Tiempo atrás, Arabia estaba llena de mendigos y los
transeúntes no podían socorrerlos a todos. El sultán, preocupado, prohibió la
mendicidad bajo la amenaza de cortar las manos a quien siguiera pidiendo y a
quien fuera dadivoso. Pero en una pequeña ciudad, un pobre hombre desoyó el
mandato del sultán y continuó pidiendo por el amor de Dios. Una joven de gran hermosura
y generoso corazón, al verle, se compadeció de él y le entregó un pan.
Vio la escena un guardia real y, como era de ley, le
aplicaron el castigo y cortaron las manos a la bella joven. Pasado algún
tiempo, la madre del sultán, que permanecía soltero, decidió encontrarle esposa
y encargó que buscaran por todo el país a las mujeres más bellas de Arabia y
las trajeran a su presencia.
La más maravillosa de todas resultó ser la joven sin
manos. La madre le contó el detalle a su hijo que, aún así, quiso verla.
Y al ver aquel rostro tan bello, al momento se enamoró
de ella y la hizo su esposa. Eran felices y tuvieron un hijo, pero la envidia hizo
que el sultán desconfiara de ella y un mal día la echó de su lado junto con el
niño.
La mujer estaba triste porque sin manos no podía
atender a su hijo, pero entonces apareció el viejo al que había dado el pan y,
milagrosamente, sacó unas manos de un río y se las colocó.
-Esta es la recompensa por tu extraordinaria bondad.
999. anonimo leyenda
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