En una alta montaña de la parte este del Japón vivían
hace siglos el tejón Gombe y la zorra Herakoi. Según la leyenda, los dos eran
especialistas en transformarse en las cosas más inverosímiles. Eran muy buenos
amigos pero siempre discutían quién de los dos era más hábil y rápido en
disfrazarse sin que fuese reconocido. Ambos estaban orgullosos de su arte.
Un día, la zorra Herakoi se presentó en casa del tejón
Gombe y le dijo:
-Oye, Gombe, ¿qué te parece si hacemos una
competición para ver quién de los dos engaña mejor al otro? Ahora mismo voy al
santuario que,hay cerca de tu casa, te esperaré allí. Ven enseguida, ¿de
acuerdo?
La zorra Herakoi hablaba sola y sin esperar a que el
tejón le respondiese se fue dando saltos hacia el santuario.
Gombe se apresuró a buscar un libro, heredado de su
abuelo, donde estaban todos los procedimientos, desde los más fáciles hasta
los más dificiles, para lograr una transformación perfecta.
Empezó a leerlo, el libro estaba dividido según la
edad, el sexo o la clase de animal. Encontró la sección para los tejones, y en
uno de los apartados decía así:
«Para tejones hembra: Transformación en novia con su
correspondiente cortejo».
-Esto parece interesante, pero necesitaré la ayuda de
mis compañeros para formar el cortejo.
Leyó rápidamente las instrucciones y se fue al bosque
para reclutar tejones. Después se reunieron y empezaron a repartirse los
papeles. El problema estaba en que todos querían ser la novia. Gombe, al ver
tal alboroto, dijo:
-Callaos y prestad atención a lo que voy a deciros: no
podemos perder el tiempo, la zorra debe de estar ya dispuesta, la novia seré
yo, pues soy el que lo ha propuesto.
Luego repartió los papeles según la estatura:
-Tú te convertirás en caballo. Vosotros, en samurais.
Tú, en la madre de la novia. Tú serás el padre, etc., etc...
Dicho esto, dio la señal convenida y todos a la vez se
transformaron tan bien que parecía un auténtico cortejo.
La comitiva empezó a andar al son de la campanilla que
se usa en estas ocasiones y se dirigieron al santuario. Su imitación era
perfecta: ni siquiera se les veía la cola.
En mitad del camino encontraron un suculento pastel
de judías dulces que olía a recién hecho.
-¡Ah! ¡Un pastel! -dijeron todos a la vez y se
lanzaron sobre él para comerlo.
Entonces, el encanto desapareció y volvieron a su
forma primitiva. En aquel momento, se oyó una voz que decía:
-Ja, ja, ja... Gombe, te he ganado. Yo soy la mejor.
Al darse cuenta de que el pastel era la mismísima
zorra Herakoi, los tejones la miraron enfurecidos y avergonzados de haber sido
engañados por una sola zorra.
Entonces, Gombe le pidió otra oportunidad. Enseguida
se reunieron de nuevo para planear algo mejor. Después citaron a la zorra en la
calle principal.
Esta vez, Herakoi tomó la forma de samurai.
Vanidosamente se paseaba por la calle luciendo una brillante espada.
Al cabo de un rato, vio que a lo lejos se acercaba el
Shogun en palanquín y su séquito. Al pasar delante de la zorra, ésta les hizo
parar y ordenó a los palanquineros que descorrieran las cortinas para ver la
cara del Shogun, convencida de que sería Gombe el que estaba dentro. Mas,
resultó ser el general en persona que se dirigía a Tokyo en su viaje anual.
El Shogun se enfadó mucho por la falta de respeto de
la zorra y los samurais le dieron su merecido.
Los tejones, escondidos detrás de unas matas, habían
observado sin perder detalle todo lo acontecido y se burlaron muchísimo de la
torpeza de la zorra Herakoi.
0.040.3 anonimo (japon) - 028
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