I
"Aquella noche, ¿era o no era oscura?"...
"A usted, ¿lo vieron y no lo vieron,"...
"¡Vio y no lo vieron!"
"¡Sólo un testigo! ¡Uno solo!"
El juez especial don Buenaventura no salía de su perplejidad.
El mozo Tomás Alonso se presentaba como único testigo,
que iba a descubrir a los autores del que en toda España era ya famoso crimen
de Don Benito.
Cuando se daba todo por perdido era demasiado
transformar los inocentes en culpables, y los culpables en inocentes.
La declaración no podía ser más sencilla:
«Yo estuve esperando en la taberna `El Lagarto' a
Fernando Cienfuegos, un amigo de Miajadas.
"Teníamos la idea de ir a casa de La Cuca , a pasar un ratillo con
las chicas. Fernando no apareció. Y yo esperándole me bebí un par de vasos y
me quedé dormido en un rincón.
"Desperté sobre la una de la madrugada. Como ya
era muy tarde, decidí volverme a casa.
"Cuando pasaba por la Calle de Valdivia vi al
sereno y a otros dos hombres que venían en dirección contraria. Caminaron
hasta la Calle
del Padre Cortés. El sereno se adelantó un poco y comenzó a aporrear la puerta
de una casa.
"Al verme, se detuvo en sus llamadas.
"Yo creí que era una casa nueva de mujeres y me
escondí para entrar después.
"Oculto debajo de un carro lo escuché todo.
"El sereno llamó otra vez, muy fuerte.
"Entonces, una mujer se asoma a la reja y dice:
-`Ya te he dicho que mi puerta no se abre, y no abro.'
El sereno le replica:
-'Abra usted, doña Catalina. Soy el sereno, y lo que
necesito es urgente. Necesito el maletín de don Carlos, el médico'.
'La mujer abrió la puerta. Entregó al sereno un bulto.
Cuando iba a cerrar, vuelve a decir el sereno:
-'Señora Catalina, ¿me puede dar un vaso de agua?'
"Al poco tiempo, mientras la señora debió ir a
buscar el vaso de agua, el sereno levantó el farol y salieron los otros dos
hombres. Llegaron corriendo y se metieron en la casa.
El sereno siguió la ronda, y yo me volví para casa».
-"Y usted -pregunta el juez, ¿a qué distancia
estaba del lugar de los hechos?"
-"A unos treinta o cuarenta pasos".
-"¿Y podría reconocer a los tres hombres?"
-"Sí señor, porque la luna lo iluminaba
todo".
II
Las víctimas eran dos.
Los sospechosos, hasta el momento, cinco:
Carlos García de Paredes; su criado Rando; el médico,
don Carlos Suárez; Saturio Guzmán, el pretendiente de Inés María, y el sereno
Cidoncha.
Carlos García de Paredes es el típico cacique,
señorito y solterón.
A pesar de lo que dice el romance, no es un criminal,
ni un seductor, ni un enamorado. Sencillamente, es el hombre de buena
condición, bajo de sentimientos que, amparado en su posición, ultraja por la
fuerza o por el dinero, a cuantas mujeres le venga en gana. Su afición a las
mujeres y al vino las comparte por igual. Lo mismo recorría los prostíbulos que
las ventas fáciles de muchachas superficiales.
No estaba acostumbrado a desplantes como el de Inés:
"En el
pueblo, Don Benito,
No puede
haber mozas guapas
porque don
Carlos Paredes
la que no
goza la mata...
La bofetá
que me has dado
me la
tienes que pagar;
sea de
noche, sea de día,
yo te tengo
que matar".
Inés era una muchacha pobre, pero honesta.
Cuando perdió a su padre, la madre, doña Catalina, se
convierte en guardiana de su hija. Inculca en ella los heorismos de la
honestidad hasta crear esa religiosa ilusión del martirio y de la virginidad.
El patrimonio de la honradez, en Extremadura, es tanto
mayor cuanto son más pequeños los haberes de la economía.
Aquella pareja envidiable de madre e hija podían
presumir, a pesar de su trabajo de bordadoras y costureras, de estar admitidas
entre los seres cotizables del ambiente pueblerino, sin necesidad de
pertenecer a la envidiosa alta sociedad.
En su casa, don Carlos Suárez, oculista de Villanueva,
pasaba también consulta dos días a la semana. Cuando ocurrió el crimen, y ésa
fue su perdición, al lado del cadáver apareció un maletín con el instrumental
de su trabajo. Hombre honrado y bueno, al ser detenido, le convirtieron,
según su propia confesión, en "una alimaña, en un subhombre". Víctima
inocente de la culpabilidad popular, la crueldad fue tan feroz, que murió pocos
años después.
Realmente, se convirtió en "la tercera víctima
del crimen de Don Benito".
El sereno Cidoncha es un ejemplar típico de la autoridad
servilista. Un cobarde que pretendía vivir y dar de comer a sus cinco hijos.
Fue cómplice en aquella ocasión como en otras, pero esta vez, con la mala
fortuna de que los violadores se convirtieron en asesinos. Y él, acusado de
máximo encubridor, murió en la cárcel lleno de miseria. Un precio demasiado
alto para su cobardía y servilismo.
Saturio Guzmán, el pretendiente, no llegó ni siquiera
a novio. Era un amigo de la familia. Un buen amigo y un admirador.
El despiste inicial de los culpables le llevó a ser
detenido. Lo mismo al criado de Paredes, que juró una y mil veces su inocencia
y el total desconocimiento de los hechos.
La fortuna, con la aparición del nuevo testigo, les favoreció
decididamente.
Rando y Cidoncha, por pertenecer a un estrato social
más bajo, habían recibido hasta entonces la peor parte, torturándolos sin
consideración.
Y todo porque Rando, como criado, intentase limpiar
unas manchas de sangre que existían en un traje de su señor. El sargento
Madridejos lo descubrió en un registro más profundo que el que hiciera el
teniente Lorca.
Pero las pruebas eran demasiado endebles. Todos negaban.
La aparición del testigo parecía inverosímil.
Muchos no lo creían.
Se pensaba que su confesión no era válida.
El día para el reconocimiento de los culpables se esperaba
con ansiedad.
Por eso, cuando después de una espera breve, en el
despacho del juez especial entró un patético grupo de seres humanos, una cuerda
de presos malencarados, sin afeitar, humillados, sucios, la escena fue tan
tensa, el silencio sobrecogedor, y la voz del juez inflexible:
-"Vamos a ver, Tomás, ¿reconoce en este grupo de nueve
hombres a alguno de los que vio aquella noche? Señálelos, por favor".
-"Este es el sereno".
¡Y era Cidoncha!
-"Este es el señorito que entró primero".
¡Y era Paredes!
-"Mientes, canalla, mientes" -gritó don
Carlos.
-"¡Repórtese, Paredes, o le amordazo",
-exclamó el juez que, al contemplar el silencio del testigo, volvió a
preguntar:
-"¿No reconoce usted a ningún otro?"
-"No, señor juez, no".
-"¿No era este el hombre viejo que entró también
en casa?" Y señalaba concretamente al humillado médico, que no se atrevía
a levantar la cabeza.
-"No, señor juez. El otro era más gordo y tenía
el pelo blanco".
III
Muy pronto corrió la noticia por todo Don Benito.
El pueblo, convertido en verdadero protagonista y juez
anticipado de los hechos, fue colocando en el lugar justo los hitos del suceso.
Los culpables también ocuparon sus sitiales respectivos.
La última pieza de la madeja, Ramón Martín de Castejón,
ocupó en la cárcel el lugar que dejaron el novio, el criado y el desgraciado
oculista.
Castejón fue otro señor equivocado. Insaciable, comilón,
era el "listillo del pueblo", que trapichea fincas, vende borregos y
comercia con gorrinos de pata negra.
Su amistad con Paredes surgió por necesidad. Uno ponía
el dinero, y el otro la conversación. A los dos les gustaba el vino, las
mujeres, y se complementaban maravillosamente, pues si uno ansiaba el pan, al
otro le bastaban las migajas.
Los dos habían tramado la conquista de Inés María.
Castejón, con su verborrea, creó la aureola de aquella joven. De un capricho
hizo una conquista de ilusión imposible. Él fue el aprendiz de literato y el
imbécil intérprete que acompañó o, quizá, empujó al protagonismo trágico, los
sucesos de su amigo.
La representación, no por rápida, fue menos dantesca.
Castejón estuvo muy bien en su papel de malo. Fue un
canalla perfecto.
Cuando el sereno hizo la señal, se retira de la escena
calle abajo.
Su representación había terminado. Pero entonces empezó
el drama.
Castejón y Paredes ocupan el centro de la escena. El
zaguán de la casa es el escenario. La luz es tenue, difusa.
Doña Catalina, vestida con una bata negra, aparece llevando
un vaso de agua.
El agua.
Paredes la mira inmóvil.
-"¿Qué hace usted aquí, sinvergüenza?..." No
le dan tiempo para más palabras.
Castejón le sujeta las muñecas. Don Carlos la degüella.
Después la apuñala.
Apenas una palabra a su hija:
"Súbete,
Inés María
tírate por
el balcón.
Mejor
quiero verte muerta
que en las
manos de un traidor".
Mirándola tumbada en un charco de sangre, Castejón
grita:
-"Déjala, está muerta".
-"¿Dónde está ella?" -pregunta don Carlos.
-"¡Aquí! Ven por aquí". Y el viejo le lleva
al dormitorio de Inés María.
La puerta está cerrada.
A empujones, como mastines rabiosos, hacen saltarla
aldaba.
Cuando entran sólo pueden ver a una criatura inocente
escondida en un rincón. Tienen los ojos horrorizados. La boca desencajada. Los
gritos en la oscuridad sembrarían el espanto en quienes no fueran auténticas
fieras.
Castejón, más viejo y más canalla, grita:
-"¡Es
tuya! ¡Viólala, c...!"
-"Entrégate,
Inés María
que tu
madre ya murió.
El desaire
que me has dado,
ahora te
degüello yo".
Y salta Paredes sobre su presa.
La acorrala en un rincón.
Quiere ensayar unas palabras de fingido enamorado,
pero no puede, porque Castejón, con su papel de malo, ha perdido todos los
límites de la humanidad.
-"Viólala, o déjame a mí. iCa...! ¡Que eres un
ca...!
La inocente víctima tiene aún fuerzas para escapar,
para recorrer alocada aquella estancia. Es esa huida la que enfurece al
criminal hasta límites de máxima locura. Paredes se ceba en ella hasta extremos
insospechados. Diez puñaladas contaron después en su cadáver.
Cuando la indefensa cae al suelo, al final de un camino
de sangre, Paredes no puede reprimir su horror, y dice:
-"Castejón, algún día tendremos que pagar
esto". -"No lo creo, don Carlos. Los muertos no hablan".
IV
Los meses, el año que pasó entre la fecha del crimen,
19 de junio de 1902, y finales de 1903, convirtieron a Don Benito en la capital
de la atención y de la política nacional.
El juicio se convirtió en un problema de Estado. En un
juicio entre ricos y pobres. Entre buenos y malos. Un juicio de signos, de
banderas y de políticas. Un juicio con masas enfervorizadas, gritando por las
calles y presionando los juzgados. Un juicio donde los periódicos de la
provincia y los nacionales reservaban sus mejores páginas para la crónica
diaria. Un crimen que cantaban en romances, rapsodias, ciegos, comediantes y
niñas de colegio. Un juicio cuyas heridas, a poco que se ahonde, todavía pueden
sangrar entre las gentes de Don Benito.
"Como
leones sangrientos
y como dos
fieras bravas,
hirieron a
Inés María
dándola
puñaladas.
Adios,
bella Inés María,
adiós,
azucena blanca,
que
quisiste morir virgen
por llevar
corona y palma.
Angeles y
serafines
cantaban
las alegrías
al saber
que subió al cielo
el alma de
Inés María.
Tan
simpática, tan rubia
tan buena
moza y tan guapa;
la
admiración de los hombres,
de mujeres
envidiada.
Más blanca
que la azucena,
era más
rubia que el sol.
Tanta
hermosura ha sido
la causa de
su perdición".
El juicio fue muy largo. Duró varias semanas. La última
sesión se prolongó treinta y dos horas.
Todo se cerró en esta condena:
"A los procesados Paredes y Castejón, condena a
dos penas de muerte por los asesinatos de doña Catalina Barragán e Inés
Calderón y por la tentativa de violación de ésta a la pena de seis años de
prisión correccional".
"A don Pedro Cidoncha dos penas de veinte años de
reclusión temporal por los dos homicidios y de seis años de prisión
correccional"...
Unas penas que dieron satisfacción a las masas ebrias
de venganza y de sangre aristócrata.
Fue su día: 2 de diciembre de 1903.
Pero hasta abril de 1905 no se ejecutó la sentencia.
El indulto, el soñado indulto, no apareció nunca. Algunos, incluso, llegaron a
pensar que se proyectaba un simulacro de ejecución.
¡Y la gente se lo creyó!
Su sed de venganza se atrevió a la exigencia de contemplar
los cuerpos sangrientos de los caciques ejecutados.
Y los vieron.
Eran unos guiñapos, unos espantajos de hombres. Unos
muertos de verdad.
Y cuando se toca la muerte, todo se ha acabado.
FUENTES:
-"El
crimen de Don Benito", de J. M. Vilabella.
-"Cancionero
de Extremadura", de Bonifacio Gil.
-La obra de
J. M. Vilabella nos ha servido de base principal para dar cuerpo a esta
leyenda.
Fuente: Jose Sendin Blazquez
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anonimo don benito-extremadura
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