En la aldea de Guirek sobrevivía tristemente una viuda
con su hija Rosette y una vaca flaca y vieja como única posesión.
La pequeña Rosette crecía fuerte y nunca dejaba de
cuidar de la vaca.
Cierto día, mientras el animal pastaba libre en los
campos, la niña se entretuvo escuchando el canto de un petirrojo que parecía
querer contarle algo con sus trinos. La verdad es que se quedó tan extasiada
escuchando al pajarillo que no se dio cuenta de que su querida vaca se
internaba en el bosque, donde había muchos peligros.
Cuando el petirrojo desapareció, la vaca había sido
atacada por los lobos y yacía muerta a la entrada del bosque. La niña rompió a
llorar cayendo sobre unos matojos de hierba dorada.
Cuenta la leyenda que, cuando un humano cae sobre este
tipo de hierba, comprende el lenguaje de los animales y así debe de ser pues,
al poco tiempo, regresó el petirrojo y Rosette consiguió entender lo que
decía:
-No desesperes. Soy tu amigo, me llamo Juan Petirrojo
y tengo el poder de hacer feliz a alguien una vez al año. Y te he elegido a ti.
Lo que más deseaba la niña era tener una crucecita de
plata a la que rezar y unos zuecos que cubrieran sus pies.
-Tendrás eso y más si sigues mis indicaciones -aseguró
el pajarillo.
Y la niña, prometiendo cumplirlo, vio cómo aparecían
ante ella los zuecos y la cruz. El pajarillo le pidió que caminara sobre las
aguas del río porque en la otra orilla había una hermosa vaca para su madre. La
niña lo hizo y pudo llevarse la vaca a su morada.
La vaca daba tanta leche que todo el mundo en la
región quería comprarla.
La mujer aceptó venderla y un hacendado se llevó el
animal a cambio de ciertas riquezas pero, a la mañana siguiente, la vaca y regreso.
No puedo quedarme con ese hacendado avariento -advirtió
la vaca, así que me convertiré en caballo para que no pueda reclamarme.
Asombradas, la mujer y la niña no tuvieron más remedio que aceptar la voluntad
de aquel animal.
Nadie había olvidado la historia de la vaca cuando,
cierta mañana en que Rosette cargaba el caballo con sacos de trigo, comprobó
que, a medida que iba sumando sacos a la carga, el lomo del animal se iba alargando,
sin que pareciera que el peso le estorbara.
Tan maravilloso suceso también fue de inmediato
conocido por todos, puesto que la niña y su caballo cargado tuvieron que cruzar
la aldea camino del molino.
De inmediato recibió la oferta del propio molinero
para quedarse con el animal y fue tanto lo que ofreció, que tras consultarlo
con su madre decidió aceptar.
Así, la viuda y la niña obtuvieron el molino y todos
los cerdos y tierras del molinero. Ya no eran pobres y todo gracias a aquel petirrojo.
Pero el asombro no terminó ahí: al día siguiente
también el caballo regresó y no se pudo evitar.
-He escapado -dijo el rocín porque no quiero ser el
caballo de un hombre que no me aprecia y sólo me quiere para trabajar, así que
me convertiré en carnero.
Ante las mujeres apareció el carnero que más lana daba
del mundo. De nuevo apareció otro hombre avaricioso que deseaba tener aquel
animal prodigioso, así que tras negociar con la viuda, le ofreció una gran
fortuna a cambio.
Cuando por fin la mujer y la niña recibieron todo lo
que el hombre les había prometido y vieron colmada su felicidad, el carnero mágico
desapareció del pueblo como por encanto: había terminado su cometido.
Sin embargo, aquella mujer bondadosa y su hija no
olvidaron nunca que sus vecinos, de alguna manera, las habían ayudado.
Por eso repartieron cuanto tuvieron con ellos y con
todos los que lo necesitaron.
999. anonimo leyendas
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