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martes, 5 de noviembre de 2013

Los nueve barones de la fama

Habían pasado más de treinta años desde la batalla de Guadalete en que el último rey godo don Rodrigo fue vencido en las orillas del río por los caudillos árabes Tarik y Muza, que se aprovecharon de la traición de don Opas y los hijos de Witiza.
La España visigoda corrompida en sus estructuras quedó desarticulada. La masa de la población cristiana tuvo que aceptar la dominación árabe, pero una gran parte de los ejércitos hispano-góticos se refugió en la zona norte del país: Asturias y Cataluña.
Las tropas árabes siguieron avanzando y después de muchos años llegaron al país catalán con el propósito de dominarlo e irrumpir en Europa por los Pirineos: su objetivo era la conquista del mundo.
Los cristianos patriotas de Cataluña al comprender el peligro que se cernía sobre su territorio enviaron una embajada al rey franco Carlos Martel.
-Los árabes intentan la conquista de todos los países cristianos, señor -dijo uno de los embajadores. Han ocupado Barcino y pronto quedará en su poder el resto del territorio si vos no lo remediáis.
-Conozco la situación y tomaré medidas para que con la ayuda de Dios podamos derrotar al infiel -respondió el monarca.
-Al otro lado de nuestro país, en Asturias, el noble don Pelayo ha podido resistir el alud árabe y ha organizado un reino independiente. Nosotros os pedimos un caudillo de prestigio para que organice nuestras fuerzas y resista al invasor. Hay muchos patriotas que sólo desean eso para luchar y vencer.
-No esperaba menos de vosotros, señores -dijo el rey. Tengo al hombre que os hace falta. Él será el escudo de Francia[1] y para vosotros el caudillo que unirá el ejército cristiano.
-Gracias, señor. Os prestamos humilde vasallaje.
Carlos Martel, rey de Francia, comprendió el peligro que se le venía encima. Si los cristianos de Cataluña podían resistir y vencer a los árabes su reino se mantendría incólume. De otra forma tendría que batirse en el suelo de. Francia. No dudó entonces en elegir al noble Otger Catalón que desde hacía tiempo residía en Francia aunque era oriundo de Cataluña. Era un hombre fuerte, alto como un gigante y dirigía un grupo de nobles catalanes que iban siempre al frente de soldados aguerridos y avezados a todo. Este grupo podría aglutinar a más fuerzas si entraba en Cataluña y dirigía la resistencia contra los árabes.
-Os nombro jefe del ejército de la Marca Pirinaica y la victoria beneficiará a vuestra tierra y a la nuestra.
-Cumpliré vuestras órdenes, señor. Los árabes no pasarán.
-Confío en vos, Otger.
Otger Catalón llamó a sus capitanes para darles cuenta de su misión. Acudieron nueve barones ilustres, que ya se habían acreditado en cien combates. Sus nombres eran Dapifer de Montcada, Guerau de Pinós, Huc de Mataplana, Guillem de Cervera, Ramón de Cervelló, Pere d'Alemany, Ramón d'Anglesola, Gispert de Ribelles y Roger d'Erill, que con el tiempo constituirían la flor y nata de la nobleza catalana y darían su nombre a varios condados de Cataluña.
-Nuestra tierra está en peligro y hemos de acudir a salvarla. Confío en vosotros que habéis dado pruebas de valor en mil combates. Ahora se trata de luchar contra los agarenos, superiores en número a nuestro ejército y orgullosos de esta superioridad. Han ocupado en pocos años casi toda la tierra hispánica, pero nuestros hermanos han demostrado que cuando se está decidido a resistir nada es imposible. Tengamos fe y con la ayuda de Dios venceremos.
La arenga de Otger Catalón produjo su efecto entre los asistentes. Todos ellos prometieron a su caudillo luchar hasta morir para conseguir su empeño: hacer retroceder a los moros y liberar todo el territorio catalán.
Los nueve barones de la fama organizaron el ejército y llegaron a reunir unos veinte mil hombres que atravesaron los Pirineos y entraron en Cataluña dispuestos a plantar cara al invasor. Al frente de ellos iba Otger Catalón, alto como un gigante, que a todos inspiraba admiración y respeto.
El ejército de Otger empezó a tomar posiciones para los próximos combates. Llegó al valle de Arán y se apoderó de Ter, de Ribagorza y de Pallars; luego, como medida de prevención, el caudillo fortificó los castillos de toda la zona.
Una vez hubo solidificado la situación militar, Otger con su ejército avanzó hacia el llano y puso sitio a Ampurias que después de varios meses de resistencia cayó en su poder.
Las tropas moras de Tarik habían tenido que replegarse hacia el sur ante el alud del ejército cristiano muy aumentado en número después de sus brillantes victorias.
-Ahora sólo nos queda Barcino -exclamó Otger a sus capitanes.
-La invasión sarracena ha sido detenida por el momento -repuso Dapifer de Montcada. El rey de Francia estará satisfecho de nuestros hombres.
-Adelante, pues -dijo Otger. Nos queda la última batalla.
Sin embargo, Otger no pudo ser testigo de la ocupación de Barcino. Durante el trayecto unas fiebres malignas minaron la salud de aquel hombre robusto. Pocos días después moría Otger y Dapifer de Montcada era nombrado jefe de las fuerzas cristianas. Él fue quien tuvo la alegría de poder entrar en Barcino aclamado por el pueblo y las tropas.
Cuando Dapifer de Montcada se presentó ante Carlos Martel y le dio cuenta del éxito de su misión, el monarca se alegró extra-ordinariamente, aunque su gozo se empañó al conocer la triste nueva de la muerte de Otger Catalón.
-Era un hombre extraordinario -dijo el rey. Jamás olvidaremos lo que hizo.
-Tampoco nosotros, señor. El ejército le adoraba... -repuso Dapifer.
-Este territorio que habéis conquistado a los moros será una nueva marca y en homenaje a Otger se llamará Marca catalónica.
Así lo cuenta la leyenda y con ello parece sugerir que del apellido Catalón se derivó el nombre actual de Cataluña.
En cuanto a Otger, el caudillo, la historia no ha podido aclarar su origen. Hay autores que admiten su existencia y afirman que no se puede negar que Otger existió como no se puede decir que Pelayo no es un personaje histórico. Otros en cambio aseguran que todo es pura fábula...

Leyenda de moros y cristianos

Fuente: Roberto de Ausona

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[1]  En aquel tiempo Francia era conocida por Galia y país de los francos.

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