Un día, Peredur, hijo de
Evrawc, salió a cazar con el rey Arturo y, siguiendo a uno de sus perros, llegó
a una casa y entró en ella. Dentro había dos jóvenes calvos jugando al ajedrez
y tres hermosas doncellas. Una de ellas, al verle, se echó a llorar, y al
preguntarle Peredur por qué lloraba, contestó:
-Mi padre es un hombre
violento que mata a todo el que entra en su casa sin permiso, y me apena que
vayas a morir.
Poco después entró en la
casa un gigante negro con un solo ojo, y las tres jóvenes se adelantaron a
pedir clemencia para Peredur.
-Tendré paciencia por
esta noche -dijo el gigante.
Peredur cenó con ellos y
preguntó al coloso:
-¿Por qué tienes un solo
ojo?
-No me gusta que me hagan
preguntas, y acostumbro matar al que me las hace -repuso el gigante.
Pero sus hijas le
recordaron su promesa y aplazó la muerte de Peredur hasta el día siguiente.
Al otro día, Peredur
combatió con el hercúleo hombre y le venció.
-Ahora, cuéntame por qué
tienes un solo ojo y quién eres.
-El otro ojo -contestó el
gigante- lo perdí luchando con la Serpiente Negra del cerro de la Aflic ción; tiene una piedra
en la cola que todo el que la tenga en una mano tendrá en la otra tanto oro
como desee. Y yo soy el Titano Negro, que nunca tuvo clemencia de nadie.
-¿Y cómo se va al cerro
de la Aflicción
de la Ser piente
Negra?
-Tienes que pasar primero
por el palacio de los hijos del Rey de las Torturas; cada día, el Addanac del
lago los asesina. Cuando llegues al cerro de la Aflicción , lo verás
rodeado de trescientas tiendas, cuyos dueños guardan a la serpiente.
Después que Peredur oyó
al Tirano Negro, le dio muerte, para acabar con sus violencias, y partió en
busca de la Serpiente
Negra.
Llegó al palacio de los
hijos del Rey de las Torturas, donde le recibieron tres doncellas, y vio cómo
traían a un joven muerto en unas angarillas. Las doncellas le aplicaban un
ungüento y lo volvía a la vida. Y así hicieron con otros dos. Al día siguiente,
los jóvenes salieron del castillo y Peredur fue tras ellos.
-No vengas con nosotros
-le dijeron, pues el Addanac del lago te asesinará, como a todo el que entra en
su cueva, y tú no tienes quien te vuelva a la vida.
Pero Peredur les siguió
sin hacer caso. En el camino se le acercó la dama más hermosa que había visto
en su vida y le habló así:
-No vayas a buscar al
Addanac. Nadie puede verle, pero él ve a todos los que entran en su cueva y
los asesina por la espalda con una flecha envenenada.
Como Peredur persistiese
en su propósito, la dama le respondió:
-Si prometieras amarme
más que a todas las mujeres, te daría un anillo que te permitiría ver al
Addanac.
Peredur prometió amarla;
recibió la piedra, y la dama desapa-reció.
El caballero llegó a un
lugar del que salían tres caminos. Allí había un amable joven, que le dijo:
-Uno de los caminos
conduce a mi palacio, donde podrás divertirte cazando; otro camino va a la
ciudad, y el más estrecho lleva a la cueva del Addanac.
Peredur tomó el camino
más estrecho. Llegó a la cueva llevando el anillo en una mano; vio al monstruo
y le mató, salvando así a todos los que morían a sus manos.
Siguió hacia el cerro de la Aflicción , y en el camino
se le acercó un caballero con una armadura roja, que se ofreció a servirle de
compañero y se dio a conocer como el conde de Etlym. Correspondiendo a su
cortesía, Peredur combatió y venció a trescientos caballeros que rodeaban a la
dama de Etlym y que impedían que nadie llegase hasta ella. El Conde,
agradecido, siguió con él hasta el cerro de la Aflicción , que
encontraron rodeado de las trescientas tiendas. Sus trescientos moradores
impedían que nadie se acercase a la Serpiente Negra y esperaban la muerte de ésta
para apoderarse de la piedra que tenía en la cola.
Peredur desafió y venció
a los trescientos. Continuó solo hasta el cerro, luchó con la serpiente, la
partió en dos y le quitó la piedra. A cada uno de los trescientos caballeros le
dio todo el oro que había estado guardando la serpiente y después regaló la
piedra al conde de Etlym, que volvió a reunirse con su dama.
Un día, Peredur encontró
un campo de molinos. Proporcionaban pan a todo el séquito de pretendientes de
la emperatriz de Cristinobyl. Sólo el que venciese a todos podía llegar hasta
ella. Peredur pidió dinero prestado a un molinero y se quedó a probar fortuna.
Cierto día, vio a una dama hermosísima asomada a una tienda, y se quedó
contemplándola. Volvió a verla al día siguiente, y al otro, y al otro, y el
molinero, que esperaba su dinero, se le acercó cuando la estaba contemplando y
le dio una bofetada. Peredur luchó con él y le venció, y en días sucesivos
derrotó a todos los caballeros del séquito. Y fue recibido por aquella hermosa
dama, que era la propia Emperatriz, y le reclamó el anillo que le había
entregado para ver al Addanac. Peredur, entonces, la reconoció como la que le
había ayudado en su aventura, quedándose a vivir con ella catorce años.
039. anonimo (inglaterra)
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