Había una vez un herrero aficionado al aguardiente. Un
día se presentó en su taller un hombre al que apodaban el Malo, que venía a
llevárselo. Pero tanto suplicó el herrero que el Malo cedió: volvería a buscarlo
al año siguiente y, además, le concedía dos dones que le permitirían algunas
ventajas. Primero hechizó una silla, para que quien se sentara no pudiera
levantarse hasta que el herrero le diera permiso, y después hechizó su martillo,
para que quien lo tomara no pudiera dejar de golpear hasta que el herrero lo
consintiera.
Pasó el año y volvió el Malo. El herrero fingió
hallarse ocupado y le rogó:
-Por favor, siéntese hasta que termine, que es urgente
y no quiero dejar nada pendiente.
El Malo, sin darse cuenta de la trampa, tomó asiento
en la silla encantada y no pudo levantarse de ella hasta que le prometió al herrero
que se ausentaría un año más.
Al cabo de aquel tiempo regresó el Malo a cumplir con
su propósito de llevarse al herrero. Otra vez fingió el herrero estar muy ocupado
y, en esta ocasión, cambió de táctica y le pidió al visitante que, por favor,
le ayudase para terminar con su trabajo antes de marcharse.
El Malo, que era bastante simplón y no poco tonto,
empuñó el martillo hechizado y tuvo que estar golpeando hasta que el herrero le
libró de la tarea, tras hacerle prometer que esperaría un año más para
llevárselo
Sin duda, el herrero había aprendido bien cómo
retrasar el momento...
Pero pasado el tercer año, volvió el Malo a por el
herrero. Éste suplicó y lloró de nuevo, pero no le sirvió de nada y el Malo lo
metió en un saco y se lo llevó. De camino, el Malo se detuvo a comer y, al
sentarse a la mesa, metió el saco debajo, ocasión que aprovechó el herrero para
escaparse y poner a un animal en su lugar.
Después de comer, el Malo siguió con su saco.
Cuando llegó a su hogar, al abrir el saco, en lugar de
salir el herrero salió un enorme perro que le dio un gran susto.
El día que murió el herrero y se presentó en el cielo,
no le dejaron entrar. Bajó entonces al infierno y, en la puerta, se encontró
con el Malo que le dijo:
-Aquí no entras, pues te burlarías de mí -y dicho
esto, le cerró la puerta.
Desde entonces, el herrero vaga del cielo al infierno
y viceversa. En su viaje, se le ve brillar y por eso le llaman Juan Linterna.
999. anonimo leyendas
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