La cerca llamada de Don
Gonzalo estaba, hace algún tiempo, en los alrededores del cerro donde se levanta
la ermita de San Miguel. Fue construida en tiempo del rey Ibn Ismaíl, monarca
granadino. Y cuentan algunas tradiciones que su origen fue el siguiente:
Ibn Ismail había subido
al trono después de haber vencido a Mohamed Ibnozin el Cojo. Mas había hallado
la ciudad casi sin fortificar, porque el dinero de los tesoros se había gastado
en la construcción de bellos palacios.
Ibn Ismail solía
lamentarse con frecuencia del peligro en que estaba su ciudad, ya que los
cristianos iban extendiendo su dominio cada vez con más pujanza y audacia. Y
meditaba en la forma de terminar una cerca que, empezada hacía tiempo, había
sido medio abandonada por falta de recursos para seguir su construcción.
Un día, Reduan, joven
guerrero distinguido en todos los combates, pidió ser recibido por el rey y,
una vez que se halló en su presencia, le dijo:
-He sabido que en tu amor
por nuestra ciudad te apenas de lo desguarnecida que se halla y de la falta de
recursos que sufren tus arcas para poder alzar la cerca comenzada. No has de
pedir ayuda a los jefes de las tribuas, pues deshonra tamaña para un rey no puedes
sufrir. Yo, Reduan, te ofrezco ganar tributos suficientes para esa obra y aun
para otras más. Ahí está Jaén, la ciudad cristiana. En cierta ocasión, te di
palabra de ganar a Jaén en una hora y ha llegado el momento de que cumpla mi
promesa. Llama a tus guerreros, ordena la marcha y dentro de un día Jaén será
nuestra y tendremos el oro necesario, ya que impondremos fuertes tributos a
nuestros prisione-ros.
Ibn Ismaíl aceptó con
entusiasmo la proposición de Reduan. A la mañana siguiente piafaban ya los caballos
de los mejores guerreros granadinos, que se preparaban para marchar contra
Jaén.
Avanzaron a la carrera, y
ya divisaban la ansiada ciudad, cuando se vieron sorprendidos por la salida de
numerosas tropas formadas por caballeros y peones.
Reduan se llenó de
desesperación al ver que los cristianos habían advertido la llegada de los
granadinos y que, por lo tanto, no había ocasión de dar la sorpresa. Trabóse
la batalla y fueron derrotados, si bien pudieron llevar algunos prisioneros.
Pasaron unos días tristes
para los granadinos y de mortal angustia para Reduan, que veía deshechas sus
ilusiones y deshonrada su palabra. Además, había pensado pedir, como gracia, a
Ibn Ismafl la libertad de una esclava a la que amaba desde hacía tiempo, y
ahora veía cómo se habían desvanecido todos sus ensueños.
Desdeñado de todos, el
desdichado guerrero estaba sumido en los pensamientos más tristes.
Ibn Ismaíl se lamentaba
de la desgracia que le perseguía; así lo comentaba una tarde, viendo correr
las fuentes de un patio en donde solía descansar. Llegó un esclavo y pidió la
venía a su señor para recibir a un cristiano que llegaba de Jaén. Era un
emisario portador de un mensaje de la ciudad cristiana, en el que se decía que
entre los prisioneros hechos por los moros se encontraba nada menos que don
Gonzalo, el obispo de Jaén, que, llevado de su natural belicoso, había querido
tomar parte en la acción de defensa de la ciudad, siendo hecho prisionero y no
reconocido.
Entonces la tristeza de
todos se trocó en alegría y esperanza.
Ibn Ismaíl mandó llamar a
Reduan y, comunicándole la buena nueva, le dijo:
-Ahora, con el rescate
del obispo de Jaén, tendremos para construir la cerca. Al fin, gracias a tus
consejos y también a tu valor, pues luchaste con excelencia en aquella desdichada
escaramuza, tenemos lo que queríamos.
Pero Reduan contestó que
convenía no pedir dinero, sino que los cristianos aportaran hombres para
construir el trozo de muralla que faltaba. Así se hizo; Ibn Ismaíl mandó al
mensajero con el docu-mento en que constaba su petición.
Se levantó la cerca y
Reduan obtuvo como premio la libertad de su amada esclava.
099. anonimo (andalucia)
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