Antes, antes de lo ocurrido, ¡qué bien cantaba Japim![i]
Ningún pajarito cantaba mejor que Japim. En aquel
tiempo todavía no hacía nidos en las ramas. ¡Vivía en el cielo!
Vuelta y media, Tupá[ii]
le llamaba:
¡Japim, ven
aquí ! ¡Canta, que quiero dormir!
Allá iba Japim a cantar al dios de los indios. ¡ Qué
bien cantaba Japim! En cuanto comenzaba a cantar, Tupá se adormecía hechizado
por la melodía del canto del pajarito.
Cierto día, Tupá despertó con un alboroto de voces que
llegaban de abajo, de la tierra, pidiendo ir al cielo. Eran los indios que
pedían e imploraban sin cesar. Tupá quiso saber de qué se trataba.
Los indios contaron que había una peste entre ellos, y
que por esa razón todos querían ir al cielo, donde no había peste alguna.
Tupá dijo que no; que era mucha gente, que no era
posible. Pero prometió enviar a Japim a cantar para ellos a fin de consolarlos.
Japim llegó a la tierra. Cantaba y cantaba. Oyendo su
canto, los indios se olvidaron de sus desdichas, y poco a poco recomenzaron a
trabajar. La peste cesó y los indios volvieron a vivir felices. Antes que Tupá
se acordase de mandar a buscar a Japim, los indios se lo pidieron. Tupá regaló
a Japim a los indios.
Desde ese día, Japim se tornó vanidoso, considerándose
un gran personaje. Lleno de orgullo, empezó a imitar a los otros pajaritos.
Escuchaba cómo cantaba el jabia-corochiré[iii]
y allá se iba tras él, imitándolo. Si el uirapurú[iv]
pasaba con los otros pájaros de la floresta, que le seguían para oír su canto
de cristal, Japim, para burlarse del uirapurú, le imitaba.
Remedaba a grandes y a chicos, a los de cuellecito
rojo y a los amarillos, a los de pico curvo y a los de cola blanca, hasta que
los pajaritos empezaron a disgustarse. Por fin resolvieron formar una comisión
y presentar sus quejas a Tupá.
Llegaron al cielo y contaron todo, tim-tim por
tim-tim, lo que Japim hacía: cómo se reía de todos ellos y cómo, para
humillarlos, los imitaba.
Tupá hizo llamar a Japim. Lo recibió con el ceño
fruncido y le reprendió, pero sin resultado. Japim regresó a la tierra y
siguió haciendo lo mismo, burlándose de los otros pajaritos.
Tupá, entonces, le dijo:
Japim, si no cesas de burlarte de los otros, vas a
perder tu hermoso canto. ¡Nó podrás sino remedar el canto de las demás aves, y
todas te tendrán rabia! ¡Piénsalo bien; mira que acabarás remedando hasta a las
gallinas!...
No quiso escuchar los consejos de Tupá, y tanto hizo,
tanto hizo, que terminó perdiendo su canto.
¡Qué lástima! ¡Tan bién que cantaba Japim!
Cierto día, apareció un pájaro nuevo por aquellos
lugares. Era un gavilán colorado[v]
pequeño, astuto, de vuelo muy ligero. Se llamaba Cauré[vi].
Era valiente, pero no cantaba bien. No es que fuese desagradable el cántico.
Nada de eso. No era sino que le faltaba gracia para cantar y siempre repetía la
misma cosa, sin melodía alguna. Pero no se acercaba a nadie, y hasta el gavilán real[vii]
le respetaba.
Por la más mínima cosa estaba dispuesto a pelear, pero
no se enfrentaba a las aves mayores, aunque sabía cómo vencerlas.
Huía volando, y si un buitre, un cóndor o un gavilán
real le perseguía, maniobraba rápidamente y se metía debajo de sus alas. Como
las aves mayores no pueden hacer lo mismo durante el vuelo, ni agarrar a otra
pequeña que se meta entre sus alas, Cauré, con el pico afilado y curvo, les
cortaba los músculos propulsores, esos pequeños músculos que dan fuerza a las
alas para volar. Atacadas de esa manera, las aves grandes huían abandonando la
lucha. Pero ave que cayese al suelo era víctima de Cauré, que se arrojaba sobre
ellas y las mataba.
