Pastando a la orilla del río, pensó un día Venado:
«Estoy cansado de vivir corriendo de aquí para allá,
sin tener nunca sosiego, huyendo siempre de los cazadores, y cuando no de los
cazadores, de los jaguares. Y cuando no de los jaguares, de los jaguarondis. No
puedo seguir así. Necesito una casa y una vida tranquila. Para construir mi
casa no hay mejor lugar que lo alto de aquel barranco. Tendré una linda vista,
hierba fresca para alimentarme y agua en abundancia. ¿Qué más puedo desear?»
Subió, pues, el barranco, examinó bien el terreno, y
cortando un gajo de un árbol, lo clavó en el suelo:
-Aquí voy a construir mi casa. Hoy estoy cansado, pero
mañana comenzaré a trabajar.
Y se fue muy contento, pensando en volver temprano al
día siguiente.
Apenas había partido Venado cuando apareció jaguar.
Andando de un lado a otro, pensó:
«Este lugar es hermoso y tiene la ventaja de estar
cerca del río, donde los animales vienen a beber. Desde aquí puedo espiarlos
sin que me vean. Estoy cansado de perseguirlos y necesito tranquilidad; no es
posible vivir siempre así. Aquí levantaré mi casa.»
Cortó cuatro palos gruesos, con la punta en forma de
horquilla, y los clavó en el suelo marcando las cuatro esquinas de la futura
casa. Marchóse diciendo:
-Mañana temprano volveré para trabajar.
Al día siguiente, Venado madrugó para comenzar la construcción
de su casa. Al ver clavadas las cuatro horquillas que no estaban el día
anterior, exclamó:
-Tupá me ayuda. ¡Pronto podré terminar mi casa! ¡Qué
bien!
Cortó y limpió una porción de ramas, colocó las
estacas y toda la armazón del tejado. Después se fue.
Jaguar, que había pasado la noche cazando, durmió
toda la mañana y fue a trabajar a la tarde. Al llegar, viendo la armazón del
tejado, se dijo:
-¡Tupá me está ayudando! Voy a terminar pronto mi
casa.
Ató las varillas para hacer las paredes y se fue,
después de haber trabajado toda la tarde.
Venado regresó a la mañana siguiente y quedó muy
contento de la rapidez con que se iba construyendo su casa.
«No hay duda de que Tupá me ayuda. Eso sucede porque
soy un buen animalito. No como la carne de los otros, no hago mal a nadie. Por
eso merezco la estimación de Tupá. Es justo que así sea. Si no, ¿de qué vale
ser bueno?», dijo para sí.
Cortó varias hojas de palmera y cubrió la casa, atando
bien los tallos con lianas secas. Después de concluir el trabajo, bajó hasta el
río a mirar de lejos el aspecto de la casa. Se retiró muy contento, con el
corazón aliviado de ser tan bueno y merecedor de la ayuda de Tupá.
A la tarde llegó jaguar. Vio la casa cubierta y no
cabía en sí de contento. Pensó:
«Tupá me ayuda porque mato los animales débiles e
insigni-ficantes que no sirven para nada en este mundo, como no sea para servirme
de alimento. Es justo que Tupá me ayude. Si no, ¿de qué valdría ser fuerte y
subyugar a los débiles»?
Lanzó un rugido que estremeció la floresta y se puso a
trabajar.
Trajo agua del río y preparó la mezcla de tierra.
Revocó las paredes de la casa. Llegaba la noche cuando se retiró, pensando en
mudarse ya al día siguiente.
Temprano llegó Venado.
-Tupá trabaja rápido -dijo. Hoy mismo me podré mudar.
Colocó las puertas y las ventanas, armó un estante
para la cama y otro para las cacerolas, y se fue para regresar a la noche.
Jaguar llegó al atardecer. Abrió y cerró las ventanas,
probó el funcionamiento de las puertas. Todo en orden.
-Tupá trabaja ligero y bien -exclamó admirado. Voy a
buscar mis cosas y vuelvo para dormir aquí. Me mudo hoy mismo.
Apenas salió jaguar, llegó Venado. Se instaló en uno
de los cuartos y se acostó a dormir.
A la noche, ya tarde, llegó jaguar. Despertó a Venado
con un rugido:
-¿Qué significa esto? ¡Esta casa es mía! La construí
yo con la ayuda de Tupá. ¡Salga inmediatamente!
-Esta casa es mía -dijo Venado, temblando de miedo.
Fui yo quien la construyó con ayuda de Tupá.
-¡La casa es mía! Yo coloqué las horquillas y levanté
las paredes. Tupá hizo el resto.
-¡Qué Tupá ni Tupá !¡Fui yo! -gritó Venado. ¡Yo hice
la armazón de la casa y cubrí el techo, y las puertas, y las ventanas!
Después de una larga discusión, Jaguar y Venado
llegaron a un acuerdo. Tupá no tenía nada que ver con la construcción de la
casa. La habían construido tanto el uno como el otro. Jaguar propuso entonces
que ambos viviesen en ella. Cada cual tendría su cuarto, y entre ambos se
dividirían los trabajos domésticos.
