco más y vi un pabellón blanco y en él un viejo blanco, vestido de blanco, con un copa blanca en su cabeza y él de pie haciendo oración; llegué junto a él y le saludé y él me hizo un seña con la cabeza; cuando hubo acabado su oración me devolvió el saludo y me dijo:
-"¿Eres tú el hombre que se ha perdido de la compaña?"
Respondí:
-"Sí".
-"Has visto maravillas muy grandes -aña­dió él.
Miré delante de mí y vi junto a él una mesa pre­parada y en ella muchas viandas. Y me dijo:
-"Ahora bien comerías."
Respondí yo:
-"Sí, por Alá que tengo buena hambre."
Me dijo:
-"Pues siéntate a la mesa y come en el nom­bre de Alá, que esta comida te bastará para todo el tiempo que estés por estas partidas."
Y me senté y comí una vianda a la que nunca hallé otro gusto sino ser de las dulzuras del paraíso.
Después de haber comido le dije:
-"Señor mío, he visto una ciudad muy gran­de que tiene trescientas setenta y dos leguas; tiene seis mil torres labradas de oro y plata y está hecha a imagen de otra que nombró Alá en su honrado Corán."
Al momento respondió:
-"Esa es la ciudad que nombró Alá en su hon­rado Corán: Iram, la de las columnas. La hizo Sadad Tab, el hijo de Adad."
Y le dije:
-"Señor mío, ¿Cuánto se tardó en construir?
Me dijo:
-Trescientos setenta años. Quiso hacerla a imagen del paraíso y cuando se acabó vino a ella con su gente y sus siervos. Mas al llegar a su pro­ximidad se le puso delante el ángel de la muerte con figura de hombre y le saludó. Sadad tornó el saludo y le dijo: "¿Quién eres tú, que tanto pavor impone tu mirada?" El le respondió: "Soy el ángel de la muerte que vengo a recibir tu alma y la de todos los tuyos." Y recibió sus almas por el juicio y orden de Alá, poderoso y ensalzado es. Y nunca llegaron a entrar en la ciudad ni la vieron. Todos los alcázares y ciudades que viste sobre las sierras eran para sus caballeros y ministros."
Le dije:
-"También he visto un alcázar muy grande que está en la parte despoblada de la región; de oro y plata."
Me dijo:
-"Tamim Addar, aquel alcázar es del paraíso y es para aquellos que mueren en la guerra Santa, y las criaturas que viste son los hijos de los que mueren en ella."
Le dije:
-"Señor mío, sobre la sierra vi unos hombres haciendo oración."
Me dijo:
-"Aquellos son los que quedaron de los após­toles que andaban conjesús, hijo de María, la paz sea con él y rogaron a Alá que les diese vida para servirlo hasta que Jesús descendiese a este mun­do. Y quedaron allá donde los viste por licencia de Alá, tan alto es."
Le dije:
-"También vi dos caballeros con mucha prisa que llevaban en sus manos lanzas reful­gentes."
Me dijo:
-"Son los ángeles Gabriel y Miguel, que los envió Alá para indicar-e el camino adecuado."
Y le dije:
-"Señor mío, ¿quién eres tú?"
Me respondió:
-"Soy el profeta Elías. Ahora mira ese mar; vete por la orilla que en ella hallarás el camino, si así lo quiere Alá, tan alto es; que con El es tu liberación."
Le di el saludo y anduve por la orilla del mar durante diez días. Vi una nave y le hice señas, y se acercaron a mí y echaron una barquilla con remos, y me pasaron a la nave con ellos y hallé, en ella gentes que no las entendía ni ellos a mí. Vi un anciano que leía las palabras de Alá, las des­cendidas de las cartas de Abraham, la paz sea con él, y me acerqué a él y lo saludé. Me entendió y le entendí. Y me dijo:
-"Amigo, ¿quién te trajo a esta tierra?"
Le conté mi historia y me dijo:
-"Has visto maravillas muy grandes. Has de saber que nosotros somos del linaje de Set, la paz sea con él. Venimos del lugar donde se pone el sol, y te oímos nombrar a Mahoma, Alá le ben­diga y le dé la salvación; y es nuestra obligación visitar a quien lo nombre."
Después que hizo saber al viejo mi historia, todos vinieron junto a mí y me daban aquello que tenían y me honraban cuanto podían.
