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martes, 5 de noviembre de 2013

El apóstol santiago

Después de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo en el Gólgota para la salvación del género humano y de su Gloriosa Resurrección tuvo lugar la predicación de los apóstoles por todo el mundo. Uno de ellos, según la tradición, Santiago el Mayor, hijo del Trueno, vino a España a evangelizar a los naturales del país que aún creían en los falsos dioses del paganismo.
En lo referente a Santiago el Mayor la leyenda y la historia andan mezcladas. La tradición indica los varios sitios de su ministerio pastoral con las diferentes y varias anécdotas al respecto. Las crónicas, la historia y lo aceptado por la Iglesia admiten que Santiago estuvo en España y que sus restos se guardan en Santiago de Compostela. Hecha esta aclaración para deslindar lo histórico y lo legendario vamos a relatar las diversas leyendas sobre Santiago, actualmente patrón de España, y que en Cataluña es conocido con el nombre de san Jaime.
Procedente de la lejana Palestina[1], Santiago desembarcó un día en las playas de la romana Barcino, al pie del actual Montjuic. Era un hombre de aspecto humilde, alta estatura y robusta constitución física, de mediana edad, larga cabellera y abundante barba, ojos negros, cabellos blancos y vestidura pobre: túnica de lino y manto. Su aspecto era agradable y simpático y sus ojos eran tan vivos como la fe que tenía en Cristo. Su identidad pasó inadvertida a las autoridades romanas las cuales no pusieron ningún impedimento para que entrara en la ciudad.
La misión de Santiago era evangelizar a los habitantes de Barcino: darles a conocer la nueva fe de Cristo y que renunciaran para siempre a los dioses paganos. Su empresa era arriesgada, pues Roma no admitía otro culto que el de los Césares y consideraba la nueva religión como peligrosa para el Imperio.
La primera aparición pública de Santiago tuvo lugar en la cumbre del Taber, donde hoy se levanta la Catedral Basílica, lugar no muy frecuentado en aquel tiempo, con bosque de pinos y olivos.
El apóstol Santiago pudo reunir un grupo no muy numeroso de oyentes, la mayoría curiosos. Antes de empezar a hablar arrancó con su mano unas ramas de pino, las despojó de sus hojas y formó una cruz que clavó en tierra.
Hay que hacer constar que en aquel tiempo la cruz era un signo de ignominia que sólo Jesucristo ennobleció con su martirio en el Gólgota y que desde entonces quedó transformada en el símbolo de la redención humana.
El apóstol Santiago se arrodilló ante aquella cruz y oró fervorosamente con la mirada clavada en el cielo. Después empezó a hablar:
-Vengo de Palestina, hermanos míos, para contaros muchas cosas que he presenciado. Hubo un hombre llamado Jesús que predicó la buena nueva para todas las gentes del orbe y dio su vida por toda la humanidad. Basta ya de odio y crueldad; sólo el amor al prójimo podrá salvarnos, hermanos míos. El amor purificará al género humano de todas las crueldades...
-¿Y quién es este Dios que anuncia tales cosas? ¿Es que un solo Dios puede hacer tanto? -interrumpió uno de los oyentes.
-Sólo un Dios en el cielo y en la tierra. Jesucristo es Dios: Él fue crucificado, pero resucitó y nos ha dejado su doctrina, una doctrina de amor y de esperanza para todos los hombres sin distinción de razas y de condiciones.
-Los esclavos y siervos, ¿pueden ingresar en esta religión? -preguntó otro de los presentes.
-Así es, hermanos. Todos pueden ser de Cristo, todos pueden creer en ese Dios único que viene a desmentir las creencias paganas. Sólo un Dios en el cielo y en la tierra, hermanos. Por eso he venido yo de tierras lejanas para proclamar esta verdad, esta única verdad...
Y en términos semejantes, en lenguaje sencillo, Santiago predicó todo aquel día y los sucesivos. Aunque en un principio sólo consiguió éxitos parciales más adelante llovieron las adhesiones y muchos barceloneses se convirtieron a la nueva fe. Aquel hombre de aspecto rústico y sencillo sabía hablar con sabiduría y lógica y sus razonamientos hicieron mella en el corazón de muchas gentes.
Santiago permaneció algún tiempo en Barcino y luego se fue a otras ciudades para continuar su labor de evangelización. Atravesó los campos del Duero y del Ebro y en todas partes anunciaba las maravillas de que había sido testigo en Palestina.
Según la leyenda también estuvo en tierras leridanas. Muy cerca de la ciudad el apóstol se clavó una espina en el pie y tuvo que sentarse a causa del dolor. Este sitio es conocido con el nombre de «Pie del romero». Como sea que el accidente tuvo lugar de noche y en medio de gran oscuridad el apóstol no conseguía sacarse la espina por más esfuerzos que hacía.
-¡Señor mío! ¡Ayudadme!
Aquel accidente le imposibilitaba seguir su camino y Santiago necesitaba llegar cuanto antes a la ciudad para su misión evangelizadora.
-¡Ayudadme, Dios mío!
Dios oyó la súplica de su fiel servidor y envió a la tierra a la Virgen María y a los ángeles que acudieron en socorro del santo. Santiago vio a una Señora y a unos chiquillos que llevaban un resplandeciente farolillo.
-¿Quiénes sois? -preguntó el santo.
-Venimos en nombre del Señor -replicó la Virgen. Has pedido ayuda y Dios jamás abandona a sus fieles.
-Gracias, Señora.
-Los ángeles del cielo te sacarán la espina y podrás seguir tu camino.
Y en un momento los angelitos sacaron la espina del pie del santo.
Cuando Santiago quiso dar las gracias por su cura ya no vio ni a la Virgen ni a los angelitos.
Santiago prosiguió su camino y pudo llegar a Lérida sin novedad y conseguir nuevos adeptos a la religión de Cristo.

La labor pastoral de Santiago tuvo el fin previsto: el martirio.
Sus restos descansan en Santiago de Compostela.
Cuando los árabes se apoderaron de España los restos del ejército cristiano lucharon bravamente en Asturias para guardar por lo menos un pedazo de territorio libre de invasores. Al paso de los años el núcleo de don Pelayo fue aumentando en número hasta llegar a constituir un reino. En aquella época el nombre de Santiago fue el grito de guerra contra los moros. Y según cuenta la leyenda el apóstol se apareció varias veces a los cristianos en medio del combate para animarles en su lucha contra el infiel. El grito de ¡Santiago y cierra España! fue muy usado en el período de la reconquista.

Leyenda religiosa

Fuente: Roberto de Ausona

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[1]  Como vemos, esta leyenda está en contradición con la de «La imagen de la Moreneta», sobre la supuesta llegada de san Pedro a Barcino y con el fervor cristiano de sus habitantes.

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