Según
cuenta la leyenda, el puente del diablo de la población de Martorell, en la
provincia de Barcelona, fue construido en el siglo I o II después de
Jesucristo. Poco queda ya actualmente del antiguo puente que según algunos
pertenece al mismo período y orden arquitectónico que el arco de Bará de
Tarragona, aunque su forma sea más sencilla.
Cuenta la
tradición que en tiempos remotos iba todas las tardes una anciana a.buscar agua
a la fuente del Eudo, en la orilla del Llobregat opuesta a Martorell. Pero un
día el río se llevó el puente y la anciana no tuvo más remedio que mojarse para
ir por agua.
Cansada ya
de tantos viajes por el mismo procedimiento, la anciana expresó un deseo en
alta voz:
-¿Quién
sería capaz de construir un puente para esta pobre anciana que tiene que
mojarse para ir por agua?
Entonces
apareció el diablo y le propuso un convenio.
-He
escuchado tu petición y estoy dispuesto a complacerte. Me comprometo a levantar
un puente, pero con la condición de llevarme al primero que pase por él.
La anciana
lo estuvo pensando un momento y luego aceptó. El diablo se frotó las manos
satisfecho. El alma de aquella buena anciana sería suya. Pero no contaba con su
astucia.
Al día
siguiente el puente estaba terminado y la buena mujer se disponía a emprender
su tarea de todos los días, es decir, ir por agua. El diablo estaba esperando
impaciente; la anciana iba a atravesar el puente, pero antes de hacerlo hizo
marchar delante a un gato negro. El diablo se había olvidado de indicar que
tenía que ser hombre o mujer el primero que pasase por el puente. De esta forma
tuvo que aceptar quedarse con el gato y la anciana ya no se mojó más.
Pero no
acaban aquí las leyendas sobre el puente del diablo. Podemos contar una entre
muchas. Dice así:
En épocas
muy lejanas había en Martorell, como en muchas poblaciones de Cataluña, los
llamados hostals[1],
establecimientos donde acudían a comer, beber y dormir gente de muy diversa
laya, entre ellos carreteros y mercaderes. Los huéspedes disfrutaban de un
amplio comedor, con habitaciones limpias, trato amable, comida abundante y
establos bien ventilados para la caballería.
Uno de los
más famosos fue el hostal de la Liebre, situado al lado mismo del puente.
La dueña de
este hostal era una mujer llamada Coloma, viuda del anterior propietario. Era
una mujer muy trabajadora y atenta y el negocio marchaba viento en popa.
Coincidió
la celebración de una feria de productos agrícolas con una terrible tempestad.
Los mercaderes y sus carros se vieron sorprendidos y tuvieron que hacer alto en
el hostal de la Liebre. Por suerte, Coloma pudo atender a todos, que al fin se
conformaron con pasar la noche allí aun a riesgo de perder el negocio que les
esperaba en la feria. Pero hubo un hombre que no se conformó y no quiso ocupar
la habitación que Coloma le reservaba. Solo en el comedor no hacía más que
gritar y quejarse de su mala suerte y del dinero que iba a perder si no podía
participar en la feria.
Este
hombre, que se quejaba con tanta insistencia mientras los demás compañeros
suyos se conformaban con su suerte, se llamaba Zacarías y era una mala persona.
Ni siquiera se acordó de Dios en sus lamentos y claro está acudió el diablo a
complacerle.
-¿Quién
eres tú? -preguntó Zacarías.
-Soy el
diablo. ¿No me has llamado?
-Sí, te he
llamado. Pero no pensé que vinieras...
-Los
diablos somos muy complacientes en determinadas circunstancias.
-¿Y qué
quieres? -preguntó Zacarías como olvidando que era él el que pedía.
-Necesitas
algo, ¿verdad? -dijo el diablo con astuta sonrisa.
-Es verdad,
necesito algo. ¿Podrás tú hacerlo?
-Todo lo
que quieras lo haré por ti y por tu alma -repuso el diablo.
-Si eres un
diablo de verdad podrás reconstruir el puente y hacer cesar el temporal. Así yo
podré ir a la feria con mis animales y no perderé dinero.
-Lo que has
pedido ya lo tienes concedido de antemano. Y a cambio ¿qué me das tú?
-Lo que
pidas siempre que yo esté conforme -dijo Zacarías.
-Se ve que
eres un buen negociante.
-Sí, claro.
A mí nadie me engaña, ni el diablo.
-Pues te pido
el alma y todo el dinero del primero que atraviese el puente. Zacarías estuvo
pensativo unos momentos. Como buen negociante medía el pro y el contra del
asunto.
-Acepto
-dijo finalmente Zacarías.
-Cuando
cante el gallo puedes salir tranquilamente hacia la feria.
-De
acuerdo. Así lo haré.
La visión
desapareció y Zacarías quedó solo otra vez.
A la
madrugada cantó el gallo. Zacarías abrió la puerta del hostal y pudo ver que el
puente estaba reconstruido y el día era apacible. Había cesado la tormenta. Entonces
avisó a todos los otros mercaderes aunque sin explicarles nada de lo sucedido
la noche anterior. Cuando vieron el puente reconstruido todos quedaron
espantados, menos Zacarías que se dispuso a atravesar el puente. Pero el hombre
había estado pensando lo que tenía que hacer. Había cogido del hostal un gato
negro, magnífico ejemplar muy apreciado por Coloma, y antes de pasar dio un
garrotazo al gato. Huyó el félido y atravesó el puente de punta a punta. El
diablo tuvo que contentarse con el animal del cual nunca más se supo a pesar de
las activas gestiones practicadas por orden de Coloma.
Zacarías y
los demás mercaderes pudieron pasar el puente sin ningún tropiezo y llegar a la
feria donde todos hicieron buenos negocios.
Pero
Zacarías encontró al diablo otra vez. Éste le dijo indignado:
-Yo cumplí
el compromiso y tú me engañaste con el gato. Esta me la vas a pagar. Sabrás
quien soy yo.
-Nada
puedes hacer. Me atuve al compromiso y has perdido la partida.
Y según
cuenta la leyenda aquello sirvió de lección a Zacarías. De codicioso que era, y
falta de escrúpulos se convirtió en una buena persona. Se dio cuenta de lo
cerca que había estado de caer en las garras del demonio y se arrepintió de sus
acciones pasadas.
La dueña
del hostal estaba muy enfadada con él por haberse llevado su gato negro, pero
Zacarías le pidió excusas y la indemnizó largamente. A partir de entonces hizo
obras de caridad y fue un católico practicante, amigo del prójimo. Pero como él
contó a Coloma todo lo sucedido, y la mujer se fue de la lengua, pronto todo el
mundo supo lo del diablo y desde entonces el puente que se llamaba de San
Bartolomé pasó a llamarse Puente del diablo.
Leyenda popular
Fuente: Roberto de Ausona
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