Un día estalló una tormenta: danzaban los truenos y la
lluvia caía con intensidad. No había cesado aún cuando en el cielo surgió un
arco iris bellísimo. Los siete brillantes colores vieron a un puñado de pavos
grisáceos y apagados.
-¡Qué animalillos tan tristes y feos! -exclamó el
rojo.
-Es cierto -corroboró el color verde, dan pena; deberíamos
colorearlos.
El color azul, también compadecido, sugirio a sus
companeros:
-¿Qué os parece si cada uno de nosotros les damos algo
de nuestra propia belleza?
Todos estuvieron de acuerdo y aceptaron prestar un
reflejo de su tonalidad a los tristes pavos. Así fue como, desde entonces, casi
al principio de los tiempos, un grupo de pavos -a los que hoy llamamos «reales»
por su belleza- en lugar de ser grises como sus congéneres, poseen largas y
hermosísimas colas salpicadas con los colores del arco iris que lucen,
orgullosos y gallardos, cuando quieren presumir delante de sus hembras.
999. anonimo leyenda
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