Y estuve con ellos en aquella nave seis meses. Estando así, vi que se despedían unos de otros y lloraban. Y le dije al viejo:
-"¿Por qué hacen esto estas criaturas?"
Me respondió:
-"Mira adelante."
Miré y vi una sierra muy alta, negra, en medio de la mar y redon-da; parecía cortada con sierra.
Y me dijo:
-"¿Ves aquella sierra?"
Dije yo:
-"Sí."
Me dijo:
-"Lloran porque jamás llegó aquí nadie que no se perdiese."
Y en esto llegó la nave a la sierra y se hizo peda­zos, y se ahoga-ron todos, ya que no vi a ninguno escaparse, y me quedé solo.
¡Oh, Omar!, salí en una tabla que quedó a mer­ced de las olas y estuve así diez días durante los cuales bien quise morir.
Me echaron las olas en una isla mayor que la primera, y perma-necí desmayado tres días hasta que Alá me devolvió el sentido. Me levanté y erré por la isla y no hallé en seis días criatura ninguna. Un día hallé un pabellón verde y en él un man­cebo vestido de verde, con una toca verde, y hacía oración de pie. Me acerqué a él y le saludé. Acabada su oración me tornó el saludo y me dijo:
-"¿Eres tú el hombre perdido de la com­paña?"
Respondí yo:
-"Sí."
Me dijo:
-"Has visto maravillas muy grandes. Ahora ve a aquellas sierras que ves delante de ti y en ellas verás otras que jamás vio nadie antes de ti."
Y me fui a ellas y vi una cueva muy grande y en ella una perra que ladraba con la fuerza de mil como ella. Cuando la vi, tuve miedo.
Y una voz desde el cielo dijo:
-"No tengas miedo, entra en la cueva y verás maravillas."
Y entré y vi, Omar, una cama de piedras y en ella un viejo dormido, y me sintió y se sentó encima de la cama y me dijo:
-"¿Quién eres tú? ¿De dónde vienes? ¿Qué criatura eres?"
Yo le respondí:
-"Soy de la congregación de Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación."
Omar, cuando oyó nombrar a Mahoma, se empezó a hinchar hasta que no cabía dentro de la cueva y me dijo:
-"¿Se acerca la llegada de Mahoma, o ha venido ya?"
Le dije:
-"Sí, Mahoma ya ha venido, que Alá lo mandó de mensajero y para pagar el diezmo y todo lo demás que le fue encomendado, lo cum­plió, y recibió Alá su alma para sí, y lo descendió a la casa de la honra."
Me dijo:
-"Cuando te separaste de él, ¿cómo dejaste los mandamientos de la religión?"
Respondí:
-"Los dejé como mandó Alá."
Me dijo:
-"¿Practican la usura? ¿Publícanlo en las plazas?"
Dije yo:
-"No."
Me dijo:
-"¿Obran las maldades?"
Dije yo:
-"No."
Me dijo:
-"¿Ayunan en el mes de Ramadán?"
Dije yo:
-"Sí."
Me dijo:
-"¿Hacen oración?"
Le dije:
"Sí."
Me dijo:
-"¿Dicen: No hay Dios sino Alá y Mahoma es el enviado de Alá?"
Dije yo:
-"Sí, no hay chico ni grande que no lo diga."
¡Oh, rey de los creyentes! en esto él se derritio como la cera en el fuego y me salí de allí y hallé un pozo muy grande, y vi en lo profundó del pozo dos personas colgadas de sus pestañas y el fuego debajo de ellos, y vi no muy lejos de allí muchas mezquitas y en ellas muchas criaturas, vestidas con ropas verdes, haciendo oración, y me volví a la mezquita primera, saludé al man­cebo y le hice saber lo que había visto. Me dijo:
-"Amigo, en la cueva viste al viejo de un ojo, al maldito Almacid Adajal y la perra negra que viste es la bestia en la que cabalga, la cual atrave­sará el mundo en un día, porque su paso es tan amplio como todo lo que podría ver un hombre en tierra llana, y no saldrá hasta el fin del mundo, y cuando tenga que salir habrá señales y serán éstas: se acabarán las oraciones, y se prohibirán los diezmos; será mucha la usura y no honrará el chico al grande; no se apiadará el rico del pobre, no se prohibirá el mal aunque lo hagan en público; se someterán los reyes. Cuando pase esto serán los creyentes humillados, los malos muy honrados; serán muchas las maldades cuan­do salga este malvado. En cuanto al pozo en que hallaste a dos hombres colgados de las pestañas y el fuego debajo de ellos, son Haruta y Maruta, que escogieron la pena de este mundo sobre la pena del otro mundo, y los hombres que viste haciendo oración en las mezquitas son los que quedaron de los compañeros de Jesús, la paz sea con él, y sirven a Alá hasta el día del juicio.
