La antigua Balchagiam, hoy Bayona, bello rincón de la
costa gallega, era sede de Lucio Catelo, régulo de Galicia y Portugal. Su
esposa se llamaba Calcia y ambos eran idólatras y enemigos de los cristianos.
Calcia tuvo en un solo parto nueve hijas, y pensando
en este hecho extraordinario que por así serlo podía despertar sospechas de su
esposo, sospechas de infidelidad naturalmente, mandó con el mayor secreto ya
que él estaba ausente, que las nueve niñas fuesen arrojadas al río de la Ramallosa distante dos
kilómetros de Bayona. La partera cogió a las neófitas y marchó dispuesta a
cumplir la orden; pero a mitad de camino, movida a compasión por aquellas
infelices criaturas, pensó salvarlas y, cambiando de rumbo, se dirigió a un
pueblecito próximo. En él dejó las niñas al cuidado de ciertas mujeres
cristianas que se encargaron de criarlas. Se las bautizó de inmediato
imponiéndoles los nombres de Genoveva, Liberata, Victoria, Eumelia, Germana,
Gemma, Marcia, Basilia y Quiteria. Las educaron en la fe cristiana y el temor
de Dios y las nueve hermanas ofrecieron su virginidad al Señor.
En el siglo II una funesta persecución amenazaba a los
cristianos extendiéndose hasta Balchagiarn. Los idólatras denunciaron a las
santas vírgenes que fueron detenidas y llevadas a la presencia de Catelo. Este
las amenazó con el suplicio si continuaban en el cristia-nismo; pero ellas no
vacilaron ante las amenazas del régulo y contes-taron con firmeza que preferían
mil veces la muerte antes que abandonar la fe de Cristo. Catelo, impresionado
ante la fortaleza de las niñas y encontrándoles un extraño parecido con su
esposa, indagó su origen, y llamando a Calcia, las reconoció como sus hijas.
Se entabló entonces una lucha en, su corazón entre el amor de padre y la
autoridad de juez: tenía ahora mayor empeño en convencerlas y les suplicó con
todo cariño que se sacrificasen a los dioses; su madre intentó también con
lágrimas persuadirlas, pero nada consiguieron. El padre, enfurecido, renovó
las amenazas concediéndoles un día de plazo para decidirse a adorar a los
ídolos o morir. Las nueve hermanas convinieron en evitar el crimen de que
fuese su propio padre quien las matara y escaparon de la ciudad cada una por
diferente camino. Catelo mandó apresarlas y ocho de ellas fueron martirizadas
en diferentes sitios. Liberata se retiró a un yermo y allí se entregó a la
oración y a la penitencia, alimentándose de raíces, y hierbas y macerando su
cuerpo con toda clase de rigores; pero, como sus hermanas, llegó a ser
descubierta por los gentiles que, atraídos por su belleza, la instigaban al
pecado carnal siendo siempre rechazados por ella. Una vez capturada la
obligaron a adorar á los dioses saliendo triunfante de esta prueba. Para intimidarla,
le refirieron el martirio de sus ocho hermanas lo que la exaltó todavía más en
el amor a Dios, y con alegría se entregó a sus verdugos. Fue sometida a varios
tormentos, y por último, crucificada en Castraleuca, Lusitania, en el año 139.
Su cuerpo existía en la Catedral de Sigüenza y
algunos de los huesos de su cabeza constaban en el sumario de la Cámara Santa de
Oviedo.
Otra versión de Santa Liberata, o Wilgeforte, existe
en el archivo de la Catedral
de Beauvais. La hace hija de un rey de
Portugal. Consagrada a Dios, es solicitada en matrimonio por el rey de
Sicilia. Su padre la otorga y ella le pide al señor que le quite Su hermosura:
una espesa barba le cubre el rostro, el pretendiente renuncia a ella y su
padre, exasperado, la crucifica.
105 anonimo (galicia)
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