Esta
leyenda va asociada a la tan conocida del dragón de san Jorge, cuya acción
transcurre en Libia. Destacamos, sin embargo, que el mito del dragón o del
monstruo ha proliferado en muchos sitios y localidades distintas. Viene a ser
como una reminiscencia de las aventuras mitológicas de los héroes de la
antigüedad y de los dioses del Olimpo pagano. Recordemos el minotauro de Creta,
el monstruo vencido por Perseo y otras tantas leyendas.
Toda la
comarca de san Lorenzo no hablaba sino de lo mismo. Había aparecido un terrible
dragón, azote de vidas y haciendas. Todo el mundo estaba horrorizado.
-¡Dios mío!
Esta fiera sanguinaria nos destrozará a todos, si alguien no lo remedia.
-Nada
podemos hacer nosotros.
-Hoy han desaparecido cuatro personas...
El
espantoso monstruo había establecido su madriguera en una cueva abierta en un
paraje agreste de San Lorenzo (denominado más tarde de Santa Inés). Era de
enorme altura, de especie desconocida, con características de león y de ave de
rapiña. El cuerpo era de león, pero andaba como una serpiente y por medio de
unas alas volaba por los aires como un águila. Era un dragón. Igual comía
personas que animales como destruía huertos y viñas.
Era preciso
por tanto hacer algo para eliminar al monstruo que así aterrorizaba aquella
comarca antes tan feliz.
Se hicieron
intentos individuales para exterminar al animal, pero todo fue en vano. Los que
intentaron la arriesgada empresa no pudieron contarla.
En vista de
esto, una representación de los habitantes de San Lorenzo fue a Barcelona para
hablar con el conde Seniofredo de Arria que gobernaba la Marca hispánica en
nombre de los reyes francos.
-Venimos a
implorar vuestra ayuda, señor conde -explicó uno de los presentes.
-El
monstruo mata a nuestra gente y destruye las viñas y las huertas. Nuestras
vidas están en constante peligro y pronto nos faltará comida y dinero...
-Comprendo
vuestros apuros y os aseguro que no voy a dejaros de mi mano. Este dragón, creo
que así le llamáis, debe ser destruido cuanto antes -aseguró el conde.
-Todos
cuantos lo han intentado, señor, han sucumbido en la empresa. Antes de venir a
molestaros se hicieron muchas tentativas. Todo ha resultado inútil. Este
monstruo es más fuerte que todos nosotros.
-Podéis
regresar tranquilos. Os ayudaré con todas mis fuerzas, y con la ayuda de Dios
exterminaremos a este dragón -concluyó diciendo el conde Seniofredo, cuyas
palabras infundieron confianza a los presentes.
El conde de
Barcelona no perdió el tiempo. Lo primero que hizo fue informarse del origen
del dragón y así supo que procedía de África y que unos moros, para vengarse de
los cristianos que les habían expulsado de sus tierras, lo dejaron en una cueva
de San Lorenzo cuando era pequeño.
Seniofredo
organizó una expedición militar formada por caballeros y almogávares,
acaudillados por el caballero Spes, hombre muy valiente que ya había estado en
África y conocido algunos de estos monstruos.
A pesar de
todo, la expedición no pudo conseguir matar al dragón. Intentó algunos ataques,
pero el dragón tuvo la astucia de esconderse en la cueva cuando peligraba su
integridad física. Las flechas de los arqueros resbalaban sobre su piel que era
tan dura como la roca. Claro que los expedicionarios hubieran podido cerrar la
única entrada de la cueva y de este modo la bestia habría muerto, pero entonces
la leyenda hubiera sido distinta.
El fracaso
de la expedición causó consternación en Barcelona y, no hay que decirlo, en el
pueblo de San Lorenzo. Pero el conde no se desanimó y organizó otra expedición
en la que él se puso al frente de las tropas dejando a Spes como capitán.
Cuando el
grupo de hombres llegó cerca de la cueva, Seniofredo dio una orden que dejó a
todos sorprendidos:
-Os
quedaréis todos esperando aquí. Yo voy a entrar en la cueva solo.
-Pero señor
-se atrevió a decir Spes, perdonad que os lo diga. Si todos no conseguimos
nada, ¿cómo podréis ahora?...
-Comprendo
tu buena voluntad, Spes. Pero he decidido entrar solo. Es una orden.
El conde
Seniofredo se sentía estimulado en aquella ocasión por los ejemplos de Jorge de
Capadocia, de Perseo, de Teseo... Sería el liberador de San Lorenzo...
Entró en la
cueva con ánimo resuelto y esperó la acometida del dragón que rugía y silbaba
tan fuerte que hasta los caballeros que estaban lejos de allí no podían
contener el espanto.
Seniofredo
esperaba el ataque, tranquilo y sereno. Alzó los ojos al cielo y musitó una
oración.
El animal
permaneció inmóvil unos momentos y luego para mejor destrozar al conde se alzó
en vuelo bajo. Fue todo en un abrir y cerrar de ojos. El conde vio la
oportunidad deseada y sin pensarlo clavó su lanza en el vientre del monstruo.
La herida era mortal de necesidad, pero el animal intentó luchar a pesar de la
sangre que manaba de su vientre. Otra vez el conde pudo alcanzarle con la
espada en un costado. Seniofredo cayó debajo del dragón y esto podía haber sido
su muerte si el animal herido tan gravemente no hubiera buscado solo su propia
salvación. Se alejó de allí en vuelos cortos hasta caer en una hondonada. Allí
fue alcanzado por varios caballeros que terminaron con su vida.
Los
expedicionarios llevaron a Barcelona como trofeo la piel del monstruo rellena
de paja.
No es
preciso decir que el conde Seniofredo fue recibido en Barcelona como un héroe
después de haber sido homenajeado en el pueblo de San Lorenzo que así quedó
libre de su mortal enemigo y pudo reemprender con nuevos ánimos su vida feliz.
En la
catedral de Barcelona, el pueblo, la nobleza y los altos dignatarios dieron
gracias al Altísimo por haber liberado de tantos males a toda una comarca
catalana.
Leyenda popular
Fuente: Roberto de Ausona
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