Hubo en China un sabio emperador que se rodeaba de
grandes hombres, por humilde que fuera su procedencia. Un año celebró un
concurso de atletas y anunció que haría capitán de su guardia al vencedor.
Entre los competidores estaba Yu-Kong, que llamó la atención por su destreza.
Sin la menor competencia, el joven Yu-Kong ganó en
todas las categorías y el emperador le nombró capitán de su guardia personal, pero
se ganó la enemistad de Eshen, un oficial que se quejaba de que un jovenzuelo desconocido
ocupase tal dignidad.
Yu-Kong estaba dispuesto a ser sólo un guardián más,
pero el emperador insistió en que aceptara su nuevo cargo.
Eshen, sin embargo, se prometió venganza.
Algún tiempo después, el criado de Yu-Kong cayó enfermo
y como Eshen era reconocido por su sabiduría en medicinas, Yu-Kong le pidió
ayuda, pero Eshen se la negó y además amenazó al joven seriamente.
Temiendo por su vida, Yu-Kong compró la mejor espada,
y lo hizo justo a tiempo porque aquella noche apareció ante él un terrible
ogro. El joven blandió su espada y de una estocada lo derribó.
Yu-Kong cambió el miedo por risa cuando notó que aquel
monstruo no era más que un espantajo de papel pintado.
Apareció un segundo ogro todavía más fiero y de nuevo
Yu-Kong lo atravesó: ¡éste era de barro! Pero Yu-Kong no sabía que Eshen estaba
detrás...
La lucha no había terminado. Al poco rato un trueno
sacudió la casa y todo se llenó de un aroma amargo. Un ogro de siete cabezas y
ocho brazos apareció en la habitación, repartiendo golpes y sablazos en todas direcciones
y destrozándolo todo.
Yu-Kong hizo prodigios para escapar de las embestidas
y al fin se lanzó valientemente contra él y le traspasó el corazón, cayendo el monstruo
sin vida, después de lanzar por las siete bocas llamaradas y emanaciones sulfurosas.
Cuando Yu-Kong logró asomarse a la ventana para no
morir ahogado, encontró la calle abarrotada de gente que le aclamaba por haber
vencido al Espíritu del Mal.
Dio humildemente las gracias a todos y en ese momento
llegó un mensajero del emperador para comunicarle que éste había decidido
nombrarle, desde ese día, general en jefe de su guardia imperial. Un cargo
nuevo expresamente inventado para él y con más categoría que la de cualquier
otro jefe del imperio.
010. anonimo (centroamerica)
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