Leyenda En los terrenos que actualmente están
cubiertos por la laguna de Doniños, en Luego, se elevaba en tiempos antiguos
una ciudad de paganos, irreverentes, promiscuos y sodomitas, entregada al vicio
y la licencia y olvidada por completo de las buenas costumbres, de la religión
y del temor a Dios.
En una colina próxima a la ciudad estaba la humilde
casa de un matrimonio creyente, temeroso de Dios, en cuyo hogar se mantenía
vivo el fuego de la fe, la caridad y demás virtudes cristianas.
Viendo el Señor la depravación creciente de aquel pueblo,
tomó la resolución de enviarles un castigo ejemplarísimo para destruir de raíz
aquella simiente del mal tan profundamente arraigada.
Pero he aquí que el mismo día señalado para darles fin
a todos, el buen hombre que vivía en la colina se vio precisado a bajar hasta
allí. Confiado y alegre, descendió a la falda del monte; pero al llegar a las
puertas de la ciudad le pareció escuchar unos gritos de mujer pidiendo socorro.
Volvió la cabeza viendo, lleno de espanto, que su esposa, perseguida por un
grupo de soldados, subía gritando desesperadamente, monte arriba hacia su
casa. El buen hombre, entonces, corrió tras los soldados con la evidente
intención de ayudara su mujer
averiguando al mismo tiempo el por qué y los motivos, de tan sorprendente
inexplicable suceso; pero entre las frondas del monte perdió de vista.
El hombre, presa del nerviosismo y de la desesperación, quedó aturdido durante unos instantes. No entendía nada de lo que estaba
ocurriendo y mucho menos la razón por la cual aquellos soldados perseguían a
una mujer buena y honesta como lo era su esposa, y ahora, además, al haberlos
perdido de vista, se le planteaba la incógnita de lo que podía estar sucediendo
si ellos le habían dado alcance. Y sentía además frustración e impotencia al no
poder hacer absolutamente nada en favor de la persona amada a la que tenía el
deber moral y físico de proteger.
Inmerso en todos éstos y otros muchos pensamientos, a
cual más lúgubre y siniestro, se preguntaba qué camino debía de seguir para
darles alcance, cuando de improviso -evidencia de que había perdido incluso el
sentido de la orientación- se encontró delante de su propia casa.
Y cual no sería su sorpresa, agradable sorpresa, al
darse cuenta de que su mujer se encontraba asomada a una de las ventanas del
edificio con una confiada y dulce sonrisa en los labios y un gesto de ternura y
felicidad en sus todavía hermosas facciones.
Atropelladamente penetró el hombre en su hogar y con
fuerza incontenible estrechó a la mujer entre sus fornidos brazos, suspirando
a la vez con infinita alegría. Luego le explicó que no había bajado aún a la
ciudad porque una extaña e insólita aparición le había obligado a deshacer lo
andado, Le escuchaba su esposa atentamente sin comprender nada de todo aquello
y pensando que su marido habría sido víctima de una alucinación, cuando un
formidable y estrepitoso estruendo les distrajo del diálogo que estaban
manteniendo.
Salieron alarmados y no gin ciérto espanto a la puerta
de la casa y vieron desde allí el enorme cataclismo sucedido: las tierras se
habían abierto y sepultado a toda la ciudad, y un creciente manantial de agua
cubría aquellos terrenos convirtiéndolos en un lago.
Comprendieron entonces que la misericordia divina los
había librado del castigo, y más fervientés en su piedad, terminaron allí sus
días sin olvidar nunca el ejemplar y drástico castigo enviado sobre aquella
ciudad de libertinos pecadores, sepultada bajo las aguas del lago que hoy es
conocido en Luego con el nombre de Doniños.
105 anonimo (galicia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario