Según cuenta la tradición, el dios Apolo era impaciente
y le gustaba ser atendido con prontitud. No le agradaba la pereza y castigaba a
los haraganes y lentos. Un día de primavera había enviado al cuervo, su servidor,
en busca de agua para saciar su sed.
¡No tardes! -le
ordenó.
Se fue el cuervo con buena intención, pero en el
camino encontró una espiga verde.
Era grande y de apariencia deliciosa, y el cuervo se
dijo: «¡Qué tentadora! Pero será aún mejor cuando haya madurado. Lo mejor que
puedo hacer es esperar».
De este modo, sin darse cuenta, tardó mucho en cumplir
con el reque-rimiento del dios Apolo y, aunque aquel primer cuervo disfrutó del
placer de picotear la sabrosísima espiga gigante que había encontrado, sus des-cendientes
fueron castigados para siempre por el dios, que los condenó a padecer sed
durante el estío de cada temporada. Por eso los cuervos graznan sedientos en
verano.
999. anonimo leyenda
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