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martes, 5 de noviembre de 2013

El puente del diablo

Según cuenta la leyenda, el puente del diablo de la población de Martorell, en la provincia de Barcelona, fue construido en el siglo I o II después de Jesucristo. Poco queda ya actualmente del antiguo puente que según algunos pertenece al mismo período y orden arquitectónico que el arco de Bará de Tarragona, aunque su forma sea más sencilla.
Cuenta la tradición que en tiempos remotos iba todas las tardes una anciana a.buscar agua a la fuente del Eudo, en la orilla del Llobregat opuesta a Martorell. Pero un día el río se llevó el puente y la anciana no tuvo más remedio que mojarse para ir por agua.
Cansada ya de tantos viajes por el mismo procedimiento, la anciana expresó un deseo en alta voz:
-¿Quién sería capaz de construir un puente para esta pobre anciana que tiene que mojarse para ir por agua?
Entonces apareció el diablo y le propuso un convenio.
-He escuchado tu petición y estoy dispuesto a complacerte. Me comprometo a levantar un puente, pero con la condición de llevarme al primero que pase por él.
La anciana lo estuvo pensando un momento y luego aceptó. El diablo se frotó las manos satisfecho. El alma de aquella buena anciana sería suya. Pero no contaba con su astucia.
Al día siguiente el puente estaba terminado y la buena mujer se disponía a emprender su tarea de todos los días, es decir, ir por agua. El diablo estaba esperando impaciente; la anciana iba a atravesar el puente, pero antes de hacerlo hizo marchar delante a un gato negro. El diablo se había olvidado de indicar que tenía que ser hombre o mujer el primero que pasase por el puente. De esta forma tuvo que aceptar quedarse con el gato y la anciana ya no se mojó más.

Pero no acaban aquí las leyendas sobre el puente del diablo. Podemos contar una entre muchas. Dice así:
En épocas muy lejanas había en Martorell, como en muchas poblaciones de Cataluña, los llamados hostals[1], establecimientos donde acudían a comer, beber y dormir gente de muy diversa laya, entre ellos carreteros y mercaderes. Los huéspedes disfrutaban de un amplio comedor, con habitaciones limpias, trato amable, comida abundante y establos bien ventilados para la caballería.
Uno de los más famosos fue el hostal de la Liebre, situado al lado mismo del puente.
La dueña de este hostal era una mujer llamada Coloma, viuda del anterior propietario. Era una mujer muy trabajadora y atenta y el negocio marchaba viento en popa.
Coincidió la celebración de una feria de productos agrícolas con una terrible tempestad. Los mercaderes y sus carros se vieron sorprendidos y tuvieron que hacer alto en el hostal de la Liebre. Por suerte, Coloma pudo atender a todos, que al fin se conformaron con pasar la noche allí aun a riesgo de perder el negocio que les esperaba en la feria. Pero hubo un hombre que no se conformó y no quiso ocupar la habitación que Coloma le reservaba. Solo en el comedor no hacía más que gritar y quejarse de su mala suerte y del dinero que iba a perder si no podía participar en la feria.
Este hombre, que se quejaba con tanta insistencia mientras los demás compañeros suyos se conformaban con su suerte, se llamaba Zacarías y era una mala persona. Ni siquiera se acordó de Dios en sus lamentos y claro está acudió el diablo a complacerle.
-¿Quién eres tú? -preguntó Zacarías.
-Soy el diablo. ¿No me has llamado?
-Sí, te he llamado. Pero no pensé que vinieras...
-Los diablos somos muy complacientes en determinadas circunstancias.
-¿Y qué quieres? -preguntó Zacarías como olvidando que era él el que pedía.
-Necesitas algo, ¿verdad? -dijo el diablo con astuta sonrisa.
-Es verdad, necesito algo. ¿Podrás tú hacerlo?
-Todo lo que quieras lo haré por ti y por tu alma -repuso el diablo.
-Si eres un diablo de verdad podrás reconstruir el puente y hacer cesar el temporal. Así yo podré ir a la feria con mis animales y no perderé dinero.
-Lo que has pedido ya lo tienes concedido de antemano. Y a cambio ¿qué me das tú?
-Lo que pidas siempre que yo esté conforme -dijo Zacarías.
-Se ve que eres un buen negociante.
-Sí, claro. A mí nadie me engaña, ni el diablo.
-Pues te pido el alma y todo el dinero del primero que atraviese el puente. Zacarías estuvo pensativo unos momentos. Como buen negociante medía el pro y el contra del asunto.
-Acepto -dijo finalmente Zacarías.
-Cuando cante el gallo puedes salir tranquilamente hacia la feria.
-De acuerdo. Así lo haré.
La visión desapareció y Zacarías quedó solo otra vez.
A la madrugada cantó el gallo. Zacarías abrió la puerta del hostal y pudo ver que el puente estaba reconstruido y el día era apacible. Había cesado la tormenta. Entonces avisó a todos los otros mercaderes aunque sin explicarles nada de lo sucedido la noche anterior. Cuando vieron el puente reconstruido todos quedaron espantados, menos Zacarías que se dispuso a atravesar el puente. Pero el hombre había estado pensando lo que tenía que hacer. Había cogido del hostal un gato negro, magnífico ejemplar muy apreciado por Coloma, y antes de pasar dio un garrotazo al gato. Huyó el félido y atravesó el puente de punta a punta. El diablo tuvo que contentarse con el animal del cual nunca más se supo a pesar de las activas gestiones practicadas por orden de Coloma.
Zacarías y los demás mercaderes pudieron pasar el puente sin ningún tropiezo y llegar a la feria donde todos hicieron buenos negocios.
Pero Zacarías encontró al diablo otra vez. Éste le dijo indignado:
-Yo cumplí el compromiso y tú me engañaste con el gato. Esta me la vas a pagar. Sabrás quien soy yo.
-Nada puedes hacer. Me atuve al compromiso y has perdido la partida.
Y según cuenta la leyenda aquello sirvió de lección a Zacarías. De codicioso que era, y falta de escrúpulos se convirtió en una buena persona. Se dio cuenta de lo cerca que había estado de caer en las garras del demonio y se arrepintió de sus acciones pasadas.
La dueña del hostal estaba muy enfadada con él por haberse llevado su gato negro, pero Zacarías le pidió excusas y la indemnizó largamente. A partir de entonces hizo obras de caridad y fue un católico practicante, amigo del prójimo. Pero como él contó a Coloma todo lo sucedido, y la mujer se fue de la lengua, pronto todo el mundo supo lo del diablo y desde entonces el puente que se llamaba de San Bartolomé pasó a llamarse Puente del diablo.

Leyenda popular

Fuente: Roberto de Ausona

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[1]  Fondas, pensiones, hospederías.

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