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viernes, 7 de septiembre de 2012

Voten, vuestras señorías, la lista de muertos ilustres

España es única.
Y por supuesto, ¡diferente!
En 1869, las Cortes Constituyentes pensaron trarisfor­mar el templo de San Francisco el Grande en Panteón Nacional por acuerdo unánime.
La discordía llegó en seguida al tener que seleccionar los huesos ilustres que habían de ocupar los doce primeros sepulcros. Se estableció, después de muchos cabildeos, una primera lista que comprendía más de medio centenar de nombres consagrados.
«¿Qué te parece la candidatura que han presentado los liberales? No figuran en ella más que anticlericales y pro­gresistas. Eso no se puede consentir, pues intentan como siempre, manipular la historia. Nuestro grupo se opondrá con todo su peso parlamentario. ¿Quién duda que Menga­no es una gloria nacional? Pues no quieren que se le selec­cione» -decían los unos, poniendo el grito eh el cielo y engolando su voz declamatoria.
«Es de verdadera risa la serie propuesta por los retró­grados. ¿Y eso son glorias nacionales? Medianías de segunda fila, nada más. ¿Dónde se va a comparar un Lope con un Calderón o un Campomanes con un Gravina? ¡Bas­ta ya de cerrazón por parte de esos señores amantes de las cadenas y del oscurantismo! ¡Qué no nos impongan sus antiguallas! Desde luego que esta vez no se saldrán con la suya» -afirmaban convincentes y acalorados sus adver­sarios políticos.
Que éstos, que si los otros, seguían en feroz controver­sia y se sacaban, para apoyar las respectivas posiciones, los más absurdos argumentos de la manga al tiempo que citaban precedentes no menos absurdos.
Intervino el presidente de la Cámara para intentar un consenso -entonces se denominaba «pasteleo», pero no tuvo éxito el empeño a pesar de sus esfuerzos y de las numerosas reuniones que mantuvo para ello.
Llegada la situación a tal extremo se determinó que lo oportuno y procedente era votar.
Alguien escuchó la determinación con verdadero estu­por, pero es de justicia anotar que ello constituyó toda una excepción. Se convocó a los señores diputados que fueron depositando, emocionados; el correspondiente voto.
¿El resultado?
Fue éste:

Juan de Mena
Garcilaso de la Vega
Gonzalo Fernández de Córdoba
Alonso de Ercilla
Juan de Lanuza
Ambrosio de Morales
Francisco de Quevedo
Pedro Calderón de la Barca
Marqués de la Ensenada
Ventura Rodríguez
Juan de Villanueva
Federico Carlos Gravina

Ninguno de ellos fue seleccionado por unanimidad.
Algún diputado afirmó, al estilo de Sancho Panza que, ni están todos los que son ni son todos los que están. Y ahora viene el chusco final. Los elegidos no llegaron a ocupar su sepulcro porque los sepulcros... NUNCA FUE­RON CONSTRUIDOS:

127. anonimo (madrid)

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