"EN ESTE LUGAR DEL PUERTO DEL
GAMO APEDREARON LOS JUDÍOS LA
SANTA CRUZ EL VIERNES SANTO. MARZO, 1488".
Texto
primero de la lápida colocada en la parte alta de la primitiva ermita de la Cruz del Gamo.
En el año
1985 tuvo que ser modificado el texto por las amenazas que se recibieron para
obligar a la supresión de la palabra "judíos".
No han
podido ser determinados los autores de estas amenazas. El texto ha sido
modificado y la palabra suprimida.
Las Hurdes quieren que sea la región más significativa
de Cáceres.
Casi siempre ese nombre llevaba, y quizá lleva, connotaciones
de humillación y miseria.
Muy pocos son los que intentan rectificar la pesada
carga de la Historia
y conocer la realidad actual de esta tierra. Hoy destaca por su belleza:
hermosos pinares, pueblos legendarios, veredas ondulantes, ríos salvajes...,
todo un conjunto de ensueño, donde se abrazan la imaginación y la vida en un
mosaico de envidia y de verdad.
Desde Extremadura, la entrada natural hacia Las Hurdes
es Casar de Palomero.
La situación privilegiada de esta villa constituye una
fortaleza segura, flanqueada por altos y empinados montes. No es, pues, extraño
que los distintos invasores de la
Península hayan apetecido la conquista y posesión de ese
pueblo, cerradura de la región hurdana.
Fueron los árabes señores de esa tierra durante
siglos, y en ella levantaron una monumental mezquita, signo de su poderío y de
su grandeza.
Con la
Reconquista , los castellanos transformaron la abandonada
mezquita en templo cristiano. Cuando el Rey Fernando 1 el Católico tramaba la
expulsión definitiva de la raza mahometana, Casar de Palomero es ya un núcleo
poderoso de gentes cristianas. Sólo una minoría judaica convive allí en los
moldes de unas leyes que privilegiaban a los cristianos.
Pero la hegemonía económica de los judíos no se avenía
fácil-mente a aceptar la supremacía espiritual de sus deudores.
Este contexto forzó situaciones como la que ahora narramos.
En el invierno de 1488, un pastor pobre, aturdido por
el frío, cortaba en los picachos cercanos al Puerto del Gamo, leña para
calentarse. Los recios robles que caen bajo su hacha le parecen demasiado
hermosos como para convertirlos en pavesas de las llamas. Ha separado dos de
los mejores, y formando una tosca cruz mal labrada, la colocó en el collado
del puerto.
Los cristianos agradecieron aquella cruz, que les recordaba
la profundidad de sus creencias cuando se acercaban a Casar de Palomero.
A los judíos, por el contrario, les molestaba su
presencia, porque les traía a la memoria una equivocación o una ignorancia de
su raza, con profundidad universal.
Era el jueves Santo de 1488.
Los casareños llenan su templo cristiano. Es su Día
Sagrado por excelencia.
"Los judíos, de acuerdo con las Leyes (1ª y 2ª,
título 24, partida 7ª), mientras se celebran los Misterios de los católicos no
podían andar por las calles. El Jueves y el Viernes Santo, durante los Oficios
Divinos, deberán tener las puertas y ventanas cerradas. Si a esto no se avienen,
los cristianos, sin pena alguna, podrán apedrearlos".
Aquella mañana de aquél Jueves Santo, los judíos del
Casar querían ignorar la dura fuerza de la ley cuando jugaban tranquilos en la Plaza de Barreros. Llegan,
incluso, a despreciar y a mofarse dejuan Caletrío cuando, camino de la
iglesia, les recuerda sus obligaciones.
No era fácil para un joven creyente aceptar aquella
humillación.
Cuando Juan, dentro del templo, cuenta a sus amigos lo
sucedido, se exasperan. Salen de la iglesia y, marchando hacia la plaza con la
razón de una lluvia de piedras, obligan a los hebreos a encerrarse en sus
casas.
Tranquilos y vencedores, los doce jóvenes cristianos vuelven
a la iglesia. El vecindario, enterado de la reacción de los mozos, aplaude su
valentía.
Los judíos tomaron este ultraje como el cenit de la ignominia
con que se vejaba a su raza.
Reuniéndose en concilio, estudiaron la manera de tomar
venganza de los cristianos y buscarse el medio de sacudir el yugo que se les
venía imponiendo.
El rabino de la comunidad quiso herir en lo más profundo
a los cristianos: mofarse de la
Cruz el mismo día que los creyentes la reverenciaban. La
ocasión y el lugar se lo proporcionaban la molesta cruz que semanas atrás
habían clavado en el Puerto del Gamo.
Sigilosamente, en la mañana del viernes, caminaron
hacia el lugar los elegidos en suerte: el rabí Yuce Salomón, Tumbroso, Sicala
y Rendaña, apodado "El Regaña". Tumbroso, de edad avanzada, se hace
acompañar de su joven hijo Zaguito.
Llegados al sitio, "El Regaña" y Zaguito
fueron colocados de espías para evitar cualquier sorpresa. Los tres restantes
ejecutarían el meditado escarnio.
Sin perder minutos apedrean la Cruz. Destrozan
cuanto pueden sus palos. Con rabia satánica los esparcen por el suelo. Y,
traspasando los límites del pudor, se ensucian encima de los restos.
No contaban los culpables blasfemos con la Provi dencia, que tango
significa en la fe de los cristianos.
Justamente a aquella hora, el joven militar Hernán
Bravo, vecino del Bronco, quiere llegar a la importante villa del Casar. Está
enamorado de Raquel, la bella judía, hija de una noble familia.
Ahora tiene el encargo de reclutar mozos para la expedición
que va a intentar la toma de la
Granada andaluza. Y, cuando, tras cruzar el desfiladero que
lo trae al pueblo, alcanzó el Puerto del Gamo, sin pretenderlo, se encontró y
pudo contemplar el degradante espectáculo que estaban representando los
seleccionados judíos. Como el camino que traía era el opuesto a donde se habían
colocado los centinelas, porque realmente si una intempestiva visita se podía
esperar tendría que ser, según ellos, por el lado que se orienta hacia el
Casar, Hernán Bravo se metió de lleno en el lugar de los hechos.
Apenas pudieron reaccionar los autores. Pero pronto
tomaron conciencia de su responsabilidad y buscaron por todos los medios
comprar el silencio del soldado. Le ofrecieron dinero, halagos, favores,
interceder incluso ante la bella Raquel. Ante la enérgica negativa del soldado
el último recurso fueron las amenazas. Percatándose de los graves momentos que
vivía, cuando menos lo esperaban, el militar escapó monte abajo y, gracias a su
juventud y entrenamiento, le fue fácil librarse de sus enemigos.
La llegada de Juan Bravo al Casar coincide con el momento
en que los cristianos adoran la
Santa Cruz en la mañana del Viernes Santo. Sus voces, los
sudores e incluso las lágrimas, interrumpieron la ceremonia y todos escucharon
estupefactos el relato.
Allí mismo, el juez, que presidía la ceremonia, dispuso
inmediata-mente visitar el lugar y prender a los culpables.
Cuando llegaron al sitio donde el cabrerito había colocado
su Cruz, sólo pudieron encontrar esparcidas, humilladas y, en parte, también
rotas, las maderas que la formaron.
La justicia cumplió su papel obligado, levantando acta
de todo lo ocurrido. Pero el pueblo, después de limpiar los palos, llenó de
luces, de candiles y de incienso el lugar. Aquella noche la vela del sepulcro
fue el raso, bajo el limpio cielo, donde las puras estrellas lo inundaron de
luz.
Los más jóvenes recorrieron los montes vecinos para
dar caza a los culpables. El Zaguito, como niño, había sido ya capturado
dormido, muy cerca de su puesto de vigilante inútil. A los demás se les
encontró escondidos en la sierra de Rivera Oveja, menos al rabí, hallado en su
terraza, junto al arroyo Blascoez. Más tarde, todos serían entregados al Duque
de Alba, por pertenecer a su jurisdicción la próxima villa de Granada, hoy
Granadilla.
Al día siguiente, el pueblo cristiano llevó las reliquias
que quedaban al templo parroquial. Para ello, las mujeres se arrancaron las
cintas de sus sayas y jubones y, tras cruzar nuevamente los palos mayores que
quedaron, los ataron fuertemente y, convertidos nuevamente en Cruz, los
trasladaron en procesión hasta el templo parroquial.
Años después, la piedad y la riqueza de los casareños
cubrieron y hermosearon la Cruz
con engarces y láminas de plata, tomando la forma que aún hoy conserva.
Pero desde el mismo momento de su llegada a la iglesia,
todos los habitantes de la villa comprendieron que eran depositarios de un
regalo milagroso donado por el cielo. Por ello no dudaron en convertirla en el
centro de su piedad y levantar un templo más acorde con la dignidad de los
sucesos.
Por lo que respecta a los judíos, el Duque de Alba confirmó
la sentencia que sus jueces habían dictado: el rabí Yuce Salomón, Sicala,
Tumbroso y Rendaña fueron quemados vivos. Al Zaguito, por ser menor de edad, le
fue cortada la mano derecha.
En el Collado del Gamo se levantó una pequeña ermita
en una de cuyas paredes se colocó una lápida con la inscripción que da comienzo
a esta historia.
Una inscripción que ahora, sólo ahora, después de
siglos, por amenazas anónimas, ha tenido que ser cambiada.
FUENTES:
-"Historia
de la Santa Cruz
de Casar de Palomero", por Romualdo Martín Santibáñez.
-"La Cruz del Puerto del
Gamo". Auto dramático en verso, por don Alfredo Terrón González.
-Testimonios
orales recogidos por Leoncio Benedicto y su esposa, amigos y compañeros.
Fuente: Jose Sendin Blazquez
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anonimo casar de palomero-extremadura
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