En el lugar de Liérganes, de la junta de
Cudeyo, Arzobispado de Burgos, distante dos leguas de la Villa de Santander hacia el
sudeste, vivían Francisco de la
Vega , y María del Casar su mujer, vecinos de dicho lugar, los
cuales tuvieron en su matrimonio cuatro hijos, llamados don Tomás (que fue
sacerdote), Francisco, José, y Juan, que vive todavía, de edad de setenta y
cuatro años.
Viuda dicha María del Casar envió al
referido hijo Francisco, de edad de quince años, a la Villa de Bilbao a aprender
el oficio de carpintero, en cuyo ejercicio estuvo dos años, hasta que el de
1674, habiendo ido a bañarse la víspera de San Juan con otros mozos a la ría de
dicha villa, observaron éstos se fue nadando por ella abajo, dejando la ropa
con la de los compañeros y creyendo volvería, le estuvieron esperando, hasta
que la tardanza les hizo creer que se había ahogado, y así lo participaron al
maestro, y éste a su madre María del Casar, que lloró por muerto a dicho su hijo
Francisco.
El año de 1679 se apareció a los pescadores
del mar de Cádiz, nadando sobre las aguas, y sumergiéndose en ellas a su
voluntad, una figura de persona racional y que queriendo arrimársele, se les
desapareció el primer día; pero dejándose ver de dichos pescadores el siguiente
y experimentando la misma figura y fuga, volvieron a tierra contando la
novedad, que habiéndose divulgado se aumenta-ron los deseos de saber lo que
fuese, y fatigaron los discursos en hallar medios para lograrlo; y habiéndose
valido de redes que circundasen a lo largo la figura que se les presentaba, y
de arrojarle pedazos de pan en el agua, observaron que los tomaba y comía, y
que en seguimiento de ellos se fue acercando a uno de los barcos, que con el
estrecho del cerco de las redes le pudo tomar y traer a tierra; en donde
habiendo contemplado éste, que se consideraba monstruo, le hallaron hombre
racional en su formación y partes; pero hablándole en diversas lenguas, en
ninguna y a nada respondía, no obstante haberle conjurado por si le poseía
algún espíritu maligno en el convento de San Francisco donde paró; pero nada
bastó por entonces, y de allí a algunos días pronunció la palabra «Liérganes»;
la que ignorada de los más explicó un mozo de dicho lugar, que se hallaba trabajando
en la referida ciudad de Cádiz, diciendo que era su lugar, que estaba situado
en la parte arriba mencionada; y don Domingo de la Cantolla , secretario de la Suprema Inquisición ,
era del mismo lugar; con cuya noticia un sujeto, que lo conocía, le escribió el
caso; y don Domingo les comunicó a sus parientes de Liérganes, por si acaso
había sucedido allí alguna novedad, que se diese la mano con la de Cádiz.
Respondiéronle que nada había más que haberse desaparecido en la Ría de Bilbao el hijo de María
del Casar, viuda de Francisco de la
Vega , que se llamaba también Francisco como su padre; pero
que hacía años le tenían ya por muerto. Todo lo cual participó don Domingo a su
correspondiente de Cádiz, que lo hizo notorio en el referido convento de San
Francisco, donde se mantenía.
Estaba a la sazón en el expresado convento
de San Francisco un religioso de dicha orden, llamado Fray Juan Rosende, que
había venido por aquel tiempo de Jerusalén, y andaba pidiendo por España
limosna para aquellos Santos Lugares; y enterado de la parte donde caía
Liérganes, y familiarizándose al mozo que había aparecido en el mar, y
discurriendo si acaso fuese de dicho Liérganes, según la relación de Cantolla,
resolvió llevarle consigo en su postulación: que habiéndola rematado hacia la
costa de Santander, fue al expresado lugar de Liérganes el año de 1680; y
llegando al monte que llaman la
Dehesa , un cuarto de legua de dicho pueblo, le dijo al mozo
que fuese delante guiando, quien lo ejecutó puntualmente, y fue derecho a la
casa de dicha María del Casar; la que inmediatamente que lo vio le conoció y
abrazó diciendo: «Éste es mi hijo Francisco, que perdí en Bilbao», y los
hermanos, sacerdote y seglar, que estaban allí ejecuta-ron lo mismo con gran
regocijo; pero el expresado Francisco ninguna novedad ni demostración hizo más
que si fuera un tronco.
Fr. Juan Rosende dejó a este mozo en casa de
su madre, en la que estuvo nueve años con el entendimiento turbado, de manera
que nada le inmutaba ni tampoco hablaba más que algunas veces las voces de tabaco, pan, vino, pero sin propósito.
Si le preguntaban si lo quería nada respondía; pero si se lo daban, lo tomaba y
comía con exceso por algunos días, mas después se le pasaban otros sin tomar
alimento.
Si alguno le mandaba llevar algún papel de un
lugar a otro de los que sabía antes de irse, lo hacía con gran puntualidad,
dándole al sujeto a quien le encargaban y conocía; y traía la respuesta si se
la daban con cuidado; de manera que parece entendía lo que se le decía; pero él
por sí mismo nada discurría.
En una ocasión, entre otras que su sujeto de
Liérganes le envió a Santander con papel para otro, siendo preciso pasar la
ría, que tiene más de una legua de ancho, y para eso embarcarse en el sitio de
Pedreña, no hallando allí barco, se echó al agua, y salió en el muelle de
Santander, donde le vieron muchos mojado, y el papel que traía en la
faldriquera que entregó puntualmente al sujeto a quien iba dirigido, el cual
preguntándole que cómo lo había mojado nada respondió, y volvió la respuesta a
Liérganes con su regular puntualidad.
Era de estatura de seis pies, poco más o
menos; corpulencia corres-pondiente, y bien formado; el pelo rojo, corto; como
si le empezara a nacer; el color blanco; las uñas tenía gastadas, como si
estuvieran comidas de salitre. Andaba siempre descalzo. Si le daban vestido se
lo ponía; si no, el mismo cuidado tenía de andar desnudo que descalzo.
Si le daban de comer, tomaba y comía todo lo
que fuese; si no, tampoco lo pedía: de suerte que parecía una cosa inanimada
para discurrir y animada para obedecer, y mudo para hablar menos las palabras
arriba expresadas, que pronunciaba tal vez pero sin propósito, ni concierto; lo
que puedo asegurar, por haberlo conocido. Cuando era muchacho tenía gran
inclinación a pescar, y estar en el río que pasa por dicho lugar de Liérganes,
y era gran nadador. En esa edad tenía las potencias regulares.
Todo lo que viene referido es la verdad del
hecho, según relación de sus hermanos, el sacerdote don Tomás y Juan, que vive;
y todo lo que separe de este hecho es falso, como lo es el decir que tenía
escamas en el cuerpo y que este prodigio procedió de una maldición que le echó
su madre.
En esta disposición se mantuvo en casa de su
madre y en este país el expresado mozo Francisco de la Vega por espacio de nueve
años, poco más o menos, y después desapareció, sin que se haya sabido más de
él; aunque dicen que poco después lo vio en un puerto de Asturias un hombre de
la vecindad de Liérganes; pero carece de seguridad.
172. anonimo (cantabria)
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