«Después que plugó a la piedad divina amansar su saña
y alzar su ira y acatar con ojos de misericordia, España, dio muchas victorias
a los españoles contra los moros, no sin grandes milagros y maravillas.
Volvieron poco a poco a cobrar la tierra, como fueron echando a los moros de
ella.
Habían pasado ya más de seiscientos años desde que los
moros entraron en España. Reinaba en Castilla y León el noble don Alfonso, el
onceno de este nombre e hijo del rey don Fernando IV. Andaban unos vaqueros
guardando sus ganados en una dehesa, que se dice de Guadalupe ,
a causa de que pasa por ella el río que se dice Guadalupe
y cerca de un lugar que se dice Alía, acaeció que a uno de ellos se le perdió
una vaca.
Andándola a buscar por espacio de tres días y no la
pudiendo hallar, metióse por la ribera arriba del río susodicho Guadalupe , por entre unas grandes montañas de muy
grandes robledales y otros muchos árboles silvestres. Metióse por la ribera
arriba y halló una pequeña fuente, donde después que bebió, como a un tiro
bueno de piedra de distancia, vio estar la vaca muerta.
Como este vaquero llegase a ver a su vaca y mirándola
muy bien con mucha diligencia por todas partes, no la hallase alguna mordedura
de lobos o de otro animal, ni rastro de ello, ni menos hinchada, como suelen
estar los animales de algún tiempo muertos, estaba muy maravillado, no
sabiendo de qué se podía haber muerto.
Y aparejándose para la desollar, sacó un cuchillo y, a
costumbre de carnicero, hízole una cruz en los pechos. Y estando en esto
ocupado, a deshora, se levantó la vaca viva estándola desollando. Él, espantado
de cosa tan maravillosa y nunca semejante vista ni oída, apartóse algún tanto
de la vaca, todo turbado. Estando así espantado de aquella novedad, a deshora
le apareció la Reina
de los Cielos y Madre de Dios, la Virgen María , y le dijo:
-"No temas. Yo soy la Madre de Dios, Salvador del
linaje humano. Toma tu vaca y llévala al hato con las otras y vete luego para
tu tierra. Dirás a los clérigos lo que has visto (este vaquero era natural de
Cáceres). Diles también de mi parte que te envío yo allá. Que vengan a este
lugar donde ahora estás. Que caven donde estaba la vaca muerta, debajo de
estas piedras: hallarán una imagen mía. Cuando la sacaren, diles que no la muden
ni lleven de este lugar donde ahora está, mas que hagan una casilla en que la
pongan. Tiempo vendrá que en este lugar se haga una iglesia y casa muy notable
y pueblo asaz grande".
Y dichas estas cosas desapareció.
El pastor, tomando su vaca, fuese con ella al hato y
contó a sus compañeros todo lo que le había sucedido. Ellos, como hombres de
voto ingenuo y rústicos de poco saber, no le daban crédito a las cosas que les
decía. Así hacían burla de él, no mirando que todas las cosas son a Dios posibles
y que en todo tiempo y por muchas maneras muestra sus maravillas a quien El
place.
El vaquero, viéndoles tanta dureza y que así hacían de
él burla y menospreciaban lo que les decía, díjoles:
-"Amigos, no burléis ni tengáis en poco lo que os
he dicho. Si no me queréis creer a mí, id a mirar la señal que trae la vaca en
los pechos, y por ella podréis ver si es cierto lo que os digo".
Y como los vaqueros fuesen a mirar la vaca y viesen la
señal que en los pechos traía, creyeron todos lo que su compañero el vaquero
les decía.
El vaquero era natural de Cáceres.
Tenía en aquella villa mujer e hijos. Pedida licencia
de sus compañeros, fue allá a cumplir el mandado a que le enviaba la Reina de los Ángeles y por
visitar su casa.
Y como fuese derecho a ver su mujer e hijos, entrando
por casa, hallóla que estaba llorando por un su hijo, que estaba difunto, que
aún no le había llevado a enterrar. Lo cual visto del vaquero, comenzóla a
consolar como pudo. Dijo que se asosegase y no quisiese más llorar, porque
aquella Señora que le apareciera y le enviara con su mensaje era poderosa de
resucitar aquel niño y le tornar a la vida presente, como había hecho a la
vaca, que era muerta y estaba comenzada a desarrollar.
Y la buena dueña consolada con estas palabras y esperanza,
el devoto vaquero hincó la rodilla en tierra delante los clérigos que, a
aquella sazón, vinieron con otras gentes para llevar el niño a enterrar, y
delante de cuantos allí estaban y derramando muchas lágrimas de devoción de
aquella Señora que ya le había escogido para su servidor, con gran fe y
esperanza que en Ella tenía, dijo así:
-"Señora, Tú sabes la embajada que de tu parte
traigo y creo muy cierto ser esto por Ti ordenado, que yo hallase este mi
hijo muerto, porque Tú mostrándote maravillosa en me lo resucitar, sea más
ligeramente creído de aquéllos a que soy aquí por Tu mandado venir. Pues que
así es, Señora, suplícote que lo quieras resucitar y de aquí te lo ofrezco por
Tu perpetuo servidor y de lo llevar a aquel lugar santo, donde Tú tuviste por
bien de me aparecer".
Y fue cosa maravillosa, que luego delante de los clérigos
y de la otra gente que allí estaba, el mozo resucitó, como quien despierta del
sueño.
