Cuenta la leyenda que
en Uxmal, una de las ciudades más importantes de El Mayab, vivió un rey al que
le gustaban mucho las fiestas. Un día, se le ocurrió organizar un gran festejo
en su palacio para honrar al Señor de la Vida , llamado Hunab ku, y agradecerle por todos
los dones que había dado a su pueblo.
El rey de Uxmal ordenó
con mucha anticipación los preparativos para la fiesta. Además invitó a
príncipes, sacerdotes y guerreros de los reinos vecinos, seguro de que su festejo
sería mejor que cualquier otro y que todos lo envidiarían después. Así, estuvo
pendiente de que su palacio se adornara con las más raras flores, además de que
se prepararan deliciosos platillos con carnes de venado y pavo del monte. Y no
podía faltar el balché, un licor embriagante que le encantaría a los invitados.
Por fin llegó el día de
la fiesta. El rey de Uxmal se vistió con su traje de mayor lujo y se cubrió con
finas joyas; luego, se asomó a la terraza de su palacio y desde allí contempló
con satisfacción su ciudad, que se veía más bella que nunca. Entonces se le
ocurrió que ese era un buen lugar para que la comida fuera servida, pues desde
allí todos los invitados podrían contemplar su reino. El rey de Uxmal ordenó a
sus sirvientes que llevaran mesas hasta la terraza y las adornaran con flores y
palmas. Mientras tanto, fue a recibir a sus invitados, que usaban sus mejores
trajes para la ocasión.
Los sirvientes tuvieron
listas las mesas rápidamente, pues sabían que el rey estaba ansioso por ofrecer
la comida a los presentes. Cuando todo quedó acomodado de la manera más bonita,
dejaron sola la comida y entraron al palacio para llamar a los invitados.
Ese fue un gran error,
porque no se dieron cuenta de que sobre la terraza del palacio volaban unos zopilotes,
o chom, como se les llama en lengua maya. En ese entonces, estos pájaros tenían
plumaje de colores y elegantes rizos en la cabeza. Además, eran muy tragones y
al ver tanta comida se les antojó. Por eso estuvieron un rato dando vueltas
alrededor de la terraza y al ver que la comida se quedó sola, los chom volaron
hasta la terraza y en unos minutos se la comieron toda.
Justo en ese momento,
el rey de Uxmal salió a la terraza junto con sus invitados. El monarca se puso
pálido al ver a los pájaros saborearse el banquete.
Enojadísimo, el rey
gritó a sus flecheros:
-¡Maten a esos pájaros
de inmediato!
Al oír las palabras del
rey, los chom escaparon a toda prisa; volaron tan alto que ni una sola flecha
los alcanzó.
-¡Esto no se puede
quedar así! -gritó el rey de Uxmal- Los chom deben ser castigados.
-No se preocupe,
majestad; pronto hallaremos la forma de cobrar esta ofensa -contestó muy serio
uno de los sacerdotes, mientras recogía algunas plumas de zopilote que habían
caído al suelo.
Los hombres más sabios
se encerraron en el templo; luego de discutir un rato, a uno de ellos se le
ocurrió cómo castigarlos. Entonces, tomó las plumas de chom y las puso en un
bracero para quemarlas; poco a poco, las plumas perdieron su color hasta
volverse negras y opacas.
Después, uno de los
sacerdotes las molió hasta convertirlas en un polvo negro muy fino, que echó en
una vasija con agua. Pronto, el agua se volvió un caldo negro y espeso. Una vez
que estuvo listo, los sacerdotes salieron del templo. Uno de ellos buscó a los
sirvientes y les dijo:
-Lleven comida a la
terraza del palacio, la necesitamos para atraer a los zopilotes.
La orden fue obedecida
de inmediato y pronto hubo una mesa llena de platillos y muchos chom que
volaban alrededor de ella. Como el día de la fiesta todo les había salido muy
bien, no lo pensaron dos veces y bajaron a la terraza para disfrutar de otro
banquete.
Pero no contaban con
que esta vez los hombres se escondieron en la terraza; apenas habían puesto las
patas sobre la mesa, cuando dos sacerdotes salieron de repente y lanzaron el
caldo negro sobre los chom, mientras repetían unas palabras extrañas. Uno de
ellos alzó la voz y dijo:
-No lograrán huir del
castigo que merecen por ofender al rey de Uxmal. Robaron la comida de la fiesta
de Hunab ku, el Señor que nos da la vida, y por eso jamás probarán de nuevo
alimentos tan exquisitos. A partir de hoy estarán condenados a comer basura y
animales muertos, sólo de eso se alimentarán.
Al oír esas palabras y
sentir sus plumas mojadas, los chom quisieron escapar volando muy alto, con la
esperanza de que el sol les secara las plumas y acabara con la maldición, pero
se le acercaron tanto, que sus rayos les quemaron las plumas de la cabeza.
Cuando los chom sintieron la cabeza caliente, bajaron de uno en uno a la
tierra; pero al verse, su sorpresa fue muy grande. Sus plumas ya no eran de
colores, sino negras y resecas, porque así las había vuelto el caldo que les
aventaron los sacerdotes. Además, su cabeza quedó pelona. Desde entonces, los
chom vuelan lo más alto que pueden, para que los demás no los vean y se burlen
al verlos tan cambiados. Sólo bajan cuando tienen hambre, a buscar su alimento
entre la basura, tal como dijeron los sacerdotes.
Leyendas Mayas - Autor: S.E.P.México,
Versión escrita: Gloria Morales
069. anonimo (maya)
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