Translate

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Las cuatro piedras preciosas

Federico II había caído preso de los infieles durante las Cruzadas. Pasado un tiempo, el sultán le ofreció la libertad a cambio de que buscase y le entregase las cuatro piedras preciosas que yacían escondidas en un bosque bajo la custodia de cierto monstruo.
El rey cristiano, dispuesto a hacerlo, preguntó sobre los poderes de dichas piedras y el sultán le contestó que eran cuatro talismanes que otorgaban invisibilidad, impasibilidad, inmortalidad y agilidad. Federico II aceptó el reto porque suponía dónde podían encontrarse aquellas piedras.
De hecho, enseguida localizó la primera.
Como era el talismán de la invisibilidad, sirviéndose de ella consiguió sin riesgos llegar hasta las demás piedras, ante el furor del monstruo que las custodiaba por haber sido burlado. Pero una vez que las tuvo en su poder, no quiso Federico dárselas al sultán: además de perder las piedras, ¿quién le aseguraba que no perdería de nuevo la libertad?
Cuenta la leyenda que prefirió retirarse a un magnífico palacio... donde, por cierto, no se le veía demasiado, pues haciendo uso de la invisibilidad, solía desaparecer.
Un hombre aseguró haberlo visto en una gruta, sentado en un trono de oro y rodeado de una brillante corte; pero hay quien asegura que en realidad Federico se estableció en lo profundo de una secreta montaña y que fue un pastor quien lo encontró, rodeado de un riquísimo arsenal de armas: las que tenía preparadas para reconquistar Tierra Santa por la que, un día había perdido la libertad.

999. anonimo leyenda



No hay comentarios:

Publicar un comentario