Papagayo no era como es hoy. Era más bien un curumín, que significa «niño» en la
lengua de los tupi-guaraníes.
Curumín acompañaba a su padre cuando iba de caza.
Llevaba consigo, como todos los inditos, arco y flecha pequeñitos que le daba
su padre.
A veces iba de pesca; pero como era chico, pescaba
mandis, en tanto su padre pescaba dorados, pacúes y otros peces grandes.
Al regresar a la aldea, asaban en las brasas pescados
y caza. Todos los indios de la tribu almorzaban contentísimos. Si escaseaba la
comida, comían poco; si había abundancia, comían mucho; todo se repartía
siempre por partes iguales.
Curumín, goloso como era, encontraba en cambio la
manera de comer más que los otros.
Por eso se volvió papagayo. Sucedió así:
Había salido de caza con su padre, mientras su madre
recogía frutas en el monte. La madre de Curumín iba siempre, con otras madres
de la tribu, a recoger frutas monteses. Regresaban con las canastas repletas.
Muchas veces, Curumín acompañaba a su madre en este trabajo. Aunque chiquito,
trepaba a las palmeras para arrancar cachos de cocos. Para subir, ataba una
liana a sus tobillos, dejando un espacio entre uno y otro como de quince a
veinte centímetros, y pasaba una cuerda de lianas trenzadas en torno al tronco
de la palmera sujetando las puntas con las manos. Apoyaba los pies en el tronco
y daba un pequeño salto con la cuerdecita, que lo alzaba hacia arriba. De ese
modo subía y bajaba deslizándose despacio.
La madre de Curumín regresó contenta por haber hallado
mangabas, frutas que los indios
denominan bato-í. Al llegar a la maloca,
las dejó asar sobre las brasas.
Curumín volvió de la cacería, adelantándose a su
padre. Desde lejos se le hizo agua la boca al sentir el olor agradable de fruta
asada.
Exageradamente goloso, sacó las frutas del fuego sin
esperar a que su madre se las diese y empezó a comerlas deprisa una tras otra.
Mangaba es una fruta de pulpa viscosa, y más viscosa
todavía si está asada. Al parecer, no se enfría nunca, y Curumín, goloso como
era, a pesar de saber eso, terminó comiendo las mangabas calientes. Comió
apurado, una tras otra. Tan apurado que no sintió la fruta quemarle la
garganta. De repente no pudo seguir tragando. Quiso escupir la masa viscosa
pegada al fondo de su garganta y no pudo. Hacía fuerza...
-Cra-cra-cra...
Estiraba el pescuezo:
-Cra-cra-cra...
Encogía el pescuezo:
-Cra-cra-cra...
De tanto encogerse y estirarse, el pescuezo de Curumín
se fue haciendo grueso, grueso..., y la cabeza se fue quedando pequeña, pequeña...
-Cra-cra-cra...
La boca de Curumín, apretada por el esfuerzo de tanto
escupir, se fue poniendo dura, dura... ¡Tis!..., y se convirtió en pico de ave,
un pico encorvado.
-Cra-cra-cra...
De repente, puf, ¡qué susto! Curumín se pasó la mano
por detrás. ¡Hum! ¡Una colita le había crecido, una colita de plumas verdes!
-Cra-cra-cra...
La pulpa no se despegaba de la garganta... Y ¡qué
picazón!
Curumín se rascó todito, ¡de pies a cabeza! De
repente, ¡oh!, se vio cubierto de plumas verdes. ¡Curumín era verde y con la
cabeza amarilla!
-Cra-cra-cra...
Se sintió liviano..., liviano...; alzó los brazos y...
¡Sss!, ¡los brazos de Curumín se volvieron alas!
-Cra-cra-cra...
¡Curumín se convirtió en un papagayo!
-Cra-cra-cra...
El papagayo salió volando... ¡Qué bueno es volar!
Se fue a vivir en la copa de un árbol alto, alto, en
el monte, y sus hijos ¡nacieron papagayos! Por eso da pena traerlo a la
ciudad, para enseñarle a decir:
-¿Da la patita, lorito?
Si se quedara en el monte, tal vez pudiera volverse
Curumín de nuevo. ¿Quién sabe? Si Curumín se volvió papagayo, ¿no puede
papagayo volverse Curumín?
0.020. anonimo (brasil) - 010
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