Hace mucho tiempo,
Salomón, hijo de David, reinaba sobre todas las cosas. Salomón era un rey muy
poderoso y al mismo tiempo sabio entre los más sabios. Entendía el lenguaje de
los hombres aunque no hablasen en su presencia; los gritos de las fieras en los
bosques, aunque estuviesen en su guarida; el grito de los cuadrúpedos, los
silbidos de los reptiles, el piar de los pájaros, el bordoneo de los insectos y
también el lenguaje de los árboles y de las plantas.
Salomón había asignado a
cada animal el alimento de que debía vivir. A unos había dado la carne de los
animales más débiles; a otros, la hierba de los prados y los frutos que maduran
en los árboles.
-Tú, serpiente, también
tendrás tu alimento. Te nutrirás de la sangre de los hombres; de ella has de
vivir.
Y la serpiente,
escondida, acechaba la llegada de los hombres para lanzarse contra ellos y
nutrirse con su sangre.
Los desdichados hombres
murmuraban entre sí tan fuertemente, que Salomón percibió el ruido, y preguntó
al hombre:
-¿Por qué murmuras y te
quejas? Dime cuál es la causa.
-Señor -contestó el
hombre-, la serpiente vive de nuestra sangre. Espera en los sitios agrestes,
oculta bajo la hierba. Nos ataca cuando pasamos junto a ella. Si no pones
remedio a esto, nuestra raza desaparecerá.
Entonces Salomón contestó
que pensaría en ello.
El hijo de David
reflexionó durante mucho tiempo. Un día dio la orden a todos los animales de
la creación de que se reuniesen en una llanura. A la llamada del Rey acudieron
el león, el tigre, el lobo, el caballo, el águila, el buitre y mil animales
más.
Salomón, que se
encontraba en un alto trono, dijo:
-Os he llamado para
escuchar vuestras quejas. Hablad.
El hombre se aproximó al
trono y habló así:
-Señor, pido que la
serpiente escoja para su alimento la sangre de otro animal.
-¿Y por qué pides eso?
-Porque soy el primero de
los seres.
Los otros animales
empezaron a murmurar: unos rugían, otros gruñían, ladraban, chillaban. Se formó
un gran alboroto:
-¡Callad! -gritó Salomón.
Que el cínife, que es el más pequeño de los animales, busque desde hoy cuál es
la sangre más delicada de la creación. Cualquiera que sea, aun la del hombre,
juro dársela a la serpiente. De aquí a un año, en un día como éste, nos
reuniremos en este mismo sitio para conocer el informe del mosquito.
Los animales se
separaron, y durante un año el pequeño insecto los visitó y probó su sangre,
tal como le había ordenado Salomón.
Pasó el año, y el
mosquito volvía ya a la asamblea del rey Salomón, cuando se encontró con la
golondrina.
-Buenos días, golondrina
-dijo.
-Buenos días -le contestó
cortésmente la avecilla. ¿Adónde vas? -le preguntó después.
-Voy a la asamblea de
todos los animales, ordenada por el rey Salomón.
-¿Has averiguado ya cuál
es la sangre más dulce?
-Sí; la sangre más dulce,
no tengo duda de ello, es la del hombre.
-¿Cómo dices? No
entiendo...
El mosquito repitió la
contestación. La golondrina simuló de nuevo no entender. Pero era un engaño,
pues en el mismo momento en que el mosquito abría la boca para contestar, se
lanzó sobre él y le arrancó la lengua de un picotazo. El mosquito, furioso,
prosiguió su camino hacia la asamblea del rey Salomón. La golondrina volaba
tras él. Al fin llegaron. El hijo de David preguntó al mosquito:
-¿Has cumplido mi orden?
¿Has gustado de la sangre de todos los animales? ¿Puedes decirme cuál es la más
dulce de todas?
El insecto hizo un ademán
para dar a entender que había cumplido su misión.
-¿Cuál es la sangre más
dulce? -preguntó Salomón.
El mosquito, que había
perdido la palabras después que la golondrina le hubo arrancado la lengua, no
sabía cómo contestar.
-iKsss!... iKsss!...
¡Ksss! -dijo.
-¿Qué dice? ¡Vamos, habla
claro! -exclamó, enojado, el sabio Salomón.
-iKsss!... ¡Ksss!...
¡Ksss!...
Y el pobre mosquito no
podía responder otra cosa.
Entonces la golondrina se
adelantó y habló a Salomón:
-Señor, el mosquito ha
sufrido un grave accidente y ha perdido el habla. Pero antes de que esto
sucediera y yendo por el mismo camino, me dijo lo que había averiguado después
de haber cumplido tu orden.
-Pues bien, golondrina:
habla y explícanos cuál es la sangre más dulce -ordenó Salomón a la astuta
avecilla.
Ésta no vaciló y
contesto:
-La sangre máss dulce es
la de la grulla. Tal es lo que me ha dicho el mosquito.
-¿Es verdad lo que dice
la golondrina? -preguntó Salomón al mosquito.
-iKsss!... ¡Ksss!...
¡Ksss!...
El mosquito no podía
decir más que esto.
El sabio hijo de David,
entonces, juzgando que eso era signo de asentimiento, se levantó y ordenó:
-A partir de este día la
serpiente se alimentará de la sangre de la grulla. El hombre podrá vivir en
paz.
Y después de dada esta
sentencia, Salomón se retiró y despidió a los animales.
Pero la serpiente no
estaba satisfecha de la sentencia. En el momento en que la golondrina pasaba
cerca de ella, riendo de la buena jugada que había hecho, se lanzó contra la
avecilla y, quiso devorarla. Pero ella, dándose cuenta a tiempo de la intención
de la serpiente, y con un rápido aleteo, se elevó. La serpiente pudo únicamente
hendirle la cola por la mitad. De esta manera la serpiente quedó burlada.
Desde aquel momento, las
serpientes se alimentan de la sangre de las grullas y las golondrinas tienen
partida la cola. Se mostró entonces, una vez más, amiga de los hombres. Éstos,
agradecidos, la respetan, aunque ataquen a los demás pájaros. Le guardan un
sitio para sus nidos en los aleros y tienen su presencia en el hogar como de
buen agüero.
062. anonimo (rusia)
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