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miércoles, 15 de agosto de 2012

El toro de las astas de oro

Cuentan que en Catamarca, en un paraje llamado El Codo, vivía una familia de hacendados integrada por un matrimonio y su único hijo. El joven era adicto al juego y despilfarraba el dinero de sus padres en apuestas.
Una noche, mientras volvía del pueblo, se encontró en el camino con un enorme toro color castaño y astas brillantes que, a la luz de la Luna, parecían ser de oro. El muchacho quiso enlazar al animal pero este lo embistió. Así, desmayado, tirado en el camino, lo encontraron a la mañana siguiente.
Al reincorporarse, el joven narró lo sucedido, pero no le creyeron. Encima, le reprocharon su actitud, acusándolo de que su desmayo no había sido real sino una consecuencia de la borrachera.
El muchacho, desde entonces, salió durante varias noches provisto de un lazo para pialar y boleadoras con el propósito de capturar al animal. Su empresa tenía dos propósitos: primero, demostrar la veracidad de su historia y recuperar el respeto de los peones de la estancia, que desde aquel momento no paraban de burlarse de él; segundo, incorporar el toro de astas de oro a la hacienda de sus padres, porque con un semental de esas características aumentaría considerablemente el valor de las próximas crías.
Pese a sus buenas intenciones, el muchacho fracasó porque el toro jamás volvió a aparecer, y según cuentan, la hacienda fue perdiéndose poco a poco hasta que la familia quedó en la pobreza.
Se cuenta que los campos de pastoreo de Tucumán se fueron poblando con los animales de esta familia y que las primeras cabezas han sido conducidas hasta allí por el toro de las astas de oro, como castigo a este joven disoluto.
                          
015. anonimo (argentina-catamarca)

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