Las «cavas» eran minas
que los árabes utilizaban para entrar y salir en tiempos de guerra sin ser
vistos por el enemigo.
En Madrid, cuando se
mencionan las «cavas» se hace referencia, seguramente, a la Alta y a la Baja , porque la otra, la de
San Miguel, se esconde entre la calle Mayor y la de Cuchilleros acomplejada por
la fama de sus homónimas. Y es que estas dos vías urbanas siempre han gozado
de la predilección y del amor de los madrileños. La Cava Baja es algo más
ancha y bastante más alegre que su melliza. A ella le cantó Carrere en el
siguiente soneto:
«Mesones de la
Cava. Los carros trajineros
con las varas en alto. Fritanga en la cocina;
ropa tendida al sol y canciones de arrieros,
y algún rústico clásico de alforjas y anguarina.
Los ahumados lacones la cocina decoran;
las tinajas orondas rezuman por la panza;
sus morriñas galaicas las dulces gaitas tocan,
o a un son de seguidillas se alborota la danza.
Castizos paradores con un nombre sonoro;
posadas de la Villa
y del León de Oro,
donde hay siempre una moza que ríe y retoza.
Vino en jarra y camastro que hace el amor sabroso
cuando en la noche, un pícaro trajinante rijoso
anda buscando a tientas el cuarto de la moza.»
Si sirviéndonos tan sólo
de la imaginación echáramos hacia atrás un siglo en el tiempo, por medio de la
evocación nos veríamos trasladados a un mundo de trajinantes, de diligencias,
de carros, de caballerías que entran y salen por sus amplios portalones.
Frente a las fachadas,
observaríamos al «espabilao» del timo que espera paciente que surja el «lila»
que caerá víctima de su propia ingenuidad y avaricia pueblerinas, y al
desocupado acechando el momento de que alguna amazona muestre, al apearse, el
talón de su diminuto pie.
Veríamos asimismo a los
arrieros que traían su mercancía de la Sagra y de la Mancha ; a una moza de cántaro que rehuía,
coqueta, la caricia de una mano audaz de un caminero, mientras en sus ojos
revoloteaban promesas, y observaríamos el sueño, dentro de las grandes
tinajas, del recio vino de Arganda y de Noblejas; al leer el periódico nos
informaríamos de que existe la crisis política porque Sagasta y Cánovas del
Castillo, para variar, intercambian posiciones.
En fin, se trataría del
rostro de un Madrid -bastante próximo en el tiempo, que torna a nuestro
recuerdo cada vez que transitamos por las «cavas».
127. anonimo (madrid)
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