Y estando todos maravillados de este tan gran milagro,
díjoles el vaquero:
-"Señores, amigos, sabed que para dar fe al
mensaje que yo os traigo, bien era menester que Nuestra Señora tuviese por bien
de obrar esta tan gran maravilla, ya que por nuestros pecados muchas veces
dudamos en aquellas cosas que no vemos corporalmente".
Y dicho esto, comenzóles a dar cuenta de su embajada,
y cómo Nuestra Señora le había aparecido luego en aquellas montañas y lugar
junto al río de Guadalupe .
Y continuó:
-"Mandóme que os viniese a decir que fuésedes
allá y que hallaríades debajo de tierra una su imagen, y que la sacáredes de
allí y le hiciésedes una casilla en que la pusiésedes, porque tiempo vendrá
que se hará allí una grande iglesia y población".
Oídas estas cosas por los clérigos, parecíanles como
algo dudosas; mas como vieron el milagro del mozuelo resucitado y el vaquero
ser hombre de buena vida y mucha verdad, creyeron ser cosa cierta todo lo que
decía.
Luego, el cabildo de la clerecía nombró ciertos clérigos
de ellos para que se fuesen con el vaquero al lugar donde Nuestra Señora le
apareciera.
Y como así llegasen con muchas gentes del pueblo de
Cáceres y de otros que por el camino les acompañaron, comenzaron a cavar en
aquel lugar que el vaquero les señaló y, no mucho hondo, toparon con un
sepulcro de mármol y hallaron dentro en él la imagen de Nuestra señora la Virgen Santa María, y
las otras cosas que con ella se pusieran, entre ellas una carta que explicaba
la historia de la susodicha imagen.
El postrer Rey de los godos de occidente fue vencido del
vicio de la carne con una hija del Conde don Julián, que se decía de la Cava , permitiendo los pecados
de este Rey y de su pueblo de España que entrasen los moros en ella y la
destruyesen y sojuzgasen.
Y como los cristianos así vencidos desamparasen el Andalucía
y toda la tierra, por el temor de los moros, fuéronse huyendo para las montañas
de Oviedo.
Y hubo algunos devotos clérigos de la ciudad de Sevilla,
que llevaron consigo las reliquias que pudieron, por no las dejar en poder de
los infieles. Y entre ellas, llevaron la imagen de Nuestra Señora, que era
tenida en mucha devoción y reverencia en la iglesia de Sevilla.
Y llegando a una gran montaña, que está junto a un río
que se dice de Guadalupe , hallaron
una como ermita pequeña, las paredes hechas de piedra seca y cubierta de
corchas y mal reparada, que debiera ser hecha de algunos ganaderos, que por
allí cerca andaban, y estaba dentro de una como sepultura de piedra de mármol,
según que las semejantes por muchos lugares se suelen hallar.
Y como llegasen allí los dichos clérigos de Sevilla y
hallasen aquel pobre aparejo para esconder las dichas reliquias, y por ir más
ahorrados y desocupados para poder huir de los moros, pusieron allí la imagen
de Nuestra Señora.
Y escribieron una carta, que también pusieron allí, en
que relataban lo susodicho, de cómo aquella imagen fue enviada de Roma por San
Gregorio, Papa, a San Leandro a Sevilla y cómo de Sevilla fue traída allí.
Y, asimismo, le envió otras muchas reliquias y el
palio para que usase de él.
Y como entrasen en una nao por la mar los que atraían
este tan preciosoy santo presente, tuvieron muy gran tempestad, en que pensaron
todos perecer.
Mas uno de los clérigos que en aquella compañía venían,
movido con mucha fe y devoción, sacó la santa imagen de la milagrosa Reina del
Cielo e hincando todos las rodillas delante de Ella, suplicaron a la Madre de misericordia, con
muchas lágrimas y entrañal devoción y humildad profunda, los quisiese librar de
tan gran peligro.
Y apareciendo en el navío gran claridad de muchas
candelas encendidas, cesó aquella brava tempestad.
Y como aquella compañía llegase al puerto de la ciudad
de Sevilla y San Leandro supiese que venía aquel precioso presente, saliólo a
recibir con mucha alegría, y con gran veneración lo llevó a su aposento, dando
a Nuestro Señor Dios y a su Santa Madre por ello muchas gracias.
Esta es la historia como la hallé escrita en un libro
muy antiguo de muy viejo, que había más de cien años que era escrito, en perga-mino,
antes que éste mío se escribiese, que fue en el año de 1514 años».
También decía que fue llevada la carta susodicha al
Rey don Alfonso XI cuando fue hallada con la imagen y que mandó que fuese
trasladada y puesta en sus crónicas reales.
FRAY DIEGO DE ÉCIJA
FUENTES:
-Esta
historia, no me atrevo a decir leyenda, está tomada de la obra "Libro del
Monasterio de Guadalupe ", por
fray Diego de Écija. Publicaciones del Departamento Provincial de Seminarios de
FET y de las JONS. Cáceres, 1953.
- La
sencillez y el candor con que está escrito son la mejor garantía del relato.
Además, se trata de una historia muy querida de todos los extremeños. Nosotros
hemos seleccionado las partes que mejor sirven al interés de nuestras
intenciones. Las palabras, prácticamente en su totalidad, son del piadoso
franciscano.
- Creemos
que hacemos un favor al lector para que por sí mismo juzgue lo que estamos
diciendo.
-Agradecemos
a los padres Franciscanos, custodios del monasterio, las facilidades que nos
han dado para realizar nuestro trabajo.
Fuente: Jose Sendin Blazquez
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anonimo guadalupe-extremadura
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