Cierto día, al caserío de Helver llegó un cazador de osos
con un gran oso blanco amaestrado pidiendo cobijo para pasar la noche.
-Quédate cuanto quieras -le ofreció Helver, pero esta
noche recibiremos la visita de los genios del bosque y no me hago responsable
de que pongan nervioso al oso.
A pesar de la advertencia, el viajero se quedó con su
oso dormitando cerca del fuego y los genios llegaron a medianoche.
Los genios, peludos y feos, jamás habían visto un oso
blanco y, creyendo que era un gato enorme, se atrevieron a pellizcarle el hocico.
El oso se despertó y lanzó tal gruñido que los genios huyeron de la casa a la
carrera.
Ni siquiera les quedaron ganas de preguntarle a Helver
de quién era y qué hacía allí un animal tan antipático.
Lo cierto es que Helver había visto la escena desde su
cuarto y, como la visita de los genios no le gustaba, ideó un plan para alejarlos
de su casa para siempre.
Fue a visitarlos al bosque y les dijo:
¿Os acordáis del gran gato blanco que os asustó en mi casa?
-habló con tono inocente. ¡Pues era hembra y ha tenido gatitos!
¡Os lo advierto porque si la madre resultó fiera, no
sabéis lo que son sus crías!
Y resultó: los genios jamás volvieron.
999. anonimo leyendas
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