Chasca Ñaui era
la hija menor de un matrimonio quichua que vivía en una tribu, entre montañas
del norte. Era una niña todavía, cuando un día oyó hablar de las virtudes de
una laguna que se encontraba cerca de allí. Decían que la doncella que se
bañara en sus aguas, encontraría el marido anhelado.
Chasca Ñaui
creció, transformándose en una hermosa joven y entonces deseó, como las otras
jóvenes de la tribu, tener a alguien que la amara.
Una mañana,
cuando los amancays y las retamas perfumaban el aire con sus flores, la joven
decidió ir a la laguna y emprendió el camino. Cuando llegó, se quitó la túnica
de combi y poco a poco se fue sumergiendo en el agua con la esperanza de
encontrar a su compañero.
De pronto, el
lejano sonido de una quena le advirtió que alguien se acercaba. Salió de la
laguna, se puso su túnica ciñéndola a su cintura con una faja de vivos colores,
calzó sus pies con ojotas de cuero, arregló sus cabellos y los adornó con
flores silvestres.
La voz de la
quena sonaba cada vez más fuerte y una dulce esperanza florecía en Chasca Ñaui.
Se sentó sobre una piedra cerca de la orilla y esperó.
Por detrás de
unas matas de chañar vio venir en su dirección, a un joven apuesto. Tocaba la
quena como nunca lo había hecho nadie en el lugar; su música llegaba a los
oídos de Chasca Ñaui como un suave canto de amor.
Al verse,
inclinaron sus rostros sonrientes en ademán de saludo, y
Hayri, que así
se llamaba el muchacho, quedó prendado de la joven.
Desde ese
momento se vieron repetidas veces, hasta que Hayri, seguro del profundo cariño
que sentía por Chasca Ñaui, le pidió que fuera su esposa.
Poco tiempo
después se casaron y comenzaron a vivir felices en una cabaña próxima a un
bosque.
Un día el sol
se ocultaba detrás de los cerros y regresaban los dos de una visita a la
laguna, inesperadamente se les interpuso en el camino un jefe español,
acompañado de sus soldados. Pertenecían a las huestes de españoles que habían
despojado a los incas de sus tierras. El jefe español, impresionado por la
belleza Chasca Ñaui, la obligó a seguirlo.
Inútiles fueron
los esfuerzo de Hayri para que no se la llevaran, pero los soldados azotaron al
muchacho hasta dejarlo desvanecido. Cuando despertó, comenzó a buscarla sin
tener en cuenta distancias ni peligros, pero jamás la encontró.
Desesperado
optó por ir a la laguna. Allí pasaba las horas y los días tocando su quena;
cada nota iba reviviendo todo lo que había sucedido desde el momento en que vio
por primera vez a la joven. Poco a poco el canto de la quena se fue haciendo
más triste, hasta fijarse en una única melodía que reflejaba todo el dolor de
su alma. Su vida se fue apagando, pero su quena sólo se calló cuando dio el
último suspiro.
Mucho tiempo
después, un joven indio encontró la quena, cuando se dispuso a tocarla, del
instrumento sólo brotaba aquella triste melodía que creara Hayri antes de
morir. Al escucharla en la tribu, todos recordaron a la pareja:
"Dos amantes palomitas
penan, suspiran y lloran
y en viejos árboles moran
a solas con su dolor"
Así nació el yaraví.
Vocabulario:
Yaraví: cantar que expresa el dolor producido por una pena
de amor.
Chasca Ñaui: ojos de lucero.
Hayri: veloz
Combi : tela fina de vicuña
Fuente: Carmela Olivera
050. anonimo (quechua)
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