El Papa Martín V, en el año 1426, por Bula Pontificia,
dona la ermita de San Pedro a los frailes de Yuste.
A Yuste le faltaban cien años para que le diera fama
Carlos I. Y, sin embargo, es en ese siglo XV cuando una ermita, una pequeña
ermita de Garganta la Olla
es disputada por mitras y conventos.
Las limosnas eran abundantes; los visitantes, no pocos;
el prestigio, suficiente para que el Papa pensara y exigiera que una tan
reducida iglesia pudiera mantener al Monasterio de Yuste.
¿Qué significaba la intervención Pontificia?
¿Qué sentido tenían las disputas?
¿A qué se debía la excelencia de que tan minúsculo
convento recibiera tantos visitantes y tan crecidas ofrendas?
Es verdad que por allí pasaban caminantes y arrieros,
y los muros religiosos se utilizaban como refugio y descanso. En sus cercanías
se bifurcaban caminos para cruzar la sierra desde la Vera hasta el Valle. Pero ya
antes los mismos romanos fueron los primeros en elegir aquellos vericuetos
para transitar, hasta el punto de que aún hoy se notan sus huellas.
Es curioso que en estas latitudes, los romanos no se
conformaron con trazar carreteras y construir villas, sino que eligieron las
laderas de los montes, en lugares insignes por su belleza, para levantar
templos a sus dioses, como en El Torno, Cabezabellosa, Jarilla, Plasencia,
Cabezuela y, posiblemente, en Garganta la Olla.
Aquí, en las primeras estribaciones, escarpadas e inhóspitas,
de Gredos, en los lugares que después eligiera la Serrana de la Vera para escenario de sus
venganzas, Roma levantó un templo de divinidades. Se trata de uno de esos
templos típicos de los romanos, asiento de divinidades, sin espacios amplios
para los creyentes. Allí estuvo ufano de gloria y de grandeza, hasta que con
la llegada de los bárbaros, quedó recluido en ese paréntesis de silencio en
que se sumergió la cultura hispanorromana.
Pero con la invasión árabe, el abandonado edificio va
a ser protagonista de unos hechos trascendentes.
Cuando los árabes cruzaron el estrecho para vencer a
los españoles en sonadas e incomprensibles batallas, los cristianos del sur
iniciaron una larga diáspora hacia las regiones del norte.
Los árabes, en esa época, protagonizaban tanto hechos
religiosos como conquistas políticas. Por eso afectaba más a los símbolos y
personas de la Iglesia.
Para ellos, Guadalete se inició una espantada trágica hacia
lugares difíciles, intentando librarse de lo que pensaban sería un paréntesis
de tiempo muy reducido.
Andalucía fue la región más castigada: obispos, frailes,
fieles, imágenes, cruces..., todo cuanto tenía sentido cristiano y podía ser
transportado comenzó una desorientada huida hacia lugares más seguros.
La empresa fue penosa, más difícil de lo imaginado.
Los cristianos se impacientaron con sus largas caminatas
y buscaron en lo escarpado de los montes, en escondrijos imposibles, lugares
seguros donde guarecerse ellos y ocultar lo suyo.
Al pasar por Las Villuercas enterraron ya imágenes, como
la Virgen de Guadalupe .
Las personas más desembarazadas cruzaron el Tajo y,
ante los macizos de la
Cordillera Central , pensaron que podrían encontrarse en
lugares idóneos para ocultarse.
Una de aquellas caravanas llegó hasta Garganta la Olla y, eligiendo el camino
más abrupto, la vieja carzada romana, se internaron por sus serranías. Las
marchas eran lentas, hasta de años, forzadas por los golpes victoriosos de los
mahometanos.
Cuando la caravana encontró el olvidado templo romano
imaginaron que aquello era un regalo de la Provi dencia para sentirse protegidos.
Allí, entre ellos, aturdidos y desconcertados,
"se encontraban siete obispos y varios diáconos, a los que presidía
Zaqueo, Obispo de Córdoba". Precisamente era él "quien los había
guiado hasta el lugar, porque en aquel ignorado pueblecito había nacido"
medio centenar de años atrás. Pensó "que estaban seguros por los fuertes
muros, y porque, además, la ermita estaba dentro de un terreno muy grande,
vallado por una alta y fuerte pared". "Cuando se asentaron en aquel
refugio hacían obras de piedad, ayudaban con limosnas a los cristianos que,
temerosos y fugitivos, buscaban las gargantas y los escondrijos que éstos
tenían y así poder escapar de la cruel persecución de los moros".
"Estando un día celebrando la Santa Misa se les avisa
de que estaban rodeados por los moros".
"El que celebraba la Misa cogió las Sagradas
Formas y las echó en un hoyo, enterrándolas".
"Entraron los moros y dieron muerte a todos los
que allí estaban".
"Desde entonces, y dentro de la ermita, brota una
fuente donde se enterraron las Hostias Consagradas".
El hecho conmovió a los cristianos de la época, hasta
el punto de que el escondrijo se convirtió primero en lugar de visitas y
adoracio-nes ocultas y, más tarde, después de que llegara la Reconquista , en centro
de peregrinaciones.
Los autores de la época lo testimonian desde el mismo
siglo VIII, como el arciprestejuliano, en su "Eremiterium";
Luitprando, en el "Cronicón"; Juliano, en su "Aniversario".
Es una pena que la posteridad haya olvidado y pagado
con tantas negligencias un acontecimiento de estas dimensiones.
Allí, en la ermita del Salvador, aún hoy se sienten
las huellas del arte, del martirio, de la religión y el milagro.
Conscientes de estas responsabilidades, el pueblo y,
sobre todo, los profesores y alumnos del Colegio Nacional de Garganta la Olla , tratan de reparar las
injusticias heredadas. Ellos han exhumado de la historia, la verdad; de la
leyenda, el misterio y, del arte, la restauración, para hacer posible una
página tan bella de nuestra historia.
FUENTES:
El estudio
realizado por los profesores de EGB del Colegio nacional de Garganta la Olla. Estudio que
recoge los datos históricos y de la tradición que hemos mencionado. Aún no se
ha publicado.
Fuente: Jose Sendin Blazquez
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anonimo garganta de la olla-extremadura
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