A la mañana siguiente, jaguar fue a cazar para los
dos. Regresó tarde con un venado muerto, que tiró a los pies del compañero.
Preparad un buen asado para la cena.
Venado sintió un gran malestar. Preparó la cena para
jaguar, pero no probó bocado, disimulando el miedo que sentía.
Jaguar despertó al día siguiente con mal humor:
-Hoy traerá usted la caza y yo cocino.
Venado, que no sabía cazar y, tenía horror de matar animales, salió desesperado.
Pero si no traía caza, era seguro que jaguar se lo comería. Vagó por la
floresta, cuando encontró al Oso Hormiguero[i].
-¿Cómo está, compadre? ¿Cómo va la familia?
En ese instante se sintió el olor de jaguar, que
pasaba, y, conversación va, conversación viene, contó a Oso Hormiguero que un
jaguar había dicho de él que era un comehormigas inútil. El había defendido,
dijo, a su compadre, pero nada podía hacerse contra las calumnias de un
jaguar. Por último, decidió que era necesario poner fin a tamaño disparate.
En eso pasó otro jaguar, y Venado, bajando la voz,
murmuró:
-Es ese, compadre; ese que pasa ahora por ahí.
Oso Hormiguero llamó al jaguar:
Entonces,
señor jaguar, ¿anda usted hablando mal de mí?
El jaguar negó, diciendo que no tenía costumbre de
meterse en la vida ajena, dispuesto a seguir su camino. Oso Hormiguero le dio
la espalda, pero Venado insistió:
-Es el mismo, compadre. Está mintiendo.
Oso Hormiguero se acercó nuevamente al jaguar, y antes
de que este pudiese replicar, le dio un tremendo abrazo y no lo soltó sino
cuando ya estuvo muerto.
Venado, que se había escondido detrás de un árbol,
salió para felicitar a Oso Hormiguero:
-Bien hecho, compadre. Este no proferirá más
calumnias.
Oso Hormiguero quedó muy agradecido a Venado y,
mostrándose verdaderamente emocionado por la prueba de lealtad de su amigo, se
fue a buscar hormigas para comer.
Venado levantó al jaguar muerto y lo llevó para su
casa. Una vez allí, lo arrojó a los pies de jaguar, su compañero.
Aquí está la
caza que el señor quería. Haga un buen asado para la cena.
Y le dio la espalda para que jaguar no viera el miedo
que tenía, yéndose a pastar a la orilla del río.
Jaguar se asustó y se puso a pensar:
«Si Venado mató al otro jaguar es porque tiene tanto
coraje como yo y es capaz de matarme. Necesito andar con cuidado. No es tan
manso como parece. ¡ Debe de tener una fuerza tremenda!»
Preparó el asado de carne de jaguar, pero no probó
bocado.
Venado arrancó un pernil diciendo que iba a comerlo a
la orilla del río. Allí lo enterró. Jaguar pensó que Venado se había comido el
pernil, y con mal de estómago se acostó a dormir.
Un rato después entró despacito Venado y se acostó.
Sentía un miedo terrible de la venganza de jaguar.
Este, por su parte, no podía cerrar los ojos, de temor
a Venado. Al darse vuelta, la cama crujió con su peso, y al oír el ruido,
Venado se levantó asustado. Al levantarse golpeó con la cabeza el estante de
las cacerolas, que cayeron estrepitosamente.
Jaguar, aterrorizado, saltó de la cama bufando y
rugiendo, al mismo tiempo que Venado abría la puerta. Pensando que Venado iba
a atacarle, jaguar salió corriendo por la puerta de enfrente. Venado, pensando
a su vez que jaguar iba a saltar sobre él, se lanzó hacia la puerta de atrás.
Cada cual huyó por su lado hacia la floresta. Nunca
volvieron a encontrarse.
Cierto día, Irara[ii],
el pequeño carnívoro, pasando por allí, halló la casa vacía y entró:
-Esta casa es un regalo de Tupá -dijo. Me quedaré a
vivir en ella. Nueva y deshabitada; estoy segura de que Tupá la construyó
especialmente para mí. Es justo que así sea; si no, ¿de qué valdría ser quien
soy?
0.020. anonimo (brasil) - 010
[i]Animal que
mide casi dos metros de la cabeza a la punta de la cola. Solamente esta, mide
lo mismo que el cuerpo y está llena de pelos largos y oscuros. Aliméntase de
hormigas que recoge con su larga lengua, la cual mide de treinta, a cuarenta
centímetros. Destruye los hormigueros con sus afiladas garras. Tiene mucha
fuerza en los brazos y estrecha al enemigo en un apretado abrazo hasta matarlo.
En Brasil se llama tamanduá.
[ii] Pequeño animal que ataca a los gallineros para chupar la sangre de las
gallinas. Gusta mucho de la miel de las abejas. Vive en América del Sur y
América Central hasta México, con otros nombres. Tiene un metro y diez
centímetros hasta la cola, y su color es pardo, un poco gris en la cabeza, con
una mancha amarillenta en el pescuezo, lo que caracteriza a su especie única.