Japim sabía todo eso. Sentía incluso un poco de miedo
hacia Cauré, hasta que llegó un día en que este pasó cerca; Japim no resistió y
le remedó el canto.
Cauré, que no admitía bromas, partió veloz sobre
Japim. Este, asustado, se metió en el nido largo que había construido para
vivir.
El pequeño gavilán se posó en una rama próxima y
esperó la salida de Japim.
Las avispas vecinas y amigas de Japim, que observaron
todo lo ocurrido, cayeron sobre Cauré, el cual, por temor hacia ellas, se
alejó.
Pero esto no le sirvió de lección a Japim. Pajarito
que pasaba cerca era imitado por él.
Había uno en la floresta que Japim no conocía. Era Tangará[viii],
que volaba siempre en grupo, en compañía de otros tangaraes. Cantaban en voz
baja, suavemente y danzando siempre. Japim nunca había visto a Tangará. Cierta
vez, de viaje, Japim se encontró con él al pasar entre los arbustos.
Apenas vio cantar y danzar a Tangará, se puso a
remedarlo. Tangará, sin decir palabra, se fue hacia él. Japim, que no lo
esperaba, se defendió como pudo. Pero Tangará estaba enojado y lo atacó sin
descanso.
Los pajaritos formaron una rueda alrededor de Japim y
Tangará. Unos avisaron a otros, y de todos los rincones de la floresta llegaron
más para presenciar la lucha.
La pelea se iba poniendo fea. Japim buscaba la manera
de huir, pero no podía. Los espectadores apretaban cada vez más el círculo. La
mayoría apoyaba animadamente a Tangará, que era muy querido en la floresta.
De repente, no se sabe cómo, ya que todo fue muy
rápido, Tangará hirió a Japim muy cerca del corazón.
El pobre Japim cayó como muerto.
Todos los pajaritos aplaudieron. En ese instante
intervino Tupá:
Desde hoy en adelante, los tangaraes llevarán la marca
de la victoria en el pico; tendrán siempre el pico rojo, ¡el color de la sangre
de Japim!
Desde ese día, Japim nunca más remedó a Tangará. Es el
único pájaro al que respeta.
Cuando ve el pico rojo de Tangará, se aleja deprisa.
Recuerda lo sucedido aquella vez y levanta el vuelo. Tiene miedo.
0.020. anonimo (brasil) - 010
[i] Con este nombre se conoce en Brasil un pájaro negro con el dorso
posterior amarillo intenso, color este que se extiende hasta parte de la cola.
También el pico es amarillo. Construye su nido cerca de los de las avispas para
aprovechar el temor de los animales a estos insectos. Hace su nido en forma de
largas bolsas colgadas de los árboles.
[ii] Nombre que algunas tribus de indios del Brasil daban al trueno y más
tarde pasó a designar a Dios.
[iii] Con este nombre se le conoce en Corrientes y en el Paraguay. En Brasil
hay catorce especies y se llama sabiá.
Su canto es melodioso.
[iv] Pájaro pequeño del Amazonas.
Tiene un canto melodioso y su plumaje es refulgente.
[v] En Brasil suele llamarse
«casaco de couro», que quiere decir «tapado de cuero», por su color de herrumbre,
de cuero.
[vi] Pequeño gavilán del Amazonas.
[vii] Hermoso gavilán que mide dos metros de una punta a otra de las alas.
Es de color gris con el cuello blanco. Posee un penacho que se yergue cuando
está excitado.
[viii] Pajarito del tamaño de los
gorriones. El macho es de color azul con la cabeza y el pico escarlata; la
frente, el pescuezo, las alas y la cola son negros. Tiene dos plumas largas en
la cola, de color azul. Los pájaros jóvenes y los del sexo femenino son de
color verde. Los cazadores que han observado a estos pájaros en los bosques
afirman que ejecutan bailes hermosos y delicados, llenos de gracia.
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