Hace años, en la villa francesa de Theil, los vecinos
morían atacados por un extraño mal.
Se dieron cuenta de que el mal no atacaba a quienes no
salían de sus casas y que sucumbían con más facilidad los que vivían cerca del
ayuntamiento. Así, decidieron montar vigilancia en los alrededores hasta que
encontraron la causa de todos los males: ¡era un dragón!
El animal vivía en el tejado del ayuntamiento y sólo se
le podía mirar cuando dormía, porque si no, se moría fulminado.
-¿Qué podemos hacer para terminar con él? -se
preguntaban todos reunidos en consejo.
La única solución que tenemos -dijo un anciano- es
utilizar armas de fuego contra él. ¿Pero quién se atreve a subir ahí?
En aquel tiempo había pocas armas de fuego y en el
pueblo sólo un joven tenía una.
A él acudieron los sabios del consejo para pedir
ayuda, pues no se había topado nunca con la mirada del dragón.
El joven, que encontraba entretenimiento en afinar su
puntería y entrenarse para ser el mejor con su arma, recibió de buen grado a los
hombres que pedían su ayuda.
No dudéis de que mañana mismo iré al pie del
ayuntamiento y terminaré con ese dragón gracias a mi poderosa arma.
Al día siguiente, metido dentro de un tonel en el que
había hecho los agujeros adecuados, el joven hizo que lo situasen al pie del
edificio del dragón. Actuaba con precaución para evitar que su mirada se cruzase
con la de éste. En cuanto asomó los cañones de su arma por los orificios del
tonel, sonó un terrible estruendo y las balas certeras fueron a atinar en la
frente del dragón que, visto y no visto, se desplomó muerto a los pies del que,
desde entonces, fue el héroe del pueblo.
010. anonimo (centroamerica)
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