Hace mucho tiempo vivía en el puerto chileno de
Matanzas una mujer muy bella.
Tanto, que todos se enamoraban de ella, pero por más
que la obsequiaban, ninguno conseguía de ella ni una sonrisa: no era mujer que
se dejara engatusar por el lujo o las joyas.
Esperaba pacientemente a que llegara a su corazón el
amor verdadero.
Cierto día arribó al puerto un curtido capitán.
Enseguida se prendó de la joven y ella también notó que aquel caballero era diferente.
Pronto se enamoraron.
Pero cuando el resto de la población se enteró de que
se iban a casar, un grupo de celosos fueron a ver a una bruja para pedir un
encantamiento que anulase la boda. ¡Tal era la envidia que sentían que, si aquella
mujer no era para ellos, no consentirían que fuese para ningún otro!
Dicho y hecho: la bruja consiguió que cada uno de los
hombres ricos y despechados le diera parte de su fortuna y a cambio obró el maleficio.
La malvada hechicera convirtió a la novia en una roca que, dicen, reproduce sus
bellas líneas de mujer.
Hoy, llaman a esta roca «la sirena». Mira siempre
hacia el hori-zonte, de cara al mar, como esperando la llegada del único capitán
que supo entender el valor de su amor; el único que la mereció y al cual espera
por los siglos de los siglos. Tal vez un día venga a desencantarla...
999. anonimo leyendas
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