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martes, 5 de noviembre de 2013

La zorra y el tejón

En una alta montaña de la parte este del Japón vivían hace siglos el tejón Gombe y la zorra Herakoi. Según la leyenda, los dos eran especialistas en transformarse en las cosas más inverosímiles. Eran muy buenos amigos pero siempre discutían quién de los dos era más hábil y rápido en disfrazarse sin que fuese reconocido. Ambos estaban orgullosos de su arte.
Un día, la zorra Herakoi se presentó en casa del tejón Gombe y le dijo:
-Oye, Gombe, ¿qué te parece si hace­mos una competición para ver quién de los dos engaña mejor al otro? Ahora mismo voy al santuario que,hay cerca de tu casa, te esperaré allí. Ven enseguida, ¿de acuerdo?
La zorra Herakoi hablaba sola y sin es­perar a que el tejón le respondiese se fue dando saltos hacia el santuario.
Gombe se apresuró a buscar un libro, heredado de su abuelo, donde estaban to­dos los procedimientos, desde los más fá­ciles hasta los más dificiles, para lograr una transformación perfecta.
Empezó a leerlo, el libro estaba dividido según la edad, el sexo o la clase de animal. Encontró la sección para los tejones, y en uno de los apartados decía así:
«Para tejones hembra: Transformación en novia con su correspondiente cortejo».
-Esto parece interesante, pero necesi­taré la ayuda de mis compañeros para for­mar el cortejo.
Leyó rápidamente las instrucciones y se fue al bosque para reclutar tejones. Des­pués se reunieron y empezaron a repartirse los papeles. El problema estaba en que todos querían ser la novia. Gombe, al ver tal alboroto, dijo:
-Callaos y prestad atención a lo que voy a deciros: no podemos perder el tiem­po, la zorra debe de estar ya dispuesta, la novia seré yo, pues soy el que lo ha pro­puesto.
Luego repartió los papeles según la es­tatura:
-Tú te convertirás en caballo. Voso­tros, en samurais. Tú, en la madre de la novia. Tú serás el padre, etc., etc...
Dicho esto, dio la señal convenida y todos a la vez se transformaron tan bien que parecía un auténtico cortejo.
La comitiva empezó a andar al son de la campanilla que se usa en estas ocasiones y se dirigieron al santuario. Su imitación era perfecta: ni siquiera se les veía la cola.
En mitad del camino encontraron un su­culento pastel de judías dulces que olía a recién hecho.
-¡Ah! ¡Un pastel! -dijeron todos a la vez y se lanzaron sobre él para comerlo.
Entonces, el encanto desapareció y vol­vieron a su forma primitiva. En aquel mo­mento, se oyó una voz que decía:
-Ja, ja, ja... Gombe, te he ganado. Yo soy la mejor.
Al darse cuenta de que el pastel era la mismísima zorra Herakoi, los tejones la miraron enfurecidos y avergonzados de ha­ber sido engañados por una sola zorra.
Entonces, Gombe le pidió otra oportu­nidad. Enseguida se reunieron de nuevo para planear algo mejor. Después citaron a la zorra en la calle principal.
Esta vez, Herakoi tomó la forma de sa­murai. Vanidosamente se paseaba por la calle luciendo una brillante espada.
Al cabo de un rato, vio que a lo lejos se acercaba el Shogun en palanquín y su sé­quito. Al pasar delante de la zorra, ésta les hizo parar y ordenó a los palanquineros que descorrieran las cortinas para ver la cara del Shogun, convencida de que sería Gombe el que estaba dentro. Mas, resultó ser el general en persona que se dirigía a Tokyo en su viaje anual.
El Shogun se enfadó mucho por la falta de respeto de la zorra y los samurais le dieron su merecido.
Los tejones, escondidos detrás de unas matas, habían observado sin perder detalle todo lo acontecido y se burlaron muchísi­mo de la torpeza de la zorra Herakoi.

0.040.3 anonimo (japon) - 028

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