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lunes, 3 de diciembre de 2012

Jaguar y venado

Pastando a la orilla del río, pensó un día Venado:
«Estoy cansado de vivir corriendo de aquí para allá, sin tener nunca sosiego, huyendo siempre de los cazadores, y cuando no de los cazadores, de los jaguares. Y cuando no de los jaguares, de los jaguarondis. No puedo seguir así. Necesito una casa y una vida tran­quila. Para construir mi casa no hay mejor lugar que lo alto de aquel barranco. Tendré una linda vista, hierba fresca para alimen­tarme y agua en abundancia. ¿Qué más pue­do desear?»
Subió, pues, el barranco, examinó bien el terreno, y cortando un gajo de un árbol, lo clavó en el suelo:
-Aquí voy a construir mi casa. Hoy estoy cansado, pero mañana comenzaré a trabajar.
Y se fue muy contento, pensando en volver temprano al día siguiente.
Apenas había partido Venado cuando apa­reció jaguar. Andando de un lado a otro, pensó:
«Este lugar es hermoso y tiene la ventaja de estar cerca del río, donde los animales vienen a beber. Desde aquí puedo espiarlos sin que me vean. Estoy cansado de perse­guirlos y necesito tranquilidad; no es posible vivir siempre así. Aquí levantaré mi casa.»
Cortó cuatro palos gruesos, con la punta en forma de horquilla, y los clavó en el suelo marcando las cuatro esquinas de la futura casa. Marchóse diciendo:
-Mañana temprano volveré para trabajar.
Al día siguiente, Venado madrugó para comenzar la construcción de su casa. Al ver clavadas las cuatro horquillas que no esta­ban el día anterior, exclamó:
-Tupá me ayuda. ¡Pronto podré terminar mi casa! ¡Qué bien!
Cortó y limpió una porción de ramas, co­locó las estacas y toda la armazón del tejado. Después se fue.
Jaguar, que había pasado la noche cazan­do, durmió toda la mañana y fue a trabajar a la tarde. Al llegar, viendo la armazón del tejado, se dijo:
-¡Tupá me está ayudando! Voy a ter­minar pronto mi casa.
Ató las varillas para hacer las paredes y se fue, después de haber trabajado toda la tarde.
Venado regresó a la mañana siguiente y quedó muy contento de la rapidez con que se iba construyendo su casa.
«No hay duda de que Tupá me ayuda. Eso sucede porque soy un buen animalito. No como la carne de los otros, no hago mal a nadie. Por eso merezco la estimación de Tupá. Es justo que así sea. Si no, ¿de qué vale ser bueno?», dijo para sí.
Cortó varias hojas de palmera y cubrió la casa, atando bien los tallos con lianas secas. Después de concluir el trabajo, bajó hasta el río a mirar de lejos el aspecto de la casa. Se retiró muy contento, con el corazón aliviado de ser tan bueno y merecedor de la ayuda de Tupá.
A la tarde llegó jaguar. Vio la casa cu­bierta y no cabía en sí de contento. Pensó:
«Tupá me ayuda porque mato los animales débiles e insigni-ficantes que no sirven para nada en este mundo, como no sea para servir­me de alimento. Es justo que Tupá me ayude. Si no, ¿de qué valdría ser fuerte y subyugar a los débiles»?
Lanzó un rugido que estremeció la floresta y se puso a trabajar.
Trajo agua del río y preparó la mezcla de tierra. Revocó las paredes de la casa. Llegaba la noche cuando se retiró, pensando en mu­darse ya al día siguiente.
Temprano llegó Venado.
-Tupá trabaja rápido -dijo. Hoy mismo me podré mudar.
Colocó las puertas y las ventanas, armó un estante para la cama y otro para las cacerolas, y se fue para regresar a la noche.
Jaguar llegó al atardecer. Abrió y cerró las ventanas, probó el funcionamiento de las puertas. Todo en orden.
-Tupá trabaja ligero y bien -exclamó admirado. Voy a buscar mis cosas y vuelvo para dormir aquí. Me mudo hoy mismo.
Apenas salió jaguar, llegó Venado. Se ins­taló en uno de los cuartos y se acostó a dormir.
A la noche, ya tarde, llegó jaguar. Despertó a Venado con un rugido:
-¿Qué significa esto? ¡Esta casa es mía! La construí yo con la ayuda de Tupá. ¡Salga inmediatamente!
-Esta casa es mía -dijo Venado, tem­blando de miedo. Fui yo quien la construyó con ayuda de Tupá.
-¡La casa es mía! Yo coloqué las horqui­llas y levanté las paredes. Tupá hizo el resto.
-¡Qué Tupá ni Tupá !¡Fui yo! -gritó Ve­nado. ¡Yo hice la armazón de la casa y cubrí el techo, y las puertas, y las ventanas!
Después de una larga discusión, Jaguar y Venado llegaron a un acuerdo. Tupá no tenía nada que ver con la construcción de la casa. La habían construido tanto el uno como el otro. Jaguar propuso entonces que ambos viviesen en ella. Cada cual tendría su cuarto, y entre ambos se dividirían los trabajos do­mésticos.
