Conocida hoy como laguna de
General Acha o laguna del Valle Argentino, este espejo de agua está situado en
un paraje denominado Ketré Witrú, donde se fundara el pueblo de General Acha el
12 de agosto de 1862, en que por entonces era la
Gobernación de La Pampa.
En el texto de esta leyenda
se menciona una cadena de médanos que hoy se encuentra arborizada. Según los
historiadores, esto fue llevado a cabo por Acha.Historia
La tribu del cacique
Tranahué, lanzada en malón, cruzaba los campos arenosos. Montados en pelo, los
guerreros iban adelante y el resto de la tribu los seguía. Era proverbial,
según los historiadores, la destreza y habilidad de estos indios en el manejo
de sus cabalgaduras. Como dijimos antes, montaban en peloy los animales no
llevaban cabestro ni frenos de hierro. La destreza en el arte de domar a los
potros hacía que estos se mostraran dóciles y respondieran a las órdenes de su
jinete. Las riendas pasaban por la boca y esto resultaba suficiente para que el
animal frenara.
Con solo talonearlos,
corrían veloces y parecían, hombre y bestia, formar un todo indivisible.
Estos indios también eran
conocidos por la fiereza que mostraban en el combate.
Al conocer estas
características, los habitantes de los poblados vecinos temían
comprensiblemente a los malones y aún cuando se prepararan para defenderse de
los ataques, les resultaba muy difícil repelerlos.
Tranahué y sus hombres
galopaban en los campos polvorientos camino a un pueblo cercano. El propósito
era invadido y saqueado. Organizados como un ejército devastador, los indios
entraron allí. Los hombres más jóvenes y aptos para el combate se trabaron en
contra los lugareños y los vencieron. Luego, el resto de la tribu, integrado
por mujeres, ancianos y niños, entraron a las viviendas y se llevaron las pertenencias de los pobladores. Finalmente
incendiaron las casas. Una vez consumado este acto, la tribu emprendió el
regreso.
En el camino fueron
sorprendidos por otro malón. La tribu del temido cacique Cho-Chá levantaba una
densa polvareda en el horizonte.
Al advertidos, Tranahué
dispuso una estrategia de defensa pero sus huestes eran superadas en número y
fueron derrotadas por la tribu enemiga. Hubo muertos y heridos por doquier
desparramados en el arenal. La tribu de Cho-Chá los despojó de todo lo que
habían robado. Los guerreros morían sin solución de continuidad, por las
heridas recibidas en el combate o por sed.
Peuñén -la esposa del
cacique- ordenó a los guerreros detenerse para invocar al Gran Espíritu.
Con las pocas fuerzas que
les quedaban llevaron a cabo la ceremonia dirigida por el sacerdote indígena
Ngen-pin: danzaron para invocar la ayuda que necesitaban y elevaron sus ruegos.
La ceremonia se prolongó hasta el amanecer...
Cuando el Sol iluminó los arenosos campos, los indios vieron
en el horizonte lo que parecía ser una esperanza. El elevamiento de terreno que
observaron hacia Oriente era una cadena de médanos, lo cual significaba que en
las cercanías habría algún espejode agua dulce.
Después de una penosa
marcha, llegaron y pudieron observar, con pesar, que no había agua. Sol amente un enorme y añoso caldén entre los
médanos. El ketréwitrú -tal era el nombre indígena de ese árbol- les dio una
última esperanza. Porque dicha especie tiene la particularidad de almacenar
agua de lluvia, con su propio sistema de riego, como si la naturaleza hubiese
actuado en su favor para permitirle vivir en esos parajes tan áridos.
Uno de los guerreros, con
un golpe de su caña tacuara, abrió un tajo en el tronco del árbol. Desde allí,
empezó a manar abundante agua para salvación de la tribu. Entonces
descansaron durante lo que quedaba del día debajo de la generosa sombra del
caldén, y se quedaron dormidos.
Por la mañana, el guerrero
Uzi, recuperado de la fiebre que lo había acometido en la jornada anterior, fue
el primero que se despertó. Un enorme espejo de plata en el que el Sol se reflejaba lo cegó. El caldén había seguido
dando agua durante toda la noche y se
había formado la laguna.
Uzi gritó: iketré witrú
lafquén! (ila laguna del caldén solitario!). El agua que el árbol había guardado
durante tanto tiempo había inundado los campos. Tranahué curó de sus heridas y
recuperó la salud. Se
realizó una ceremonia de agradecimiento al Gran Espíritu y el cacique decidió
iniciar la marchapara volver al campamento.
Los jefes más importantes
de la tribu se reunieron y resolvieron pedirle permiso al cacique para hacer un
nuevo campamento e instalarse en ese lugar. Tranahué, al ver que esa era la voluntad
de su pueblo y considerando que esa debía ser la voluntad de sus dioses,
accedió al pedido.
N.A.: este es, según los araucanos de La Pampa, el origen
de la laguna y de los pueblos que se fundaron en sus cercanías. Si nos
remitimos al principio del relato, seguramente nos indignaremos ante los actos
de barbarie provocados por la tribu y nos resultará extraño que luego, en el
curso de la narración, el cacique Tranahué aparezca como un hombre generoso y
reflexivo. Asimismo, el hecho de que toda la tribu participara del malón y que
cada uno tuviese asignada una tarea resulta sorprendente y hasta indignante.
Es difícil sustraerse al impulso de hacer un juicio moral
acerca de esta conducta. De hecho, aun cuando no nos corresponde, lo estamos
haciendo en este último párrafo.
Nos detendremos aquí con este comentario y trataremos de
indagar con más profundidad en las circunstancias de este pueblo, en su
historia, sus necesidades, sus pesares y sus pautas culturales. Quizá podamos,
entonces, comprender algunas acciones que, con ligereza, nos parecen
aberrantes.
015. anonimo (argentina-pampa)
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