Y le dije:
-"Señor mío, ¿que hay detrás de esta sierra que se llama Kaf, que rodea todo el mundo como cerca el adarve una ciudad, y que es de piedra preciosa?"
Añadí:
-"Señor mío, ¿qué hay detrás de esta tie­rra?
Me dijo:
-"Cuarenta islas, cada una de ellas cuarenta veces mayor que el mundo, y todas ellas llenas de ángeles cuyo número sólo lo sabe Alá, poderoso y ensalzado sea."
En esto vino una nube negra, y en ella venían los Angeles de la Pena con truenos y relámpagos fuertes, y dijeron al joven:
-"El saludo de Alá sea sobre ti. Dinos si nece­sitas algo."
Dijo él:
-¿A dónde vas, nube?
Le dijo:
-"Voy sobre las gentes que se nutren de Alá y sirven a otro señor que no es él. Me envía Alá con la pena y la saña para destruirlos."
Le contestó:
-"Vete con la bendición de Alá."
Estando en esto vino otra nube blanca y en ella los Angeles de la Piedad. Y llegó junto a noso­tros y le dijo el mancebo:
-"La salvación de Alá sea sobre ti, amigo de Alá. Di si necesitas algo."
Respondió:
-"¿Adónde vas, nube?
Dijo ella:
-"Voy a las gentes que son creyentes de Alá a darles aguas bue-nas, que se empapen sus tierras y que nazcan hierbas para su gana-do. Mira si necesitas algo."
Dijo él:
-"Nube, querría que llevases a este hombre a la Medina del profeta Mahoma, Alá le bendiga y le dé salvación."
Dijo la nube:
-"Oigo y obedezco a Alá el piadoso."
Y me dijo:
-"Sube y cabalga en ella."
Y me dio Alá, poderoso y ensalzado es, sueño y no desperté hasta que me vi en mi casa. Esto es lo que me ha acaecido e impedido en este tiempo venir a mi casa, ¡oh, rey de los creyentes!
Después de esto dijo Omar:
-Alá es grande. Con esto nos despidió Ma­homa, Alá le bendiga y le dé salvación, antes de su muerte.
Dijo Alí ibn Abi Talib, Alá se apiade de él: 
-Que venga un barbero.
Y vino e hizo afeitar a Tamim Addar y devol­verlo a la forma y estado en que andaban los compañeros de Mahoma. Hecho esto, dijo:
-Yo juzgo y digo lo siguiente: "que si Tamim Addar se hubiera ausentado por su propia volun­tad y fuera libre para poder venir y no viniera, que el casamiento fuera lícito y el divorcio dic­tado por Omar fuera bueno. Pero él no tuvo libertad para venir; el casamiento creo que no sería lícito, pero lo mejor y más justo es que diga la esposa a cuál de ellos quiere."
Dijo ella:
-Por aquel que envió a Mahoma con la ver­dad, jamás vi, ni descubrí mi persona sino a Tamim Addar el cual es mi marido, y no lo descu­briré salvo a él.
Dijo Alí, Alá se apiade de él:
-Yo mando que devolváis a Algudriyu lo que gastó, y ella que vaya con Tamim Addar.
Y fuéronse todos contentos y pagados con este juicio.
Esto es lo que nos llegó del apartamiento de Tamim Addar con la bendición de Alá. Alabanza a Alá, Señor de los mundos. No hay Dios sino Alá, y Mahoma es su profeta. Y no hay fuerza ni poder sino en Alá, excelso y grande. Perdone Alá a su escritor y a su lector y a su escuchador y a toda la congregación de Mahoma, Ala le bendiga y le dé la salvación. Amén, Amén

117. anonimo (morisco)

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