A la mañana siguiente, jaguar fue a cazar para los dos. Regresó tarde con un venado muerto, que tiró a los pies del compañero.
Preparad un buen asado para la cena.
Venado sintió un gran malestar. Preparó la cena para jaguar, pero no probó bocado, disimulando el miedo que sentía.
Jaguar despertó al día siguiente con mal humor:
-Hoy traerá usted la caza y yo cocino.      
Venado, que no sabía cazar y, tenía horror          de matar animales, salió desesperado. Pero si no traía caza, era seguro que jaguar se lo comería. Vagó por la floresta, cuando encon­tró al Oso Hormiguero[i].
-¿Cómo está, compadre? ¿Cómo va la familia?
En ese instante se sintió el olor de jaguar, que pasaba, y, conversación va, conversación viene, contó a Oso Hormiguero que un jaguar había dicho de él que era un comehormigas inútil. El había defendido, dijo, a su compadre, pero nada podía hacerse contra las calum­nias de un jaguar. Por último, decidió que era necesario poner fin a tamaño disparate.
En eso pasó otro jaguar, y Venado, bajando la voz, murmuró:
-Es ese, compadre; ese que pasa ahora por ahí.
Oso Hormiguero llamó al jaguar:
  Entonces, señor jaguar, ¿anda usted hablando mal de mí?
El jaguar negó, diciendo que no tenía cos­tumbre de meterse en la vida ajena, dispuesto a seguir su camino. Oso Hormiguero le dio la espalda, pero Venado insistió:
-Es el mismo, compadre. Está mintiendo.
Oso Hormiguero se acercó nuevamente al jaguar, y antes de que este pudiese replicar, le dio un tremendo abrazo y no lo soltó sino cuando ya estuvo muerto.
Venado, que se había escondido detrás de un árbol, salió para felicitar a Oso Hormi­guero:
-Bien hecho, compadre. Este no proferirá más calumnias.
Oso Hormiguero quedó muy agradecido a Venado y, mostrándose verdaderamente emo­cionado por la prueba de lealtad de su amigo, se fue a buscar hormigas para comer.
Venado levantó al jaguar muerto y lo llevó para su casa. Una vez allí, lo arrojó a los pies de jaguar, su compañero.
  Aquí está la caza que el señor quería. Haga un buen asado para la cena.
Y le dio la espalda para que jaguar no viera el miedo que tenía, yéndose a pastar a la orilla del río.
Jaguar se asustó y se puso a pensar:
«Si Venado mató al otro jaguar es porque tiene tanto coraje como yo y es capaz de matarme. Necesito andar con cuidado. No es tan manso como parece. ¡ Debe de tener una fuerza tremenda!»
Preparó el asado de carne de jaguar, pero no probó bocado.
Venado arrancó un pernil diciendo que iba a comerlo a la orilla del río. Allí lo enterró. Jaguar pensó que Venado se había comido el pernil, y con mal de estómago se acostó a dormir.
Un rato después entró despacito Venado y se acostó. Sentía un miedo terrible de la venganza de jaguar.
Este, por su parte, no podía cerrar los ojos, de temor a Venado. Al darse vuelta, la cama crujió con su peso, y al oír el ruido, Venado se levantó asustado. Al levantarse golpeó con la cabeza el estante de las cacerolas, que caye­ron estrepitosamente.
Jaguar, aterrorizado, saltó de la cama bu­fando y rugiendo, al mismo tiempo que Ve­nado abría la puerta. Pensando que Venado iba a atacarle, jaguar salió corriendo por la puerta de enfrente. Venado, pensando a su vez que jaguar iba a saltar sobre él, se lanzó hacia la puerta de atrás.
Cada cual huyó por su lado hacia la flo­resta. Nunca volvieron a encontrarse.
Cierto día, Irara[ii], el pequeño carnívoro, pasando por allí, halló la casa vacía y entró:
-Esta casa es un regalo de Tupá -dijo. Me quedaré a vivir en ella. Nueva y desha­bitada; estoy segura de que Tupá la cons­truyó especialmente para mí. Es justo que así sea; si no, ¿de qué valdría ser quien soy?

0.020. anonimo (brasil) - 010




[i]Animal que mide casi dos metros de la cabeza a la punta de la cola. Solamente esta, mide lo mismo que el cuerpo y está llena de pelos largos y oscuros. Aliméntase de hormigas que recoge con su larga lengua, la cual mide de treinta, a cuarenta centímetros. Destruye los hormigueros con sus afiladas garras. Tiene mucha fuerza en los brazos y estrecha al enemigo en un apretado abrazo hasta matarlo. En Brasil se llama tamanduá.
[ii] Pequeño animal que ataca a los gallineros para chupar la sangre de las gallinas. Gusta mucho de la miel de las abejas. Vive en América del Sur y América Central hasta México, con otros nombres. Tiene un metro y diez centímetros hasta la cola, y su color es pardo, un poco gris en la cabeza, con una mancha amarillenta en el pescuezo, lo que caracteriza a su especie única.

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