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miércoles, 29 de agosto de 2012

La laguna de doniños

Leyenda En los terrenos que actualmente están cubiertos por la laguna de Doniños, en Luego, se elevaba en tiempos anti­guos una ciudad de paganos, irreverentes, promiscuos y sodomitas, entregada al vicio y la licencia y olvidada por completo de las buenas costumbres, de la religión y del temor a Dios.
En una colina próxima a la ciudad estaba la humilde casa de un matrimonio creyente, temeroso de Dios, en cuyo hogar se mantenía vivo el fuego de la fe, la caridad y demás virtudes cristianas.
Viendo el Señor la depravación creciente de aquel pue­blo, tomó la resolución de enviarles un castigo ejemplarí­simo para destruir de raíz aquella simiente del mal tan pro­fundamente arraigada.
Pero he aquí que el mismo día señalado para darles fin a todos, el buen hombre que vivía en la colina se vio pre­cisado a bajar hasta allí. Confiado y alegre, descendió a la falda del monte; pero al llegar a las puertas de la ciudad le pareció escuchar unos gritos de mujer pidiendo socorro. Volvió la cabeza viendo, lleno de espanto, que su esposa, perseguida por un grupo de soldados, subía gritando desesperadamente, monte arriba hacia su casa. El buen hombre, entonces, corrió tras los soldados con la evidente intención de ayudara su mujer averiguando al mismo tiempo el por qué y los motivos, de tan sorprendente inexplicable suceso; pero entre las frondas del monte perdió de vista.
El hombre, presa del nerviosismo y de la desesperación, quedó aturdido durante unos instantes. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo y mucho menos la razón por la cual aquellos soldados perseguían a una mujer buena y honesta como lo era su esposa, y ahora, además, al haberlos perdido de vista, se le planteaba la incógnita de lo que podía estar sucediendo si ellos le habían dado alcance. Y sentía además frustración e impotencia al no poder hacer absolutamente nada en favor de la persona amada a la que tenía el deber moral y físico de proteger.
Inmerso en todos éstos y otros muchos pensamientos, a cual más lúgubre y siniestro, se preguntaba qué camino debía de seguir para darles alcance, cuando de improviso -evidencia de que había perdido incluso el sentido de la orientación- se encontró delante de su propia casa.
Y cual no sería su sorpresa, agradable sorpresa, al dar­se cuenta de que su mujer se encontraba asomada a una de las ventanas del edificio con una confiada y dulce sonrisa en los labios y un gesto de ternura y felicidad en sus toda­vía hermosas facciones.
Atropelladamente penetró el hombre en su hogar y con fuerza incontenible estrechó a la mujer entre sus fornidos brazos, suspirando a la vez con infinita alegría. Luego le explicó que no había bajado aún a la ciudad porque una extaña e insólita aparición le había obligado a deshacer lo andado, Le escuchaba su esposa atentamente sin compren­der nada de todo aquello y pensando que su marido habría sido víctima de una alucinación, cuando un formidable y estrepitoso estruendo les distrajo del diálogo que estaban manteniendo.
Salieron alarmados y no gin ciérto espanto a la puerta de la casa y vieron desde allí el enorme cataclismo sucedi­do: las tierras se habían abierto y sepultado a toda la ciu­dad, y un creciente manantial de agua cubría aquellos terrenos convirtiéndolos en un lago.
Comprendieron entonces que la misericordia divina los había librado del castigo, y más fervientés en su piedad, terminaron allí sus días sin olvidar nunca el ejemplar y drástico castigo enviado sobre aquella ciudad de libertinos pecadores, sepultada bajo las aguas del lago que hoy es conocido en Luego con el nombre de Doniños.

105 anonimo (galicia)


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