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miércoles, 5 de septiembre de 2012

La cerca de don gonzalo

La cerca llamada de Don Gonzalo estaba, hace al­gún tiempo, en los alrededores del cerro donde se le­vanta la ermita de San Miguel. Fue construida en tiem­po del rey Ibn Ismaíl, monarca granadino. Y cuentan algunas tradiciones que su origen fue el siguiente:
Ibn Ismail había subido al trono después de haber vencido a Mohamed Ibnozin el Cojo. Mas había ha­llado la ciudad casi sin fortificar, porque el dinero de los tesoros se había gastado en la construcción de be­llos palacios.
Ibn Ismail solía lamentarse con frecuencia del peli­gro en que estaba su ciudad, ya que los cristianos iban extendiendo su dominio cada vez con más pujanza y audacia. Y meditaba en la forma de terminar una cer­ca que, empezada hacía tiempo, había sido medio aban­donada por falta de recursos para seguir su construcción.
Un día, Reduan, joven guerrero distinguido en to­dos los combates, pidió ser recibido por el rey y, una vez que se halló en su presencia, le dijo:
-He sabido que en tu amor por nuestra ciudad te apenas de lo desguarnecida que se halla y de la falta de recursos que sufren tus arcas para poder alzar la cer­ca comenzada. No has de pedir ayuda a los jefes de las tribuas, pues deshonra tamaña para un rey no pue­des sufrir. Yo, Reduan, te ofrezco ganar tributos sufi­cientes para esa obra y aun para otras más. Ahí está Jaén, la ciudad cristiana. En cierta ocasión, te di pala­bra de ganar a Jaén en una hora y ha llegado el mo­mento de que cumpla mi promesa. Llama a tus gue­rreros, ordena la marcha y dentro de un día Jaén será nuestra y tendremos el oro necesario, ya que impon­dremos fuertes tributos a nuestros prisione-ros.
Ibn Ismaíl aceptó con entusiasmo la proposición de Reduan. A la mañana siguiente piafaban ya los caba­llos de los mejores guerreros granadinos, que se pre­paraban para marchar contra Jaén.
Avanzaron a la carrera, y ya divisaban la ansiada ciu­dad, cuando se vieron sorprendidos por la salida de nu­merosas tropas formadas por caballeros y peones.
Reduan se llenó de desesperación al ver que los cris­tianos habían advertido la llegada de los granadinos y que, por lo tanto, no había ocasión de dar la sorpre­sa. Trabóse la batalla y fueron derrotados, si bien pu­dieron llevar algunos prisioneros.
Pasaron unos días tristes para los granadinos y de mortal angustia para Reduan, que veía deshechas sus ilusiones y deshonrada su palabra. Además, había pen­sado pedir, como gracia, a Ibn Ismafl la libertad de una esclava a la que amaba desde hacía tiempo, y ahora veía cómo se habían desvanecido todos sus ensueños.
Desdeñado de todos, el desdichado guerrero estaba sumido en los pensamientos más tristes.
Ibn Ismaíl se lamentaba de la desgracia que le per­seguía; así lo comentaba una tarde, viendo correr las fuentes de un patio en donde solía descansar. Llegó un esclavo y pidió la venía a su señor para recibir a un cris­tiano que llegaba de Jaén. Era un emisario portador de un mensaje de la ciudad cristiana, en el que se decía que entre los prisioneros hechos por los moros se en­contraba nada menos que don Gonzalo, el obispo de Jaén, que, llevado de su natural belicoso, había queri­do tomar parte en la acción de defensa de la ciudad, siendo hecho prisionero y no reconocido.
Entonces la tristeza de todos se trocó en alegría y esperanza.
Ibn Ismaíl mandó llamar a Reduan y, comunicán­dole la buena nueva, le dijo:
-Ahora, con el rescate del obispo de Jaén, tendre­mos para construir la cerca. Al fin, gracias a tus con­sejos y también a tu valor, pues luchaste con excelen­cia en aquella desdichada escaramuza, tenemos lo que queríamos.
Pero Reduan contestó que convenía no pedir dine­ro, sino que los cristianos aportaran hombres para construir el trozo de muralla que faltaba. Así se hizo; Ibn Ismaíl mandó al mensajero con el docu-mento en que constaba su petición.
Se levantó la cerca y Reduan obtuvo como premio la libertad de su amada esclava.

099. anonimo (andalucia)

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