Per
treyzón tamén vendido
Jesús,
nosso Redentor,
e por
questes treydores,
Pero
Pardo, meu señor
(Lamento
de Frouseira)
Del noble mariscal Pero Pardo de Cela Aguiar y Ribadeneyra
cuenta la leyenda cosas diferentes a las que se refieren Vasco Aponte y otros
historia-dores.
Señor de la
Torre de Cela, de la Frouseira y otros lugares, Pero Pardo era uno de
los más poderosos señores feudales del obispado de Mondoñedo, poder que hacían
más digno de cuenta su parentesco con la casa de Saavedra y su matrimonio con
doña Isabel de Castro, de la casa de Lemos, y descendiente de don Fadrique,
hermanastro de don Pedro I el Cruel. Por todo ello, hacía sombra a la mitras mindoniense,
en cuyos titulares tuvo siempre encarnizados enemigos.
Quiere la leyenda que Pero Pardo se pusiese al frente
de los famosos Hermandinos, enarbolando el conocido estandarte con el
lema Deus fratresque Galloeciae, y guiando a aquellas huestes armadas
con bisarmas, espadas, hoces y mallos, de un modo semejante a los husitas de Bohemia,
se dedicase a derribar los caballos de sus enemigos y rivales, a incendiar sus
campos y apoderarse de sus cosechas, ejercitando de este modo una despiadada
justicia popular.
Otros dicen que tomó el partido de la infanta doña
Juan la Beltraneja ,
llamada la Excelente
Señora , y de su esposo, el rey don Alfonso de
Portugal. Y por fin, hay quien pretende que su intención era alzarse por rey
independiente de Galicia en contra de los Reyes Católicos de Castilla.
El caso es que don Fernando y doña Isabel decidieron
reducirlo (inducidos principalmente -dice una versión muy extendida- por el
Obispo y Cabildo de Mondoñedo), y fue precisamente entonces cuando enviaron a
Galicia a Acuña y Chinchilla
con un cuerpo de tropas francesas mercenárias al mando de un aventurero
llamado Luis Manso Mudarra.
Pero Pardo se resistió y se sostuvo durante años,
hasta que Muda-rra, después de muchos y reiterados fracasos consiguió
encerrarlo en la fortaleza de la
Frouseira.
Todavía se defendió allí bravamente, con altiva gallardía,
el Mariscal; de tal modo lo hizo que Luis Manso Mudarra veía su empresa
irrernisiblementé perdida. Pero entonces, recordando a buen seguro aquello de
que en la guerra y en el amor todo está permitido (hoy
sustituiríamos esa sentencia por otra de mucho más actual que dice que el
fin justifica los medios), acudió a la traición.
Alfonso de Santa Mariña y otros supuestos fieles
vasallos de Pero Pardo fueron sobornados mediante cierta importante suma de dinero
para que entregasen a su señor.
En efecto, los traidores facilitaron a los sicarios de
Mudarra la entrada en la
Frouseira ; pero el Mariscal se había trasladado a la de
Castro d'Ouro que pertenecía a su parcial y pariente Pedro de Miranda. Allí lo
siguió la traición: cuando compartía sus planes y proyectos con el señor
de Castro d'Ouro, se encontraron rodeados en el mismo salón de la casa por los mercenarios de Mudarra.
Fueron hechos prisioneros Pero Pardo, su hijo de veintidós años y Pedro de
Miranda. Posteriormente conducidos a Mondoñedo se les juzgó por rebeldes y
fueron condenados a muerte.
La esposa del Mariscal, doña Isabel de Castro, espoleada
por el trágico fin que esperaba a su marido, marchó con algunos de los suyos,
reventando caballos y devorando caminos y senderos, a fin de entrevistarse con la Reina Católica , y
obtuvo finalmente el indulto para su esposo y para su hijo así como el del
señor de Castro d'Ouro.
Pero la valiente y decidida doña Isabel de Castro no
había tenido en consideración la enemistad a ultranza del Obispo y Cabildo de
Mondoñedo. Sabedor éste de lo que estaba ocurriendo merced a los espías que
tenía infiltrados en la Corte ,
se la ingenió de forma maquiavélica para que el indulto no pudiera llegar a
tiempo y surtir el efecto apetecido.
Amaneció, por fin, el día en que había de ejecutarse
la sentencia.
Doña Isabel de Castro se acercaba a uña de caballo y
debía de llegar aquella mañana misma. Si por cualquier circunstancia su llegada
no se producía dentro del plazo establecido, trayendo su mano la carta real,
estaba todo perdido. Entonces, tres canónigos de Mondoñedo disfrazados,
salieron a esperarla a la entrada de la villa donde hay un puente sobre el río.
Al llegar la dama le hicieron gran acatamiento, le confiaron fingidos
secretos, le ofrecieron viandas, y de este modo se las ingeniaron para
entretenerla, hasta que cuando la desgraciada vino a darse cuenta de su
tardanza, doblaban a muerto las campanas de todas las iglesias por los que
acababan de ser ejecutados.
Efectivamente, en la plaza de Mondoñedo acababan de
caer las tres muy nobles cabezas de Pedro de Miranda, el joven hijo del
Mariscal y de Pero Pardo de Cela. La cabeza de éste, al rodar sobre el
cadalso, dio tres botes y profirió tres palabras:
¡CREDO! ¡CREDO! ¡CREDO!
La fortaleza de la Frouseira fue arrasada.
A doña Isabel de Castro le fueron devueltos todos los bienes de ella y los de
sú esposo. Pero el lugar de la sepultura de éste y de su hijo, se ignora.
En el Museo Provincial de Lugo se conserva una larga y
pesadísi-ma cadena de enormes eslabones, que se dice que fue la que sujetó los
pies de Pardo de Cela en su prisión, y que por eso es llamada la Mariscala.
El puente donde se frustró el indulto se llama todavía
hoy Ponte do Pasatempo.
105 anonimo (galicia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario