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martes, 5 de noviembre de 2013

El dragon de san lorenzo

Esta leyenda va asociada a la tan conocida del dragón de san Jorge, cuya acción transcurre en Libia. Destacamos, sin embargo, que el mito del dragón o del monstruo ha proliferado en muchos sitios y localidades distintas. Viene a ser como una reminiscencia de las aventuras mitológicas de los héroes de la antigüedad y de los dioses del Olimpo pagano. Recordemos el minotauro de Creta, el monstruo vencido por Perseo y otras tantas leyendas.
Toda la comarca de san Lorenzo no hablaba sino de lo mismo. Había aparecido un terrible dragón, azote de vidas y haciendas. Todo el mundo estaba horrorizado.
-¡Dios mío! Esta fiera sanguinaria nos destrozará a todos, si alguien no lo remedia.
-Nada podemos hacer nosotros. 
-Hoy han desaparecido cuatro personas...

El espantoso monstruo había establecido su madriguera en una cueva abierta en un paraje agreste de San Lorenzo (denominado más tarde de Santa Inés). Era de enorme altura, de especie desconocida, con características de león y de ave de rapiña. El cuerpo era de león, pero andaba como una serpiente y por medio de unas alas volaba por los aires como un águila. Era un dragón. Igual comía personas que animales como destruía huertos y viñas.
Era preciso por tanto hacer algo para eliminar al monstruo que así aterrorizaba aquella comarca antes tan feliz.
Se hicieron intentos individuales para exterminar al animal, pero todo fue en vano. Los que intentaron la arriesgada empresa no pudieron contarla.
En vista de esto, una representación de los habitantes de San Lorenzo fue a Barcelona para hablar con el conde Seniofredo de Arria que gobernaba la Marca hispánica en nombre de los reyes francos.
-Venimos a implorar vuestra ayuda, señor conde -explicó uno de los presentes.
-El monstruo mata a nuestra gente y destruye las viñas y las huertas. Nuestras vidas están en constante peligro y pronto nos faltará comida y dinero...
-Comprendo vuestros apuros y os aseguro que no voy a dejaros de mi mano. Este dragón, creo que así le llamáis, debe ser destruido cuanto antes -aseguró el conde.
-Todos cuantos lo han intentado, señor, han sucumbido en la empresa. Antes de venir a molestaros se hicieron muchas tentativas. Todo ha resultado inútil. Este monstruo es más fuerte que todos nosotros.
-Podéis regresar tranquilos. Os ayudaré con todas mis fuerzas, y con la ayuda de Dios exterminaremos a este dragón -concluyó diciendo el conde Seniofredo, cuyas palabras infundieron confianza a los presentes.
El conde de Barcelona no perdió el tiempo. Lo primero que hizo fue informarse del origen del dragón y así supo que procedía de África y que unos moros, para vengarse de los cristianos que les habían expulsado de sus tierras, lo dejaron en una cueva de San Lorenzo cuando era pequeño.
Seniofredo organizó una expedición militar formada por caballeros y almogávares, acaudillados por el caballero Spes, hombre muy valiente que ya había estado en África y conocido algunos de estos monstruos.
A pesar de todo, la expedición no pudo conseguir matar al dragón. Intentó algunos ataques, pero el dragón tuvo la astucia de esconderse en la cueva cuando peligraba su integridad física. Las flechas de los arqueros resbalaban sobre su piel que era tan dura como la roca. Claro que los expedicionarios hubieran podido cerrar la única entrada de la cueva y de este modo la bestia habría muerto, pero entonces la leyenda hubiera sido distinta.
El fracaso de la expedición causó consternación en Barcelona y, no hay que decirlo, en el pueblo de San Lorenzo. Pero el conde no se desanimó y organizó otra expedición en la que él se puso al frente de las tropas dejando a Spes como capitán.
Cuando el grupo de hombres llegó cerca de la cueva, Seniofredo dio una orden que dejó a todos sorprendidos:
-Os quedaréis todos esperando aquí. Yo voy a entrar en la cueva solo.
-Pero señor -se atrevió a decir Spes, perdonad que os lo diga. Si todos no conseguimos nada, ¿cómo podréis ahora?...
-Comprendo tu buena voluntad, Spes. Pero he decidido entrar solo. Es una orden.
El conde Seniofredo se sentía estimulado en aquella ocasión por los ejemplos de Jorge de Capadocia, de Perseo, de Teseo... Sería el liberador de San Lorenzo...
Entró en la cueva con ánimo resuelto y esperó la acometida del dragón que rugía y silbaba tan fuerte que hasta los caballeros que estaban lejos de allí no podían contener el espanto.
Seniofredo esperaba el ataque, tranquilo y sereno. Alzó los ojos al cielo y musitó una oración.
El animal permaneció inmóvil unos momentos y luego para mejor destrozar al conde se alzó en vuelo bajo. Fue todo en un abrir y cerrar de ojos. El conde vio la oportunidad deseada y sin pensarlo clavó su lanza en el vientre del monstruo. La herida era mortal de necesidad, pero el animal intentó luchar a pesar de la sangre que manaba de su vientre. Otra vez el conde pudo alcanzarle con la espada en un costado. Seniofredo cayó debajo del dragón y esto podía haber sido su muerte si el animal herido tan gravemente no hubiera buscado solo su propia salvación. Se alejó de allí en vuelos cortos hasta caer en una hondonada. Allí fue alcanzado por varios caballeros que terminaron con su vida.
Los expedicionarios llevaron a Barcelona como trofeo la piel del monstruo rellena de paja.
No es preciso decir que el conde Seniofredo fue recibido en Barcelona como un héroe después de haber sido homenajeado en el pueblo de San Lorenzo que así quedó libre de su mortal enemigo y pudo reemprender con nuevos ánimos su vida feliz.
En la catedral de Barcelona, el pueblo, la nobleza y los altos dignatarios dieron gracias al Altísimo por haber liberado de tantos males a toda una comarca catalana.

Leyenda popular

Fuente: Roberto de Ausona


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